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5 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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El Evangelio según Milei

Jueves, 03 de octubre de 2024 02:06
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Fueron publicados los datos de pobreza del país: los peores de los últimos veinte años. No por esperable el hecho es menos doloroso o hiriente. La pobreza alcanza al 52,9 por ciento de los argentinos, la indigencia al 18,1 por ciento. El peligro de las estadísticas es que esconden incontables tragedias personales detrás de un número que oculta el drama de cada realidad individual. "Un muerto es una tragedia, un millón de muertos es una estadística", habría dicho Stalin. Si el costo de su "ideal" era la tragedia de millones de personas, Stalin estaba dispuesto a pagarlo. Esto suele pasar con los ideales abstractos, sacrifican personas concretas. Me pregunto cuánto de esto nos podría estar pasando a nosotros.

25 millones de personas -4,3 millones de hogares- viven por debajo de la línea de pobreza. Uno de cada dos argentinos es pobre, casi la mitad de los hogares del país viven en condiciones de subsistencia. En esos hogares hay niños; el 66,1 por ciento de los chicos menores a 14 años es pobre -el 27 por ciento de ellos vive en la indigencia-. Poco tiempo atrás, este porcentaje se refería a chicos menores a 17 años. Así, el problema estructural sigue creciendo a pesar de las afirmaciones de la ministra Sandra Pettovello quien asegura que la pobreza se está desacelerando. Si tenemos tantos chicos sin comer, en condiciones de pobreza estructural y sin educación, hablamos de chicos sin futuro. Una sociedad sin futuro para sus chicos es un país sin futuro alguno.

Argentina no es Haití, pero hay zonas en el interior profundo del país y en el conurbano bonaerense donde las cifras de pobreza compiten con las de Haití. América Latina no es África, pero Latinoamérica se está africanizando. Sin las guerras étnicas que asolan a ese continente, nosotros sufrimos de corrupción sistémica y estructural, de pobreza generalizada y creciente, de estancamiento económico con desindustrialización, de la inequidad educativa, sanitaria, económica y social más alta del planeta,; así como de una brutal penetración narco en los estamentos institucionales y sociales de la mayoría de nuestros Estados. No somos África, pero nos vamos africanizando a una velocidad que asusta. La pobreza es un componente vital del fenómeno.

El vocero Manuel Adorni atribuyó estos resultados "a haber recibido una de las peores herencias en la historia argentina". El jefe de Gabinete Guillermo Francos dijo que "este es el resultado de la sucesión de gobiernos populistas". Luis Caputo dijo "que evitamos la catástrofe y que nos espera un futuro mejor". Sería necio -y equivocado- atribuirle este desastre al gobierno de Javier Milei. Como referencia histórica, en 1974 había sólo un 4 por ciento de pobres en el país, 800.000 personas. Si la pobreza se multiplicó por 31 desde 1974 hasta hoy, es por el resultado de las malas políticas económicas aplicadas desde esa fecha hasta hoy.

El empleo público se reduce. Con la brutal recesión que atravesamos, el problema se agudizará. 

El PBI argentino está estancado desde hace 13 años, el trabajo privado permanece atascado en 6 millones de personas registradas con empleo formal. El empleo público se reduce. Con la brutal recesión que atravesamos, el problema se agudizará. Pero, aún sin ser culpable, a nueve meses de gestión libertaria, el oficialismo ya no puede mostrarse ajeno a estos problemas ni a su no-solución.

¿Cuándo será el momento en el que dejen de echarse la culpa unos a otros: el movimiento anti-casta a la casta, y viceversa, el populismo de derecha al populismo de izquierda, y viceversa, la herencia a la gestión, y viceversa, la cultura woke a la cultura anti-woke, y viceversa? ¿Cuándo dejarán -todos- de ser parte del problema y pasar a ser parte de la solución? Veinticinco millones de personas merecen algo mejor.

El PBI argentino está estancado desde hace 13 años, el trabajo privado permanece atascado.

La falta de empatía tampoco ayuda. Mientras el país recibía estos datos, el presidente de la Nación salía al balcón de la Casa Rosada acompañado de Susana Giménez. Saludaron a los pocos acólitos reunidos debajo como si vivieran en el metaverso, en una realidad virtual. Al mismo tiempo, la todopoderosa Karina Milei subía una foto de su propio encuentro con ella y el perro Thor. No hay cosa que afecte más a una sociedad que el alejamiento de sus líderes de la realidad.

En estas mismas páginas, el doctor Ezequiel Jiménez dijo con lucidez: "El presidente promete futuro mientras el presente es dramáticamente peor al pasado cercano. La victoria de Milei está siendo bancada con paciencia social. Aún cuando la mayoría de la población está por debajo de la línea de pobreza, los paliativos de futuro compensan la exasperación de la peor recesión inducida de la última década. La promesa del largo plazo es necesaria para el relato presidencial porque justifica el presente. Pero el presente de a poco se está comiendo al futuro". Me preocupa que el presente se esté comiendo el futuro. Me preocupa que la promesa de largo plazo no llegue y que la paciencia social se agote. Me preocupa que la rigidez dogmática; el fanatismo; la polarización y la falta de empatía se coman a la paciencia social.

El Evangelio según Milei asegura que nos vamos a levantar por obra y gracia de la libertad, por el empoderamiento de los sufrientes y nutridos hombres de bien, también por el sacrosanto Mercado y por las "Fuerzas del Cielo". Veremos. Por ahora, no parece suceder.

 

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