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Violencia y vejez

Viernes, 15 de noviembre de 2024 02:50
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"Diario de la guerra del cerdo" (1969) es una novela del escritor argentino Adolfo Bioy Casares. Fue la cuarta novela publicada por el autor, que la escribió cuando tenía alrededor de 55 años. Es una narración breve, que cuenta una guerra entre los jóvenes y los viejos.

La narración no es amable con la vejez, a la que presenta como el lugar de lo repugnante, de lo desvaído y de la muerte. A los personajes "viejos", les cuesta reconocerse como tales y muestran su odio y rechazo con la vejez. Algunos de ellos aparecen como merecedores de la violencia de la que son víctimas: corretean a las muchachas, son egoístas y cobardes.

Retrato

Bioy Casares retrata los jóvenes como violentos y descerebrados que realizan sus actos sin saber qué motivos les guían, pero, dentro de la irracionalidad de la situación inserta frases alusivas a una explicación, como: "En esta guerra los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser", "a través de esta guerra (los jóvenes) entendieron de una manera íntima, dolorosa, que todo viejo es el futuro de algún joven. íDe ellos mismos, tal vez! … matar a un viejo equivale a suicidarse" y "la muerte hoy no llega a los cincuenta sino a los ochenta años, y … mañana vendrá a los cien…

Se acabó la dictadura del proletariado, para dar paso a la dictadura de los viejos".

Para el imaginario popular y para la sociedad misma, que se maneja habitualmente con estereotipos negativos, los viejos son: enfermos, seniles, deprimidos, asexuados, pasados de moda, diferentes, discapacitados, sin derechos, no pertenecen, son los otros, no importan sus necesidades económicas y sociales, no contribuyen a la sociedad, no producen, gastan demasiado, en definitiva, no interesan.

La indefensión de nuestros mayores y las consecuencias a las que se ven sometidos por la violencia ejercida a manos de delincuentes desprovistos de escrúpulos y cargados de inusitada brutalidad en los actos que cometen contra ellos, produce una generalizada sensación de temor y de angustia.

Imposición

Estos actos de barbarie, cada vez más frecuentes, imponen la apreciación de que se trate de una clara evidencia de la extremada degradación en que están cayendo algunos sectores o grupos de nuestra sociedad. La impresión causada por esas agresiones delictivas se vuelve especialmente terrible por el sencillo hecho de que sus víctimas son personas mayores, desprevenidas, indefensas y engañadas muchas veces por malvivientes que logran entrar en sus domicilios y se ensañan brutalmente con ellas, a fin de que ni siquiera se resistan y revelen dónde tienen sus casi siempre magros recursos. Esa cobarde ferocidad de los atacantes parece no tener límites, pue incluye torturas o severos castigos físicos, amenazas de todo tipo y, en muchos casos, llega al asesinato.

Sólo es denunciado el 30% de los delitos cometidos; la sensación es que la inseguridad está afincada en casi todo nuestro territorio nacional.

En tiempos pasados y salvo contadas excepciones, los delincuentes trataban de no dañar a sus semejantes, ahora, da la impresión de que hay un particular ensañamiento como fruto previsible del perverso quehacer de mentalidades embotadas por torcidas ambiciones y por el uso indebido de drogas.

 

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