inicia sesión o regístrate.
En 1989, para liquida la hiperinflación, lograr la estabilidad monetaria y materializar su proyecto de modernización económica y reinserción internacional de la Argentina en un nuevo escenario mundial, Carlos Menem, que contaba con el respaldo del peronismo, tuvo que enhebrar una alianza estratégica con el "establishment" económico, expresado primero en el grupo Bunge y Born y después en la designación de Domingo Cavallo como Ministro de Economía, y con la derecha liberal, representada por la UCD de Alvaro Alsogaray.
Javier Milei, que ya cuenta con esa segunda apoyatura, está impelido a recorrer el camino inverso. Necesita intensificar sus canales de diálogo y negociación con el peronismo en sus distintas manifestaciones para canalizar la conflictividad social derivada de un gigantesco y aún no completado ajuste de la economía. La mayoría de las decisiones u omisiones que suelen generar críticas en los medios periodísticos tradicionales y en muchos de sus aliados son el precio de la necesidad de establecer acuerdos puntuales más o menos explícitos con sectores del peronismo, tanto político como sindical.
Las tratativas previas que determinaron falta de quórum en la Cámara de Diputados, lo que impidió la sanción del proyecto de la oposición que limitaba al Poder Ejecutivo para el empleo de los decretos de necesidad y urgencia, una herramienta que un gobierno en minoría parlamentaria estará impelido a utilizar, están asociadas con la actitud de los legisladores de La Libertad Avanza que provocó el rechazo a la ley que impedía la prórroga indefinida de los mandatos de los dirigentes sindicales, impulsada por el radicalismo y el PRO, una iniciativa que evocaba el espíritu de la fallida "ley Mucci" de 1984, y a la ausencia de diputados oficialistas que impidió la sanción de la ley de "ficha limpia", resistida por el "kirchnerismo", cuya bancada amenazaba con impedir la reelección de Martín Menem en la presidencia de la Cámara de Diputados.
El caso emblemático en este escenario de negociaciones es la propuesta para la designación de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla para la Corte Suprema de Justicia. Es imposible subestimar la importancia que tiene para cualquier gobierno, pero más para uno forzado muchas veces a manejarse a través decretos de necesidad y urgencia fácilmente judicializables, la integración de la Corte.
La descomposición de las estructuras tradicionales abre una discusión en los antiguos polos de la política argentina, tanto en el peronismo bonaerense, último bastión de Cristina Kirchner, como en el PRO en la ciudad de Buenos Aires, la base de sustentación originaria de Macri. En la provincia de Buenos Aires el gobernador Axel Kiciloff, con el respaldo de una cantidad de intendentes, pretende aprovechar la excusa que brinda la sanción de la ley que establece la boleta única para adelantar la elección provincial y dejar librada a la expresidente la responsabilidad del resultado de la elección nacional. En la ciudad de Buenos Aires, el "macrismo" estudia ese adelantamiento como forma de proteger el poder territorial del PRO y de no verse obligado a disputar a suerte y verdad con la Libertad Avanza las cabeceras de lista en la elección nacional.
Cualquier recomposición de fuerzas está precedida por una etapa de descomposición. Fuera del oficialismo ese reacomodamiento es mucho más arduo. Ante la crisis de representación de las estructuras tradicionales cobran mayor relevancia los liderazgos territoriales. En su fase inicial la reconfiguración del sistema político no requiere una precisión geométrica en los alineamientos de fuerzas sino la creación de nuevos mecanismos de decisión, que en esta etapa se materializa caso por caso.
En este marco, el peronismo afronta un nuevo y difícil desafío histórico. El hecho de que Victoria Villarruel se haya convertido, aunque más no sea simbólicamente, en una expectativa para un sector del peronismo patentiza una crisis de conducción y el consiguiente vacío de reemplazo. Cuando la vicepresidente designó a Claudia Rucci al frente del Observatorio de Derechos Humanos del Senado emitió una señal política significativa, multiplicada por su entrevista con Isabel Perón y en la instalación del busto de la ex presidenta en el Senado, en una ceremonia en la que llegó a reivindicar la "doctrina justicialista" en contraposición al "kirchnerismo".
Resulta paradójico que haya sido Villarruel la encargada de reivindicar la memoria de Isabel Perón y que Milei lo hubiera hecho previamente con Carlos Menem y que la instalación del busto de la ex presidenta en el Senado haya coincidido con la de la ex presidente en el Senado y con la aparición de "La Carlos Menem" como una corriente interna dentro de la Libertad Avanza.
Hay aquí también otra paradoja cargada de sentido: el ascenso de Milei reflejó el agotamiento del ciclo del "kirchnerismo", comenzado veinte años antes, cuando en las elecciones presidenciales de abril de 2003 Menem derrotó en la primera vuelta a Néstor Kirchner pero renunció a participar en el balotaje, lo que dio nacimiento a la etapa que finalizó en diciembre de 2023.
Las circunstancias le exigen al peronismo un replanteo de fondo que deje definitivamente atrás el ciclo "kirchnerista". El eclipse del vértice del poder, encarnado por Cristina Kirchner, abrió un período de horizontalización. Los liderazgos territoriales y el sindicalismo intentan articular un mecanismo de transición hacia el surgimiento de una reconfiguración de su sistema de poder.
Precisamente hace cuarenta años, cuando por primera vez en su historia fue derrotado en las urnas por Raúl Alfonsín y aún no recuperado del enorme vacío político generado por la muerte de Perón, el peronismo había quedado sin rumbo. En esa encrucijada, un reducido grupo de dirigentes, encabezado por Antonio Cafiero, Carlos Menem y Carlos Grosso, con el aporte de figuras como José Manuel De la Sota y José Luis Manzano, protagonizó un proceso de renovación para volver a colocarse en sintonía con la época y cerrar la brecha que lo había separado de las expectativas de la sociedad.
Aquel esfuerzo de armonización con la época, que en esas circunstancias exigía una reivindicación de los valores republicanos, hizo que la renovación peronista no se plantara como una oposición frontal al gobierno de Alfonsín sino como una fuerza dispuesta a cooperar en la consolidación de las instituciones democráticas recién recuperadas.
La primera cabal demostración de esa actitud cooperativa se manifestó en 1984 y fue el apoyo al voto por el "sí" en la consulta popular sobre el laudo del Papa Juan Pablo II en el conflicto con Chile sobre el canal de Beagle, que en 1979 nos había colocado al borde de la guerra con Chile Mientras la conducción formal del Partido Justicialista se pronunciaba por la abstención, la incipiente corriente renovadora cerró filas a favor de la propuesta del gobierno de Alfonsín que fue ratificada en las urnas. Menem en La Rioja y Eduardo Duhalde en Lomas de Zamora encabezaron sendos actos públicos junto a Alfonsín.
Esa actitud colaborativa con el gobierno radical se reprodujo en la Semana Santa de 1987, cuando ante la primera rebelión "carapintada", liderada por Aldo Rico, Cafiero apareció junto a Alfonsín en los balcones de la Casa de Gobierno y la dirigencia renovadora impulsó la convocatoria a la movilización a Plaza de Mayo en defensa del orden constitucional.
Con las características propias e intransferibles de este nuevo escenario nacional e internacional, que tornan irrepetibles los intentos de reedición de cualquier fórmula empleada en el pasado, el peronismo enfrenta otra vez el desafío que afrontó en tiempos de Alfonsín, cuya resolución le permitió volver a ser gobierno con Menem en 1989.
Esta exigencia implica una nueva renovación, a través de una actualización de ideas y propuestas y de la asunción de una actitud política que demuestre un inequívoco reconocimiento de la voluntad popular expresada en las urnas, junto con una adecuada comprensión de este nuevo "espíritu de la época" y de las nuevas demandas de la sociedad.
La Argentina recorre un camino inédito que, sea cual sea la evolución de su curso inmediato, no tiene vuelta atrás. Vivimos un "momento" dentro de un "proceso" que está en línea con un cambio mundial. Nada de lo que venga después de Milei podrá parecerse a lo que hubo antes. Para pensar lo nuevo hay que pensar de nuevo.