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El desafío de remontar una historia muy pesada

Domingo, 22 de septiembre de 2024 02:24
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Quienes pretendan interpretar el escenario político argentino tendrán que hacer, ante todo, un constante ejercicio para discernir lo principal de lo accesorio. En esta segunda y superpoblada categoría hay que inscribir una multiplicidad de episodios que incluyen la sanción de la ley de movilidad jubilatoria y el subsiguiente veto presidencial, la puja por la ley de financiación universitaria, las alternativas para la designación de los nuevos magistrados en la Corte Suprema de Justicia, el debate sobre los servicios de inteligencia, las diferencias entre el presidente Javier Milei y la vicepresidenta Victoria Villarruel, el fallo que dictó la inconstitucionalidad del artículo del DNU 70 que habilita a las sociedades anónimas deportivas, la expulsión de una diputada y un senador nacional de los bloques de la Libertad Avanza en el Congreso nacional y las diversas expresiones de los conflictos internos en el peronismo, el radicalismo y el PRO, sin omitir el escándalo que involucra al expresidente Alberto Fernández y otros hechos de menor cuantía.

Cada uno de estos episodios de alta repercusión mediática adquieren significación se correlacionan con lo esencial, una columna muchísimo más reducida en la que corresponde destacar, en primer término, la conservación de los elevados índices de imagen positiva de Milei y el igualmente alto, aunque levemente menguante, apoyo de la opinión pública a la gestión gubernamental, mucho más relevante todavía si se tiene en cuenta el contexto de sacrificio colectivo que supone el programa de brutal ajuste económico en marcha.

Sobresale el valor del férreo ejercicio del híper-presidencialismo como sostén del poder político, una herramienta tradicionalmente importante en la Argentina pero mucho más relevante en situaciones de emergencia como la actual. La medida del poder de un gobierno está en la capacidad de decir "no". Pero la razón de ser de su éxito está siempre fundada en la capacidad de brindar respuestas efectivas a los desafíos que afronta la gobernabilidad en un país acostumbrado a "vivir peligrosamente", muchas veces al borde del abismo, y en la percepción colectiva de que el rumbo escogido, más allá de costo social, responde a las exigencias de las circunstancias.

Escenario

Resulta evidente que el balance de la experiencia "kirchnerista", la debacle de Juntos por el Cambio, la acefalía en el peronismo y el desprestigio generalizado de toda la dirigencia política consolidan a Milei como eje indiscutido del sistema de poder y mejoran las perspectivas del oficialismo para las elecciones legislativas de 2025. La ausencia en la superficie política de una alternativa de poder considerada viable es un incentivo poderoso para apostar a la continuidad. Si la opción fuera "Milei o la nada" el pronóstico no es demasiado difícil.

Los pronósticos catastrofistas que en principio acompañaron el inicio del nuevo gobierno pasaron al olvido. La razón es obvia. Los dos grandes estallidos sociales ocurridos en la Argentina desde la restauración de la democracia, tanto en el estallido hiperinflacionario de junio de 1989 como en la debacle del gobierno de Fernando De la Rúa en diciembre de 2001, sucedieron cuando ya estaban dadas las condiciones políticas para un recambio gubernamental.

En julio de 1989 Carlos Menem ya había sido electo presidente y sólo hubo que adelantar cinco meses la transferencia del gobierno. En diciembre de 2001 el peronismo acababa de ganar las elecciones legislativas de medio término, con Eduardo Duhalde como candidato a senador nacional de Buenos Ares, Ramón Puerta ya era presidente provisional del Senado y el acuerdo de Raúl Alfonsín creaba las condiciones para la Asamblea Legislativa.

"El balance de la experiencia Kirchnerista, la debacle de Juntos por el Cambio y la acefalía en el peronismo consolidan a Javier Milei".

En otros términos, los pueblos no acostumbran suicidarse. La sociedad argentina recién impulsó la caída de esos dos gobiernos cuando visualizaba claramente la existencia de una alternativa de recambio. Nada de esto ocurre en la actualidad y este dato es central para interpretar el actual momento político.

No obstante esa ausencia de alternativa, Milei percibe que la recuperación de la credibilidad nacional e internacional, que es la condición indispensable para la recreación de un ciclo de inversiones capaz de impulsar un proceso de crecimiento sostenido, demanda la confianza no sólo en su gobierno y en su programa económico, sino también en la sustentabilidad en el tiempo del rumbo estratégico trazado por su gestión.

Esta percepción es más evidente a medida de que se avizora un éxito en la lucha contra la inflación y las encuestas indican que las prioridades de la opinión pública tienden a desplazarse hacia otras prioridades, como la demanda de empleo, mientras comienzan a encararse las reformas estructurales anticipadas, entre ellas la privatización de las empresas públicas y la modernización de la legislación laboral.

Consensos

En esa dirección resulta cada vez más importante la búsqueda de los consensos necesarios para la consecución de esos objetivos. Esa tarea de forjar un nuevo consenso político y social exige avanzar en el proceso de reconfiguración del sistema de fuerzas iniciado en los hechos con el triunfo de Milei en la segunda vuelta de la elección presidencial, una victoria que extendió el acta de defunción del sistema surgido a partir de la crisis de diciembre de 2001, que a su vez había eclipsado el bipartidismo imperante desde la restauración de la democracia en 1983.

"La ausencia en la política de una alternativa de poder considerada viable es un incentivo poderoso para apostar a la continuidad".

El Pacto de Mayo, rubricado en Tucumán el 8 de julio, constituyó un acto de reconocimiento de esta nueva realidad. El hecho de que el documento haya sido rubricado única y exclusivamente por el Presidente, por 18 de los 23 gobernadores y por el Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires graficó el punto de partida de ese nuevo consenso representativo de un arco de fuerzas que, después de una etapa de arduas negociaciones que implicaron una reducción en su articulado originario, posibilitó la sanción de la "Ley Bases".

Importa acotar que el único anuncio político concreto que acompañó la firma de aquel documento suscripto en Tucumán fue la constitución del llamado "Consejo de Mayo", un organismo colegiado integrado por seis miembros: un delegado del Poder Ejecutivo, uno por cada cámara del Congreso, uno por los gobernadores y uno por las organizaciones sindicales y otro por las centrales empresarias que, según su decreto de creación, tendría a su cargo la discusión de las medidas conducentes a la implementación de los diez puntos acordados en el Pacto de Mayo. Ese compromiso sigue pendiente sin que haya noticias sobre su materialización.

Gobernabilidad

La experiencia de estos primeros nueve meses de gestión revela que cuando la constelación política reflejada en el Pacto de Mayo funciona el gobierno avanza. En caso contrario sufre reveses y la gobernabilidad queda sujeta al ejercicio del híper-presidencialismo y a la imagen positiva de Milei en la opinión pública, sostenida hasta ahora en los resultados económicos obtenidos en la lucha contra la inflación.

Esta situación remite a una cuestión central que es la recreación de la confianza nacional e internacional en la Argentina. Es evidente que el programa enunciado por Milei despierta expectativas favorables en amplios sectores empresarios y en la comunidad financiera internacional. Pero la Argentina carga con una historia que está obligada a remontar. Encabeza el récord mundial en materia de default. De allí que la recuperación de la confianza no dependa única y exclusivamente de un gobierno. Para los inversores el tema no es Milei. Se trata de una apuesta a la Argentina como Nación.

En la medida en que avance la percepción colectiva sobre la sustentabilidad política de esta nueva etapa, que es sinónimo de su viabilidad, aumentará la credibilidad y, consiguientemente, las posibilidades de inversión y el ritmo de la recuperación de la economía, cuyos efectos retroalimentarán un círculo virtuoso que redundará, a su vez, en un incremento de la confianza y en una mayor tasa de inversión.

Cambio estructural y poder político son dos variables de una ecuación cuyos términos son inescindibles. No hay cambio estructural posible sin un sólido poder político capaz de sustentarlo. Construir ese sistema de poder, que trascienda a los gobiernos de turno, constituye el desafío que tiene por delante la Argentina.

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