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A fines del siglo XIX la República Argentina descollaba en el mundo de la ciencia de la mano de Florentino Ameghino y la paleontología. Las ciencias naturales estaban en su esplendor. Los naturalistas extranjeros llegaban desde muchos centros europeos de excelencia tal como los italianos a Buenos Aires con Mantegazza, Strobel y Ramorino, los alemanes a Córdoba con Siewert, Lorentz, Stelzner, Kurtz, Brackebusch y Bodenbender, y los suizos a La Plata, tal el caso de Roth, Burckhardt, entre muchos otros. Pero también llegaron sabios rusos y norteamericanos, C. Berg y B. Gould entre ellos. Además de Ameghino, comenzaban a resaltar otras figuras nacionales como Eduardo Ladislao Holmberg. Entre los sabios contratados por el Perito Francisco Pascasio Moreno para el Museo de la Plata se tiene al francés Fernando Lahille (1861-1940).
Lahille había nacido en Rouan (París) el 18 de julio de 1861. Rouan era la cuna de grandes figuras como Corneille (1606-1684), gran escritor y poeta dramático del siglo XVII o Gustave Flaubert (1821-1880), novelista inmortal. Dato de color, tanto Corneille como Flaubert eran abogados, pero abandonaron el derecho para dedicarse a la literatura.
Lahille estudió en la Universidad de París donde obtuvo tres títulos superiores: Doctor en Ciencias Naturales, Doctor en Medicina y Licenciado en Física. Su tesis de doctorado fue sobre los tunicados, un grupo de organismos con forma de copa que habitan los fondos marinos y a los que se conoce vulgarmente como "papas de mar". Se trató de un voluminoso trabajo de 330 páginas y 177 figuras, notable estudio que tuvo la virtud de darle merecido renombre al autor. Asimismo, publicó otros 19 trabajos sobre ese grupo, la mayoría en el Boletín de la Sociedad de Historia Natural de Toulouse, aunque también dio a conocer allí sus investigaciones sobre varios grupos zoológicos como peces, batracios, medusas, quilópodos, braquiópodos, entomología pura y agrícola, mamíferos y técnicas sobre investigación, publicados todos ellos entre 1884 y 1893. Sus trabajos sobre los peces le habían dado justa fama y eso motivó al Perito Moreno a contratarlo para que estudiara la rica ictiofauna argentina.
Moreno en La Plata, como Sarmiento en Córdoba, tenían la idea de crear un centro de investigaciones, un verdadero "Oxford" o "Cambridge" sudamericano. De esta manera llegaron investigadores como Carlos Spegazzini (Botánica), Santiago Roth (Paleontología), Rodolfo Hauthal (Geología), Fernando Lahille (Zoología), Nicolás Alboff (Botánica), Herman Ten Kate y Rodolfo Lehmann-Nitsche (Antropología).
La ciencia y el agro
Con ese propósito fue que llegó Lahille a nuestro país a los 32 años y se hizo cargo de la jefatura de Zoología del Museo de La Plata. Pronto realizó una importante colección de peces de la costa atlántica, desde Buenos Aires a Tierra del Fuego, que se convirtió en una de las más importantes de América. También proyectó la primera estación hidrobiológica de Sudamérica. Estuvo cinco años en el Museo de La Plata trabajando fundamentalmente en peces, moluscos y ballenas, hasta que renunció para ingresar en 1899 al Ministerio de Agricultura de la Nación. Y si bien seguiría atendiendo a sus estudios de ictiología y faunas marinas, pronto sus investigaciones darían un vuelco sustancial en favor del estudio de los insectos, especialmente de la entomología aplicada.
La Argentina era básicamente un país agrícola ganadero. La langosta causaba estragos en las cosechas. No se sabía como combatirla. Lahille encaró las investigaciones para conocer todos los estados del insecto desde el larval al adulto. Buscó la ayuda de expertos en hongos (micólogos) que le permitieran combatirla por medios naturales sin tener que recurrir a químicos. En una oportunidad el gobierno contrató a científicos norteamericanos que tenían que elaborar un informe en tres meses sobre la langosta; un verdadero despropósito. Al final elaboraron el informe gracias a las largas conversaciones que mantuvieron con Lahille.
También con los insectos Lahille buscó entender el origen de muchas plagas que afectaban a los cultivos y a las frutas. Se ocupó de la filoxera que diezmaba los viñedos. También puso mucho énfasis en estudiar los gusanos que afectaban las manzanas y las peras, los escarabajos del cesto, los piojos, las cochinillas, las moscas parásitas de las langostas y dedicó muchos trabajos a entender el tema de la garrapata en cuanto a su fecundidad, periodos de vida, afectación del ganado con la enfermedad de la tristeza, entre muchísimos otros asuntos.
El sabio
Como resaltaron algunos de sus biógrafos era un enciclopedista nato y en su campo de acción principal, la zoología, abarcó el reino animal en escala amplia, desde los microscópicos protozoarios hasta las gigantescas ballenas. Fue uno de los fundadores de la Sociedad Ornitológica del Plata y escribió numerosos artículos sobre las aves y su protección. Quienes lo conocieron, entre ellos sus discípulos, lo recordaban como un anciano distinguido, de contextura robusta, con una enorme barba blanca, los ojos con un brillo llamativo y que era dueño de una de mirada muy penetrante, señalan J.J. Parodiz y E. Balech. En el campo de la enseñanza, Lahille fue profesor de la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta y de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires. Tuvo alumnos y discípulos que lo recuerdan en sus memorias con afecto y admiración.
Uno de ellos fue Domingo Buonocore (1899-1991), famoso bibliotecólogo argentino, menciona: "Lahille era un sabio chapado a la europea. Hablaba correctísimamente el castellano con acento francés y tenía una facilidad extraordinaria para el dibujo. Ilustraba sus clases con diseños y esquemas en el pizarrón que eran una maravilla. Además, tenía el don didáctico: enseñaba con precisión y amenidad deleitando. Era un hombre muy pulcro y delicado en su trato y manera; usaba una muy cuidada barba en abanico que le cubría todo el pecho".
El educador nato
Entre los grandes biógrafos de Lahille se encuentra quién fuera uno de sus destacados discípulos, el Dr. Alberto E. J. Fesquet. Los que estudiamos en la década de 1970, aún recordamos sus libros, hoy pasados de moda, pero valiosos para la historia de la ciencia. Dice Fesquet: "Su vida fue un ejemplo de consagración al trabajo, realizado con método y probidad. Sus cualidades morales brillaron a la altura de sus profundos conocimientos científicos y fue así, desde largo tiempo atrás, la figura venerable de las ciencias naturales de nuestro país, tanto en los medios científicos como en los docentes. Su modestia corría pareja con su ingenio. Recordando con gratitud y veneración a sus preclaros maestros y pensando en la acción que incumbe a los hombres de ciencia, dirá: 'Todo lo que sabemos, lo hemos recibido. Es un depósito que en realidad no es nuestro y como buenos intermediarios agradecidos tenemos que acrecentar estas riquezas y transmitirlas a los que prolongarán nuestros esfuerzos en el tiempo y en el espacio. Conservamos como las vestales el fuego sagrado del entusiasmo para robar a la belleza suprema de la naturaleza los secretos que trata de escondernos, como si quisiera así excitar nuestros deseos de descubrirlos'". Se aprecia aquí la búsqueda incansable del conocimiento filosófico. A propósito, otro de sus biógrafos señala: "Lahille es ante todo un investigador concienzudo, quizá por la misma razón que siempre ha investigado por su espíritu filosófico".
Entre sus estudios antropológicos se cuenta el que realizó sobre los Onas de Tierra del Fuego donde pronosticó su lamentable desaparición por el alcoholismo, la tuberculosis y la sífilis. Lahille representó a la Argentina en los congresos internacionales de Montevideo (1901), Viena (1905), Santiago de Chile (1908), Bruselas (1910) y Padua (1930). Publicó más de 355 trabajos científicos sobre zoología general, invertebrados, incluidos los equinodermos, moluscos, platelmintos, crustáceos, hexápodos, arácnidos y tunicados; vertebrados, entre los que se cuentan las aves, mamíferos y el hombre, y temas varios de carácter filosófico, técnico, médico, antropológico, lingüístico y docente. Una inmensa producción ecléctica, maciza y filosófica.
Al respecto, A.J. Fesquet señala que: "En toda su obra, considerada aisladamente o en conjunto, resplandece un brillo particular que solo lo procura una singular competencia, una innata predisposición y una entera dedicación al trabajo".
Por sus investigaciones científicas se hizo acreedor al diploma de honor en la Exposición Uniy medallaSaint Louis, USA, en 1904; Académico y corresponsal del Museo de Historia Natural de París en 1906; miembro del Comité Permanente de los congresos entomológicos en 1910; medalla de oro en la Exposición de Torino y medalla de plata en la de Roubaix en 1911; y, como broche dorado, fue investido en 1934 como "Caballero de la Orden Nacional de la Legión de Honor", la más conocida e importante de las distinciones francesas.
Lahille falleció en Buenos Aires el 13 de julio de 1940. En su homenaje la Fundación del Museo de La Plata creó el "Premio Lahille", que se otorga a "destacadas personalidades en el campo de las Ciencias Naturales que a través de su labor hayan demostrado una constante preocupación por volcar sus conocimientos a la comunidad". Este premio, consistente en diploma y réplica del "Búho de la Sabiduría", le fue concedido en 2024 y por unanimidad al suscripto.