inicia sesión o regístrate.
La asunción de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos es un hito histórico que refleja un cambio de época. Más que un segundo mandato, Trump inaugura una nueva era signada por una alianza inédita entre la derecha cultural norteamericana y el mundo de la alta tecnología, cuya expresión emblemática es la inteligencia artificial. El protagonismo de Elon Musk refleja la irrupción de un bloque de poder destinado a reconfigurar el escenario global de este segundo cuarto de siglo.
El flamante Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE por sus sigla en inglés), puesto bajo el mando de Musk, es definido por Trump como el "Proyecto Manhattan del siglo XXI", en alusión al plan del gobierno de Franklin Roosevelt que hace ochenta años permitió a Estados Unidos fabricar la primera bomba atómica y proyectar su liderazgo militar a nivel mundial. Amparado en ese paraguas, Musk tiene vía libre para opinar en todas las áreas de la administración, incluida la política exterior.
Musk tiene como codirector a Vivek Ramaswamy, un científico de origen indio graduado en biología en la Universidad de Harvard que saltó a la fama en los círculos conservadores por su prédica sobre que Estados Unidos padece "una crisis de identidad nacional", de la que culpa a las "nuevas religiones seculares", entre ellas el "woke", el "climatismo" y la "ideología de género".
Musk genera celos en el conservadurismo tradicional. Una expresión de esa hostilidad fue la reacción de Steve Bannon, el principal ideólogo de la derecha cultural, para quien Musk y los suyos son "conversos recientes". Bannon dice: "me encantan los conversos. Pero los conversos se sientan en la parte de atrás y estudian durante años y años para asegurarse que comprenden la fe, sus matices y como pueden exteriorizarla". Y amenaza: "No se acerquen al púlpito en su primera semana aquí y comiencen a dar sermones a la gente sobre cómo serán las cosas. Si van a hacer eso, les vamos a arrancar la cara".
Un detonante de la polémica fue la propuesta de Musk de eliminar el tope de "tarjetas verdes" para facilitar el otorgamiento de visas a extranjeros altamente calificados profesionalmente. El nombramiento de Sriram Krihsnan, un inversor de riesgo oriundo de la India y nacionalizado estadounidense, como asesor en materia de inteligencia artificial en el DOGE, debajo de Ramaswamy (también hijo de un matrimonio indio), provocó que Laura Loomer, una activista de ultraderecha partidaria de una política restrictiva en el tema migratorio, criticase la designación como "profundamente inquietante".
Los defensores de Krishnan argumentan que hacen falta trabajadores de elevada calificación para cubrir la demanda insatisfecha de fuerza laboral en las industrias de alta tecnología. Musk no se quedó callado: "¿Quieren que Estados Unidos gane o pierda? ¿Cómo puede ser que existan sectores MAGA a los que aún haya que explicarles estas obviedades? Desde una perspectiva capitalista, el dinamismo es crucial para el éxito. La prosperidad demanda crecimiento y competitividad. En contraste, la visión que prioriza objetivos identitarios no sólo se emparenta con lo más rancio del "wokismo" sino que es un camino que lleva a la degradación nacional. El proteccionismo no es patriota".
Ramaswamy respaldó a Musk: "La razón por la que las principales empresas tecnológicas a menudo contratan a ingenieros nacidos en el extranjero y de primera generación, en lugar de estadounidenses "nativos", no se debe a un déficit innato del coeficiente intelectual estadounidense. Una cultura que celebra a la reina de baile por encima de la campeona de la olimpíada de matemáticas, o al deportista por encima del mejor alumno, no producirá los mejores ingenieros. La "normalidad" no es suficiente en un mundo global híper-competitivo para el talento técnico. Y si pretendemos que sí lo es, China nos dará una paliza".
Una opinión sin fronteras
En este primer choque Trump laudó a favor de Musk señalando que siempre fue partidario de extender visas a los extranjeros que contribuyan al desarrollo tecnológico de Estados Unidos. Sin esa opción ni Musk ni Krishnan podrían formar parte de su gobierno. Pero el encontronazo sirvió de advertencia sobre los enfrentamientos en los que el mandatario estará obligado a laudar en su segundo mandato.
La presencia de Musk trasciende la política estadounidense por su voluntad de proyectarse como una personalidad de la nueva derecha mundial. Más allá de su idilio en la Argentina con Javier Milei y de su confrontación en Brasil con Lula, en las últimas semanas intervino en la política interna de Gran Bretaña, Alemania e Italia. Sus juicios disonantes, disparados desde su cuenta de X (ex Twitter), que tiene 206 millones de seguidores, desencadenaron airadas reacciones de los afectados.
Musk afirmó que el primer ministro alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz es un "imbécil incompetente que está loco". Calificó de "tirano" al presidente Walter Steinmeir y manifestó su simpatía por Alternativa para Alemania (AF), comandada por Alice Weidel, una fuerza de derecha nacionalista que alcanzó el segundo puesto en las últimas elecciones.
En el Reino Unido irrumpió con un furioso ataque al gobierno laborista. Para Musk "el primer ministro Keir Starmer debe irse y enfrentar cargos en la justicia". Proclamó también su apoyo a UK, el partido antinmigración liderado por Nigel Farage, uno de los artífices del "Brexit".
La encuestadora Savanta consignó que Musk es un personaje popular entre los jóvenes británicos. "Las percepciones de éxito y riqueza, por un lado, y la política, por el otro, están cada vez más entrelazadas", señaló el director de la consultora, Chris Hopkins. Patrick
Maguire, columnista del "Times", admitió que "Musk ya no es sólo un comentarista muy crítico de la vida política británica, sino un actor destacado".
Mientras en Alemania y Gran Bretaña la prédica de Musk embiste contra los gobiernos socialdemócratas, en Italia respaldó a la primera ministra conservadora Giorgia Meloni cuestionando los fallos judiciales adversos a su política de deportación de los inmigrantes que ingresan ilegalmente al país. "¿Vive el pueblo italiano en una democracia o es una autocracia no electa la que toma las decisiones?", preguntó en X. Simultáneamente trascendió que el gobierno italiano gestiona un acuerdo con Space, la empresa de Musk abocada a la conquista del espacio.
En esa misma dirección Musk asumió la defensa del presidente húngaro Viktor Orban, un amigo de Vladimir Putin, y calificó de "dictadores" a los jueces rumanos que anularon las elecciones presidenciales que habían ungido a Calin Georgescu, un candidato euroescéptico y pro-ruso. Esas preferencias, unidas a sus apreciaciones sobre la guerra de Ucrania, generan preocupación entre los aliados de la OTAN. La Comisión Europea intimó a Musk a mantener la neutralidad de X en las elecciones alemanas del 23 de febrero. El presidente francés, Emmanuel Macron, acusó a Musk de alentar una "nueva internacional de reaccionarios".
Pero el verdadero enigma sobre el peso de Musk en el nuevo gobierno pasa por la redefinición de los vínculos entre Washington y Beijing. Musk y sus socios de Silicon Valley tienen fuertes inversiones en China. En su visión esa interdependencia económica entre las superpotencias plantea la necesidad de una estrategia de negociación.
Bannon y los "halcones" de la derecha plantean un endurecimiento diplomático y una drástica elevación de los aranceles a las importaciones chinas. En un incendiario artículo publicado en "The New York Times" el general retirado Russell Honoré afirmó que esos negocios en China hacen que Elon Musk sea un riesgo para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Trump tendrá que navegar entre ambas posturas. En ese juego de poder transcurrirá su gobierno.
* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico y miembro del Centro de reflexión política Segundo Centenario