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Todavía queda por delante construir una paz duradera

Martes, 14 de octubre de 2025 02:10
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Nada será simple en adelante, especialmente, si el pueblo palestino es obligado a aceptar una paz que le resulte humillante. El acuerdo firmado ayer en la playa egipcia de Sharm el Sheij, entre el gobierno israelí y la organización terrorista Hamas, plantea una pausa. Hamas liberó a los 20 rehenes vivos que quedaban después de dos años del ataque de milicianos de Hamas contra los kibutz cercanos a la frontera de Gaza. Esa noche, en una orgía de sangre, asesinaron a más de 1200 personas y secuestraron a 251 civiles. A lo largo de dos años, 28 de los rehenes murieron y 156 fueron devueltos por tandas. A cambio, Israel liberó unos 2000 prisioneros palestinos, 250 de ellos condenados por crímenes graves. De los 28 muertos, Hamas solo devolvió cuatro cadáveres.

El conflicto entre árabes e israelíes tiene raíces arcaicas y es un riesgo latente desde hace más de un siglo, cuando el movimiento sionista comenzó a convocar a los judíos de la Diáspora para buscar una patria segura en su territorio de origen, la tierra de las tres grandes religiones monoteístas, cuyo centro era Jerusalén.

En ese entonces, estaban bajo el imperio otomano, donde proliferaron los conflictos étnicos. Cuando Gran Bretaña ocupó la Palestina, avanzó hacia la creación de dos Estados, uno israelí y el otro, palestino.

Desde ese momento comenzaron los conflictos, por la resistencia árabe, incluso antes de 1948, cuando David Ben-Gurion proclamó el Estado de Israel. Y ya no hubo paz sustentable.

Esta guerra de dos años tuvo como saldo, en primer lugar, el horror de una población que fue bombardeada y hambreada porque Benjamín Netanyahu exigía la liberación de los rehenes y Hamas se obstinaba en utilizarlos a ellos y a todos los palestinos como escudo.

"La libertad de los rehenes distiende un conflicto, que no terminará mientras los pueblos se sientan humillados"

De repente, fue perceptible el renacimiento de discursos y sentimientos antisemitas que caracterizan a la primera parte del siglo XX, culminando en el Holocausto planificado por Adolph Hitler. Esa retórica xenófoba, ya a fines del siglo XIX, había motivado al austríaco Theodor Herzl a establecer un hogar nacional judío en su tierra ancestral, a la que debieron abandonar muchos siglos antes. Ahora, el impacto de la guerra volvió a fracturar al viejo continente, ya condicionado por el problema de la expansión islámica en sus países.

El terrorismo fundamentalista, que en realidad enmascara intereses políticos en su retórica de "guerra santa", sufrió duros golpes en dos años: la desarticulación de Hezbollah y Hamas, y la destrucción de enclaves y jefes militares de Irán, el país que estuvo detrás del ataque del 7 de octubre y cuyos líderes anunciaron claramente que "Occidente es el enemigo, e Israel es la intromisión de Occidente en el mundo árabe. Y por eso hay que destruirlo".

El presidente Donald Trump supo obligar a un desacreditado Netanyahu a aceptar el fin de los bombardeos, aunque la teoría de los dos Estados le resulte indigerible. No entiende que es la única salida racional. Y los países árabes presentes ayer en Egipto facilitaron el repliegue de Hamas. A ellos también les preocupa, y mucho, el régimen de los ayatollah. La intervención europea y norteamericana genera recelos en Medio Oriente. Hay un siglo de historia, con muchos desastres producidos por la impericia y los intereses de británicos y franceses.

¿Cuánto puede durar la tregua? Imposible preverlo. Lo logrado trae cierta calma, pero no da lugar a la euforia.

 

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