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8 de Octubre,  Salta, Centro, Argentina
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Una luz en el horizonte de Medio Oriente

Por primera vez en su tortuosa y accidentada historia, el conflicto árabe-israelí parece encontrar un cauce de superación. Una constelación de fuerzas árabes y occidentales acorrala políticamente a Hamas y la coloca al borde de su liquidación.
Miércoles, 08 de octubre de 2025 01:42
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La propuesta de paz de veintiún puntos para la paz en Gaza, promovida por el presidente estadounidense Donald Trump logró el consentimiento del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, el apoyo de los gobiernos de Arabia Saudita, Jordania, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Turquía, Indonesia y Pakistán y recibió el aval de León XIV desde el Vaticano.

La conducción de la organización Hamas, en vez de rechazar frontalmente el plan, intenta introducir algunas concesiones que, si bien pueden ser inaceptables para Israel, constituyen un implícito reconocimiento de su derrota en el campo de batalla.

El "plan Trump" responde puntualmente al viejo axioma político de que el único acuerdo posible es aquél que deja igualmente disconformes a todos sus signatarios. Por un lado, Israel renuncia a la anexión de Gaza. En contrapartida, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) acepta transferir la jurisdicción en Gaza a un ente internacional, al menos por un período de cinco años. El "pato de la boda" es Hamas, a quien se le ofrece una vía de escape a través del retiro de las tropas israelíes, la liberación de los presos de la organización en las cárceles israelíes y una amnistía para sus combatientes.

La iniciativa de Trump reconoce la autoría intelectual del ex primer ministro británico Tony Blair, quien podría desempeñar un rol protagónico en un gobierno interino en la franja de Gaza. El texto difundido es el producto de un trabajo mancomunado entre el Instituto Tony Blair y Jared Kushner, yerno y asesor de Trump, cuya hija se convirtió a la religión judía para contraer matrimonio.

El plan implica la creación de una Autoridad Internacional de Transición de Gaza, que gobernaría el territorio durante un plazo de cinco años y supervisaría las negociaciones entre las diversas partes involucradas en búsqueda de una solución definitiva. La seguridad quedaría a cargo de una fuerza internacional integrada por efectivos de los países árabes. También se instrumentaría un "Plan Marshall" para la reconstrucción de Gaza, con un fondo de 50.000 millones de dólares aportados por Estados Unidos y las monarquías petroleras del Golfo Pérsico.

"Recuperar credibilidad exige señales claras y contundentes de que el equilibrio fiscal se mantendrá. Y la única manera de lograrlo es a través del diálogo político".

La difusión de la propuesta coincide con el momento de mayor aislamiento de Israel en la comunidad internacional. Días pasados la Asamblea General de las Naciones Unidas permitió que la Autoridad Nacional Palestina participe por videoconferencia en la sesión de la Asamblea General. La moción tuvo 145 votos a favor y apenas cinco en contra. En la actualidad 148 de los 193 países integrantes de la ONU reconocen al Estado palestino, entre ellos Gran Bretaña, Francia y otros socios de la OTAN. Entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad sólo Estados Unidos se niega a hacerlo.

El gobierno de Benjamín Netanyahu enfrenta también una creciente presión en la opinión pública, encabezada por los familiares de los rehenes, en demanda de un viraje en la guerra de Gaza. Pero ese desgaste interno es todavía más notorio en el caso de Hamas. Un estudio realizado en mayo de 2025 por la firma Zogby Research Services indicó que sólo el 4 % de los consultados desea que la organización islámica ejerza el gobierno, una fuerte caída frente al 7% de una medición similar de agosto de 2024. Un 92% de los encuestados culpa a Hamas de la actual situación, un porcentaje casi idéntico al 93% que responsabiliza a Israel.

Blair: el factor religioso

Blair es el líder occidental con mejor conocimiento del territorio y mayor experiencia personal en el conflicto. En 2008, tras abandonar su cargo de primer ministro, que desempeñó entre 1997 y 2007, fue nombrado enviado especial para Medio Oriente del cuarteto constituido entonces por las Naciones Unidas, la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia.

Ese mismo año Blair creó la Fundación de la Fe, nacida en Nueva York en un acto que contó con la presencia del exmandatario estadounidense Bill Clinton. En esa oportunidad Blair expuso el objetivo de que "el idealismo se convierta en el nuevo realismo" y recalcó que una de sus prioridades era "combatir al extremismo en las seis religiones principales", nómina en la que incluyó al cristianismo, el islamismo, el judaísmo, el hinduismo, el budismo y el sijismo.

La problemática religiosa es una constante en la vida de Blair. De origen anglicano, como la mayoría de sus compatriotas, en 2007, a poco de dejar la residencia de Downing Street 10, anunció su conversión al catolicismo, la fe de su mujer Cherie y de sus cuatro hijos. En una casualidad cargada de sentido, en 2010 una hermanastra de Cherie, Lauren Booth, se convirtió al islamismo.

En octubre de 2001, en un vibrante discurso en la convención del Partido Laborista para justificar su apoyo a la intervención de Estados Unidos en Afganistán, Blair había exaltado los valores morales islámicos. "Cristianos, judíos y musulmanes somos todos hijos de Abraham", señaló entonces para condenar al terrorismo fundamentalista que acababa de perpetrar los atentados terroristas contra las Torres Gemelas en Nueva York.

En 2007, en su primera aparición posterior a su conversión a la fe católica, en la catedral de Westminster, Blair destacó el valor de la religión en el mundo globalizado: "si queremos que la religión se convierta en una fuerza para el bien no basta con rescatarla del extremismo de la fe (la fe entendida como exclusión). También es necesario salvarla de la indiferencia de quienes ven la religión como una parte interesante de nuestra historia, pero no del futuro".

Diplomacia ciudadana

En 2016, tras dejar su función diplomática en Medio Oriente, Blair creó el Instituto para el Cambio Global, financiado por el multimillonario Larry Ellison, principal accionista de la empresa de alta tecnología Oracle y firme aliado de Trump en el objetivo de convertir a Estados Unidos en un "estado digital". Con esa nueva herramienta promovió un conjunto de iniciativas asociadas a la búsqueda de soluciones en distintas situaciones de conflicto, especialmente en África.

Para el cumplimiento de esa tarea, Blair conservó siempre una vasta red de contactos en el mundo árabe. Ese involucramiento

implicó un servicio de consultoría profesional que incluyó contratos con varios gobiernos de la región. En 2011 fue artífice de un acuerdo entre China y la empresa Petro Saudí, propiedad del príncipe Abdullah bin Abdulaziz. También asesoró al príncipe Mohamed bin Salman y al presidente egipcio Abdel Fattah Sisi.

Ese entramado de relaciones personales con los actores, unido a su profundo conocimiento de la problemática religiosa de la región y de la riquísima experiencia de la diplomacia británica en Medio Oriente, que incluye la "declaración Balfour" que en 1917 propició la creación del Estado de Israel, llevó a Blair a un ejercicio de "diplomacia ciudadana" para continuar desde la actividad privada aquella misión pacificadora que había asumido en su último paso por la vida pública, en una acción silenciosa donde es fácil adivinar la "mano invisible" de la diplomacia vaticana durante el pontificado de Francisco, con quien estuvo en permanente contacto.

En la trayectoria de Blair sobresale su interés en la solución de conflictos de antigua data, un protagonismo que incluyó desde su participación en los acuerdos de paz que en 1998 pusieron fin a la escalada de violencia en Irlanda del Norte hasta su participación en la intervención militar de la OTAN en Kosovo en 1999, último episodio de la guerra civil derivada de la desintegración de Yugoeslavia.

En ese intenso recorrido cometió un error, que años después reconoció públicamente, cuando en 2003, como producto de su sólido alineamiento estratégico con Washington, respaldó a George W. Bush en la invasión de Estados Unidos a Irak, que provocó el derrocamiento de Sadam Hussein, sin percibir su resultado ulterior, sintetizado en el avance chiita y la expansión de la influencia regional de Irán.

El periodista británico John Rentoul, biógrafo de Blair, sostiene que "hay un fuerte rasgo en su personalidad, una enorme confianza en que puede resolver los problemas más difíciles del mundo. Habla con cualquiera". Esa confianza le permitió internarse en el intrincado laberinto geopolítico de Medio Oriente y trabajar hasta que el azar de las circunstancias abrió un espacio propicio para canalizar sus inquietudes en los oídos de Trump y encender una luz de esperanza en el convulsionado horizonte de Medio Oriente.

 

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