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De los "héroes épicos" a los "héroes patéticos"

Una perspectiva literaria para interpretar el presente argentino y, en particular, las permanentes sorpresas que ofrece el gobierno.
Jueves, 13 de noviembre de 2025 01:00
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En "Poética", Aristóteles distingue y compara dos tipos de héroes. Por un lado, el "héroe épico"; el que sabe y actúa. Para Aristóteles, Aquiles es el arquetipo de este héroe. Su madre, Tetis, le advierte que, de vengar a Patroclo y matar a Héctor; morirá. En una respuesta célebre, Aquiles decide consumar la venganza y alcanzar la gloria; antes que sumirse en una vida tranquila y oscura. Sabe las consecuencias de sus actos y, aun así, actúa.

El "héroe trágico", es el que no sabe, pero, igual, actúa. Aristóteles pone como modelo a Edipo, el personaje trágico que no sabe pero que, no por ello, deja de ser responsable de sus actos; sufriendo el castigo de su ignorancia. Edipo, intentando evitar su destino, lo cumple. Cuanto más busca alejarse de su sino más se acerca a él. Esa es, probablemente, la esencia de la tragedia griega.

En una anticipación genial, Aristóteles se pregunta si podría existir un tercer tipo de héroe -el que sabe pero que no actúa-; y desecha la idea arguyendo que si el héroe no actúa no hay relato posible pues "la felicidad y la infelicidad están en la acción". Ese tercer héroe nacería, sin embargo, dos milenios más tarde: Hamlet.

El príncipe de Dinamarca sabe desde el inicio todo lo que tiene que saber. Al comenzar la obra, el espectro de su padre le dice que ha sido asesinado por su hermano -quien ahora ocupa el trono-, y clama por venganza. Aunque Hamlet sabe todo, no actúa. Dirige una obra de teatro donde escenifica el asesinato; se hace el loco; enloquece a Ofelia; viaja a Inglaterra; mata a quien no debe; mantiene soliloquios eternos y vive en una procrastinación fatal hasta la escena final; cuando cumple la venganza casi por casualidad y al precio de su propia vida. Hamlet no actúa y, además, se reprocha la inacción. La infelicidad -la posibilidad de relato- está en la inacción. Para Harold Bloom, Hamlet es el primer héroe moderno. Un héroe que nos anticipa; agrego yo.

Llegados al siglo XX, aparecerá un cuarto héroe. Uno que ni Aristóteles ni Shakespeare hubiesen podido concebir; el que no sabe ni actúa. El "(anti) héroe" que espera y deambula por las grietas del sistema. Aparece en las novelas inconclusas de Kafka; en "Esperando a Godot" de Beckett; en "La peste" de Camus; en "Las sillas" de Ionesco.

El siglo XXI nos revela un quinto héroe; el "héroe patético". El que se esconde de los problemas y que no le importa cómo impactan en otros su inacción o sus actos. Uno que se esconde, si puede, hasta de sí mismo. El mejor ejemplo de este héroe patético lo representa el personaje femenino -nunca nombrado- de "Mi año de descanso y relajación" de Ottessa Moshfegh.

La infelicidad -la posibilidad de relato- yace en vivir eludiendo la vida.

Nuestro propio "héroe"

A pesar de todo lo que había dicho sobre "no tener apuro en hacer cambios en el Gabinete", Milei aceptó la renuncia de quien era, casi con toda seguridad, su mejor ministro: Guillermo Francos. Una baja clave. Francos era la cara racional y dialoguista de un Gobierno que se caracteriza por sus desplantes, exabruptos, torpezas y excesos interminables. Francos era la única persona con experiencia política entre un conjunto de improvisados y anoréxicos políticos; siempre soberbios e hiperbólicos.

Francos -y Milei mismo- no resistieron las tensiones de la corrosiva interna entre Karina Milei y Santiago Caputo; interna que nunca se supera. Interna que tiene el potencial de disolver el Gobierno y arrastrarnos a un abismo político, económico y social. Todo esto a pesar de la intervención -en el sentido literal de la palabra- del gobierno norteamericano en nuestra política, economía y finanzas.

Que el alejamiento de Francos se haya hecho público un día después de la conveniente foto -para enviar a Estados Unidos- de Milei con el casi plenario de gobernadores; y cuando Macri se estaba por reunir con Milei -cuando Francos fue el gestor de ambos encuentros-; es un detalle que revela a este nuevo "héroe". Ni la propia Moshfegh se hubieran atrevido a tanto. Es que, aún de estilo impresionista, surrealista o de realismo mágico; la literatura exige estructura y racionalidad, caso contrario se desmorona. Que Adorni sea el nuevo jefe de Gabinete y Santilli su ministro del Interior ayuda a un desmoronamiento no literario. No sólo los convirtió en "candidatos testimoniales" -desproveyéndoles de credibilidad y de palabra-; sino que sigue demostrando que el León necesita corderos a su lado.

Milei tenía tres activos: su auto percibida genialidad y clarividencia económica; su discurso anti-casta; y las místicas "Fuerzas del Cielo". Pero la supuesta infalibilidad económica tuvo que pedir auxilio al FMI y dos rescates a su "amigo" Donal Trump. El discurso anti-casta se hizo añicos cuando terminó de cooptar a gran parte de la "inmunda casta" en las filas libertarias. Y ahora habrá que ver qué pasa con el talibanato fundamentalista de las "Fuerzas del Cielo" -lo que sea que estas sean y representen-. Salvando todas las distancias que sé que existen; en mi opinión el despecho al Ingeniero del Caos es el equivalente simbólico a aquel "estúpidos imberbes" de Perón cuando echó a los montoneros de la plaza.

Y, a pesar de estos cambios, la interna no se resuelve; al contrario, la agrava. La tensión nunca resuelta entre el soporte emocional que es su hermana y el soporte intelectual que es Caputo, será el huevo de la serpiente de nuevos conflictos. "Ahí está, una persona zambulléndose en lo desconocido. Y lo hace por completo despierta"; dice Ottessa Moshfegh(*). Ojalá que la frase no nos sirva de advertencia. Ojalá.

* Ottessa Moshfegh es una novelista estadounidense de ascendencia croata y persa. Pertenece a la nueva generación de la escritura norteamericana

 

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