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Cada día que pasa están más expuestos esos dos sistemas con seguidores y detractores, pero también con realidades que hacen explícitas verdades que la ideología trata por todos los medios de ocultar como si fuera fácil y no viéramos un elefante en un bazar.
Hay ejemplos irrebatibles. Alemania, después de su derrota en la segunda guerra mundial, las fuerzas vencedoras dividieron al país en dos. Por un lado, la República Democrática (que nada tenía de democrática), un régimen socialista bajo el protectorado de la Unión Soviética. Por el otro, la República Federal (verdadera democracia) bajo el amparo de Occidente y con las leyes del libre mercado. A los pocos años, más precisamente el 13/8/61 el gobierno de Alemania Oriental o socialista se vio obligado a construir un muro para que sus ciudadanos no huyeran más hacia la Occidental, deslumbrados por los logros alcanzados por sus hermanos.
El 9/11/89 el pueblo de la Alemania socialista derribó ese Muro de la Vergüenza. Vio la luz entonces, en medio de extrema pobreza, un país atrasado, sin empleo, sin empresas, sin tecnología y con índices de todo tipo desastrosos, comparados con lo que exponía la Occidental donde reinaba el libre mercado.
En Corea, tras la guerra, el norte industrializado optó por el socialismo; en el sur, los campesinos se inclinaron por el libre mercado y hoy son potencia mundial mientras que del norte socialista, cerrado al mundo, nada se sabe. Pero tenemos una evidencia proporcionada por los satélites en las noches, en el sur todo está iluminado y en el norte todo es oscuridad.
En nuestro país pasamos 20 años con un sistema de tinte socialista, muy particular, por cierto, que normalizó una progresiva pobreza. Hoy estamos ingresando al libre mercado, el que deberá primero sortear el campo minado que dejara el populismo kirchnerista.