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Francisco y la fraternidad universal

Viernes, 28 de noviembre de 2025 01:29
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Hay momentos en la historia de los pueblos y las naciones en los que se hace necesario recordar lo que dijeron, propusieron y pusieron en práctica algunos líderes, pastores y referentes culturales que merecen ser escuchados, aún después de su muerte, o su retiro.

Es el caso del Papa Francisco, Papa argentino, como nos gusta decir a nosotros, cuyo pontificado tuvo un sello indeleble por su reafirmación de la doctrina social de la Iglesia, que expresa la esencia del cristianismo y, también, de la mística de San Francisco y su admiración de la naturaleza como maravillosa obra de Dios.

Jorge Bergoglio, el primer Papa sudamericano, el primer pontífice jesuita y el representante de la Iglesia del Pueblo, escribió cuatro encíclicas durante su papado. "Lumen Fidei", Luz de la Fe, que había sido redactada junto con su antecesor, Benedicto XVI y promulgada en 2013. Allí enseña que "La fe no aparta del mundo, sino que lo hace más habitable, más justo, contribuye a edificar un futuro con esperanza".

En 2015 escribió la que, probablemente, haya tenido mayor impacto en la opinión pública, "Laudato Si", nombre tomado del legado franciscano y es un pronunciamiento de fuerte compromiso con el ambiente y el cuidado de "la casa común, la tierra".

En 2020 promulgó "Fratelli Tutti", donde invita a emprender un camino de fraternidad, a ser un pueblo de hermanos, a reconciliarnos. Una fraternidad que implica reconocernos también como ciudadanos iguales, dignos de llamarnos hermanos. Poco antes, Francisco había suscrito un documento histórico sobre la fraternidad en Abu Dhabi junto al Gran Imán de al-Azhar. En aquella ocasión, los dos líderes religiosos se reconocen como hermanos y encontraron en la fraternidad la única alternativa para salir de las lógicas de confrontación que existen hoy.

En la que sería su última encíclica, "Dilexit Nos" enseña sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesús. En un mundo azotado por guerras y por una sociedad "líquida", dominada por el influjo de una tecnología que se introduce en la vida de los pueblos, Francisco subraya en esa carta que "para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor".

El canto a la vida

"Laudato Sí" fue un mensaje muy fuerte para la humanidad. Allí aborda el temor universal frente al cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación, y lo liga al modelo de desarrollo basado en la explotación y el consumo desmedido. Allí puntualiza la responsabilidad de las empresas, los consumidores y los gobiernos frente a la protección de la casa común y en la prevención sobre los efectos que la transición climática pueda provocar. Efectos que podrían ser catastróficos.

Un mensaje absolutamente vigente, pues aplaudimos con mucho entusiasmo las nuevas inversiones, nuevos capitales, sin preguntar si dichas inversiones benefician a los ciudadanos, en general, en trabajo, salud, vida digna, o solo a los " inversores", y a quienes los autorizan.

Sin dudas, "Laudato Si" y "Fratelli Tutti" tienen una íntima correlación y comparten el mismo espíritu y la misma idea de la condición humana

El cuidado de la biodiversidad, el aliento a las energías renovables, al consumo responsable y a políticas públicas que integren educación, economía y ecología, es, nada menos, que un llamado al cuidado de la humanidad misma.

A su vez "Fratelli Tutti" enseña que no hay varias humanidades sino una sola, única, de todos los hermanos.

En esta Encíclica advierte sobre la cultura individualista, indiferente del otro, en la que cada uno piensa y obra para sí mismo. Ante esta realidad propone que miremos al otro y que esa mirada sea de hermana o hermano. Y que esa mirada se traduzca en una actitud de protección, de inclusión, de defensa de la dignidad de las personas, en especial, los más vulnerables, los pobres, los excluidos. Francisco reclama a los gobiernos políticas públicas y medidas económicas centradas en el ser humano y en la cultura del diálogo y la oración.

La Encíclica es una invocación ecuménica a favor de la vida digna, sociedades justas y en las que reinen el diálogo, la participación y el consenso.

Diálogo

Dialogar fortalecer la paz. Por eso la Iglesia propone el diálogo ante los diferendos. En esta invocación, la encíclica trae a la memoria aquella reflexión de Juan Pablo III: "Si todas las guerras terminan en la mesa de la paz, ¿por qué no sentarse a esa mesa antes de empezar una guerra?".

No es una utopía, es un paradigma humano.

Por este llamado al diálogo, es que creo necesario que nos hagamos cargo de la tarea. Procuremos una vida digna para nosotros, nuestros hijos, las generaciones presentes y las futuras.

Sigamos los consejos de los grandes sabios de todos los tiempos: comprometernos en la construcción de una vida digna para todos y cada uno de los seres humanos, de ahora y del futuro.

* Este escrito es un homenaje a mi hermana mayor, Teresita ( ya fallecida) que fue médica, de pueblo y de ciudad, que atendía a mayores, con mucha fuerza y dignidad.

 

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