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El holgado triunfo de José Antonio Kast, quien obtuvo 58.17% de los votos frente a 41.63% de la candidata oficialista Jeannette Jara, constituye un hito histórico puesto que la derecha –la ultraderecha ahora– no había ganado una elección presidencial en más de 50 años. Antes, los dos gobiernos de Sebastián Piñera no cuentan como tal –de 2010 a 2014 y de 2018 a 2022– en buena medida porque él venía de una familia democratacristiana y buscaba afincar una derecha de centro moderada, la misma que logró con algunas medidas interesantes –matrimonio entre parejas del mismo sexo, alusión a los cómplices ´pasivos' de la dictadura–.
Inciden, por cierto, una serie de factores en esta apabullante derrota de la centroizquierda. El gobierno del Frente Amplio equivocó el camino de manera resonante. Buscó diferenciarse de la antigua Concertación que gobernó 30 años con la pretensión –una vez más– de refundar el país y despojarlo del denominado modelo neoliberal. Así fue como, luego de las protestas sociales de 2019 - el "estallido social" - se firma un acuerdo para sentar las bases de una Convención que fue ampliamente dominada por la izquierda más radical.
La propuesta de Constitución fue plebiscitada y también duramente derrotada por un 62% de la población, contra un 38% que buscó aprobarla. Además, la élite del Frente Amplio tuvo que recurrir a probados exministros de la Concertación cuando ya veían que el gobierno francamente se hundía. A ello se debe añadir que la nueva élite, que provenía del movimiento estudiantil de 2011, elabora una 'renovada' narrativa de la izquierda afincada en los grupos de identidades. Era el periodo autoritario del género por sobre todas las cosas, en donde en cada ministerio se sitúa a una encargada de velar por las palabras correctas y las orientaciones debidas. Sin duda, visto desde la generalidad, en otras áreas existen avances notables de las mujeres, pero algo nos dice que la ministra de la Mujer –como sucedía otrora– no tenía un claro respaldo ciudadano
La administración del presidente Gabriel Boric generó una creciente distancia con la ciudadanía, donde la inmigración, el orden público, la corrupción y la lentitud de la economía fueron el caldo de cultivo de la frustración ciudadana. A poco andar, las palabras 'orden' y 'autoridad' se pusieron a la orden del día. Ello, sin desconocer que la ministra del Interior, Carolina Toha, de la cantera de la Concertación, hizo enormes esfuerzos por dotar de mejores equipos a las policías, así como para promover importantes legislaciones que fortalecían el orden público. Lo propio intentó Mario Marcel, destacado economista socialista que logró contra viento y marea mejorar los indicadores económicos.
En estas condiciones es que gana el plebiscito la otrora ministra del Trabajo, Jeannette Jara, de militancia comunista, derrotando a Carolina Toha. Si bien Jara proviene de un ala más pragmática y desapegada de la ortodoxia comunista. también le jugó en contra el acendrado anticomunismo de la sociedad chilena. Chile se jacta de contar con un partido comunista ortodoxo que apoya tanto a Cuba como a la Venezuela de Maduro, además de a la excentricidad surrealista de Corea del Norte.
De esta manera, el tablero se corre desde el inicio de la campaña a la derecha más extrema con las candidaturas de Johannes Kaiser, del Partido Nacional Libertario, y el nuevo intento de José Antonio Kast, del Partido Republicano, por conquistar la Presidencia. La derecha más clásica de Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente (UDI) llevó como candidata a la experimentada economista y exministra Evelyn Matthei, que solo consiguió el 12.6% y quedó nada menos que en quinto lugar.
Este es el panorama que le permite a Kast un amplio triunfo. Su Partido Republicano es uno de los más votados y constituye la bancada más fuerte del parlamento. Su recetario es tan simple como conocido: con una retórica elemental, llama al orden y a la autoridad en un contexto de importante descrédito de la clase política y las instituciones en general, salpicadas de casos de corrupción tanto en el gobierno como en los tribunales de justicia.
El conocido caldo de cultivo de otros contextos estaba allí presente para que prendiera la mecha. Kast se impuso en todas las regiones del país, además, por primera vez con un voto obligatorio; fue una verdadera avalancha y una triste jornada para la centroizquierda. Nadie sabe, pero habrá que reconstruir de las cenizas a una opción socialdemócrata hoy inexistente y es altamente probable –esperemos– que el magullado Frente Amplio inicie una profunda reflexión de la honda derrota que ha sufrido, con el todavía presidente Gabriel Boric a la cabeza.
- * Dr. en Sociología y Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de la F. de Cs. Jurídicas y Sociales de la Universidad de Talca - sede Santiago
- * Artículo publicado también en la revista mejicana El Diluvio