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Esa fea costumbre de manipular el lenguaje

Martes, 23 de diciembre de 2025 01:18
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Hace muchos años, volviendo de pasar Semana Santa de la costa, me pasó una de esas cosas "normales" que suelen sucedernos a los argentinos. En el tramo entre Esquina de Croto y Dolores -cuando la ruta todavía tenía sólo dos manos y dos banquinas borrosas-; el tránsito se había convertido en una marea de autos que ocupaban esos cuatro carriles volviendo a Capital Federal. Así, algunos íbamos por la mano correcta a paso de hombre; se había formado una mano por la banquina derecha; otro buen caudal de autos iban por la mano izquierda a contramano; y otra mano -todavía más a contramano- iba por la banquina izquierda. Obvio, esos tres carriles descabellados y peligrosos avanzaban a mayor velocidad hasta provocar un atasco proverbial antes de llegar a Dolores.

Recuerdo que mis hijos -pequeños- me preguntaban por qué íbamos por el carril más lento; por qué no nos cambiábamos de carril. Toda una clase de educación cívica y vial en plena ruta que no sé si los llegó a convencer. Ellos sólo querían llegar y, ver cómo todos iban más rápido que nosotros -sin consecuencias-, no resultaba una buena lección. Recuerdo que me quedó el sabor amargo de sentir que "hacer las cosas bien" nos dejaba como "estúpidos". También recuerdo haber pensado que esas cuatro manos hacia la Capital Federal constituían un excelente retrato de nuestra sociedad.

Cada vez que se discute un blanqueo de capitales en Argentina, vuelvo a revivir esa sensación; la de que todos los que cumplimos en tiempo y forma con nuestras obligaciones tributarias somos unos "tontos" por ir por el carril correcto y que, los "vivos", otra vez, van a "ganar".

Sigamos lavando

Desde el regreso de la democracia, hubo siete regímenes para declarar dinero o bienes "fuera del sistema". Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Cristina Kirchner (dos veces), Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei; todos diseñaron "sinceramientos fiscales" buscando capturar la elusiva y mítica "montaña de dinero" en manos de argentinos fuera del sistema. Lo que nunca dijeron -ninguno-, es que todo blanqueo es inmoral.

Ahora el gobierno obtuvo media sanción para el "Proyecto de Principio de Inocencia Fiscal". Una lectura muy reduccionista de las medidas podría resumirse así: si antes existía un Estado que todo lo vigilaba, registraba y controlaba de una manera incorrecta, ideológica, perversa, sesgada y mal; ahora habrá un Estado con una ceguera intencional. ¿Temporal? ¿Permanente? Habrá que ver.

Una ley que nació de expresiones como "porque nosotros creemos que aquellos que fugaron la plata no son delincuentes sino héroes (sic)"; o "Vas a poder usar los dólares sin dejar los dedos marcados, nadie tiene por qué saber de dónde sacó usted los dólares"; o "no cumplir la ley no implica ser un delincuente si se hizo para evitar ser un 'perseguido fiscal'"; o "A veces lo que es legal no necesariamente es lícito. No es lícito que los gobiernos hijos de puta hayan puesto controles, no es lícita la ley penal cambiaria. Ustedes pueden ahorrar en lo que se les cante el culo y no hay nadie que se pueda arrogar el derecho de decir en qué pueden ahorrar o no (sic)". Todas expresiones de archivo del señor presidente de la Nación.

Que no se deje de afirmar que el dinero no es "mal habido" sino que se trata de "buenas personas que tuvieron que recurrir al mecanismo de la evasión para proteger sus ahorros genuinos de la voracidad fiscal" no ayuda. Que el plan no prevea ninguna compensación para los ciudadanos que cumplieron con sus obligaciones tributarias en tiempo y forma; tampoco. Siento que, fiel a su tradición de enredarnos en palabras fastuosas y siempre hiperbólicas, el gobierno logra media sanción en algo que terminará premiando la evasión y otros delitos; sin que se le mueva -ni a ellos ni a nosotros- ni un músculo de la cara.

Presentado como un "cambio de régimen", necesita ajustes a la información personal obligatoria a enviar a la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA); a los registros que exige la Unidad de Información Financiera (UIF); a los umbrales para pedir informes sobre operaciones de los contribuyentes; más una declaración simplificada de Ganancias. Es justo decir que algunas medidas son razonables y bienvenidas; otras no. A esto, hay que agregar la necesidad de modificar otras dos leyes en el Congreso para "blindar" a quienes se acojan a la modalidad, y evitarles eventuales "persecuciones" a futuro. ¿Cómo se asegura que este "blindaje" no pueda ser desarmado por un gobierno posterior? No lo sé.

Con todas las letras; el" Principio de Inocencia Fiscal" es un blanqueo más. La manipulación del lenguaje es una perversión intelectual cuyo único fin es impedir que se llegue a la verdad de las cosas. Cuanto más se manipula el lenguaje, mayor es la erosión a la democracia cuyos cimientos son la transparencia y la verdad.

Por desgracia ninguna democracia es inmune a las manipulaciones del lenguaje y votar no nos evita salir de un universo de mentiras para entrar en otro igual o peor. "El desmoronamiento de una cultura comienza con la perversión del lenguaje" asevera Hisashi Kashiwai, en su novela "Los misterios de la Taberna Kamogawa". Tiene razón.

 

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