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¡Lo juro por mi vieja!

Miércoles, 10 de diciembre de 2025 01:35
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Tenemos la mejor presidencia de la historia de la humanidad; al "Coloso de las Reformas"; a la mejor ministra de seguridad de la historia; al mejor ministro de economía de la historia. Tenemos al mejor Gabinete de la historia gracias al cual se están llevando a cabo las reformas más profundas de la historia de la humanidad. Todos estos son dichos -en uno u otro momento- del señor presidente de la Nación referidos a sí mismo o su equipo. La hipérbole es gobierno.

Raro, pero en toda la sesión preparatoria donde se tomó juramento a los próximos diputados de la Nación, no se dijo que se tratara del mejor Congreso de la historia. No se habló de "héroes" ni se dijo nada hiperbólico para referirse a ese zoológico variopinto -sin distinción de pertenencia política- que asumirá sus funciones el 10 de diciembre. A decir verdad, hubiera sido absurdo hiperbolizar un momento tan bizarro, lastimoso y extravagante -de nuevo, sin distinción de banderías políticas-; y donde todos quienes participaron contribuyeron al bastardeo de una ceremonia que no se debería bastardear.

De acuerdo con el Reglamento de la Cámara de Diputados, sólo existen cuatro fórmulas permitidas: "Sí, juro", acompañadas -o no- de las palabras" por la Patria", "por Dios y la Patria", o "por Dios, la Patria y los Santos Evangelios". Nada más. No vale decir "Te lo juro por mi vieja". Menos jurar invocando consignas partidarias vacías de toda proporción y sentido.

El concepto del juramento implica invocar a algo o a alguien que se considera sagrado y que le da respaldo a esa palabra empeñada. Lo que hicieron, en cambio, fue distorsionar el juramento: en lugar de poner a esa otra cosa que se valora como sacra y que garantiza la honra; expresaron consignas vacías y trilladas. No tiene sentido jurar por "el colectivo de la discapacidad, las niñas y niños masacrados en Gaza"; "por el derecho del pueblo palestino de existir desde el río hasta el mar"; o "contra la intervención de los Estados Unidos en Venezuela". Por "los wichis" o "por los desaparecidos". Tampoco "por el Garrahan" o "por Hebe, las madres y abuelas en lucha". Tampoco "por la libertad de Cristina"; ¿qué significa jurar por la libertad de Cristina? O jurar por "Moreno" como lo hizo la diputada María Elena Velázquez; confundiendo el orgullo peronista -al que tiene derecho, tal y como lo expresó- con una defensa absurda de un delincuente condenado. Porque Guillermo Moreno ha sido condenado. Cristina también. No se puede dejar de lado "detalles" así. Tampoco es admisible jurar y darse vuelta y gritar "Tomá; tomá", acompañando las palabras con gestos obscenos. Es la ceremonia de jura en un recinto sagrado para la democracia; no las tribunas de una cancha de fútbol que festejan un gol en un súper clásico. A decir verdad, suelo ver más nivel, más clase y más respeto en las canchas de fútbol a las que voy.

También fue triste ver a un ex-candidato a la presidencia de la Nación -el que ahora se aferra a una banca de Diputado conseguida por apenas décimas de puntos porcentuales-, darse vuelta y hacerle gestos al palco presidencial. Se espera algo más de quien fuera aspirante a la presidencia. De haber sido elegido presidente, ¿le hubiera gustado que esos gestos se los hicieran a él? Tampoco fueron correctos los gritos desde el palco presidencial, pero, siendo justos, hay que reconocer que en otras oportunidades hubiera sido un espectáculo grosero y, esta vez, fue algo bastante más medido.

"Cuando todo se vuelve hipérbole -"el mejor de la historia"- la política deja de ser institucional y pasa a ser un reality.

Tampoco fue correcto lo que hizo, desde la primera fila, la diputada terraplanista Lilian Lemoine, encargada de provocar a todo próximo diputado que no se alineara con la particular visión de la política y de la vida de LLA (y de la geología). Lo de Lemoine fue -durante todo el acto- bochornoso y a tono con la sesión. En esto le doy la derecha -qué paradoja- a Myriam Bregman cuando dijo: "Que esta señora se calle la boca porque nos tiene re cansados". A mí también.

No entiendo que no se den cuenta que faltarle el respeto a cada una de las investiduras en todos los niveles sólo nos perjudica. Nos degrada. Nos brutaliza. Le sigue quitando representatividad y legitimidad a la política toda, mientras carcome a la democracia desde adentro. Qué ciegos que estamos si no podemos verlo.

Para cerrar el bochorno, la peor nota la dio el diputado radical por el Chaco Gerardo Cipolini quien presidía la jura por ser el miembro de más edad de la Cámara. Cuando pasó al frente su coterránea de La Libertad Avanza Rosario Goitia, soltó un espontáneo "¡Che, pero ¡qué buena que está la peruca!". Como toda explicación dijo: "La tecnología ha avanzado a límites irreconocibles y uno sale diciendo cosas que no ha dicho". "No voy a pedir perdón por algo que no he dicho". Sin palabras. Debería renunciar a su banca, ya.

"La jura no fue un rito republicano sino un carnaval de consignas, gestos y chicanas".

Se trata del Congreso de la Nación y de la ceremonia que prepara a la gente que votamos y elegimos para representarnos; para que sean parte del corpus encargado de proponer y redactar nuevas leyes; o de votar reformas y cambios a las que ya existen; leyes que regulan nuestra vida en sociedad. También es cierto que una gran mayoría de ellos navegarán -aferrados a sus bancas- en un mar de intrascendencia; languideciendo de futilidad hasta que les toque renovar o irse de allí. Sólo que, si comienzan así, faltándose el respeto entre todos y a todos; ¡te lo juro por mi vieja!; nada bueno saldrá de allí.

 

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