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La amenaza de la brecha digital

Jueves, 27 de febrero de 2025 01:52
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El avance de la robótica es innegable. La reciente aparición de un robot caminando por las calles de Puerto Madero, en Buenos Aires, ha generado asombro y admiración, pero también ha abierto un debate necesario sobre las prioridades en nuestro país. ¿Hasta qué punto debemos invertir en tecnología avanzada cuando miles de argentinos no tienen acceso a educación de calidad, a una computadora para estudiar o, peor aún, deben abandonar sus estudios para trabajar y sobrevivir?

También podría expresarse de otro modo: un proyecto productivo nacional, sólido y creíble, va a derivar en inversiones tecnológicas de punta, que el Estado debe alentar y a las que la universidad y las escuelas pueden y deben hacer una gran contribución.

Pero nuestra realidad es cruda; la educación es la base del desarrollo de cualquier nación; sin embargo, en Argentina, la mitad de los jóvenes se ven obligados a truncar sus sueños por la necesidad de llevar un plato de comida a su mesa. En este contexto, surge un interrogante que nos interpela como sociedad: ¿es justo destinar enormes sumas de dinero a proyectos de robótica y olvidarnos que persisten enormes desigualdades en el acceso a la educación?

La brecha tecnológica

La robótica y la inteligencia artificial han logrado avances impresionantes en los últimos años. Desde la automatización de procesos hasta la creación de máquinas que pueden caminar entre los seres humanos, la tecnología está cambiando la forma en que interactuamos con el mundo. Pero esta transformación no es homogénea ni inclusiva.

Es más, uno de los grandes desafíos de las organizaciones humanitarias y políticas internacionales es el de evitar que, en el futuro cercano, la inteligencia artificial se convierta en una fábrica de excluidos.

Mientras en algunas partes del mundo los robots pueden hacer entregas o realizar tareas que antes requerían mano de obra humana, en otras, niños y jóvenes deben recorrer kilómetros para llegar a una escuela sin acceso a internet o recursos básicos.

En Argentina, la brecha digital es un reflejo de la desigualdad social. Según datos recientes, más del 40% de la población vive en situación de pobreza, y muchos estudiantes no tienen acceso a dispositivos electrónicos o conexión estable a internet. ¿Cómo podemos hablar de avances tecnológicos cuando hay niños que deben estudiar a la luz de una vela o compartir un solo teléfono celular entre varios hermanos para hacer sus tareas escolares?

La educación

Históricamente, la educación ha sido la herramienta más poderosa para transformar realidades. Un joven que logra completar sus estudios secundarios o universitarios tiene mayores posibilidades de acceder a un empleo digno, mejorar su calidad de vida y contribuir al desarrollo del país. Sin embargo, el acceso a la educación sigue siendo un privilegio para muchos.

En las zonas más vulnerables, la deserción escolar es una problemática alarmante. Factores como la falta de recursos, la necesidad de trabajar desde temprana edad y la precarización de la infraestructura educativa hacen que muchos jóvenes abandonen sus estudios. En este contexto, resulta paradójico que se destinen grandes sumas de dinero a desarrollos tecnológicos cuando la educación sigue siendo una asignatura pendiente.

El dilema no es "tecnología contra educación", sino cómo equilibrar las inversiones para garantizar que todos los sectores de la sociedad se beneficien de los avances científicos. La robótica puede ser una herramienta valiosa para mejorar la calidad de vida de las personas, pero su desarrollo no debe hacerse a costa de la educación y el bienestar de la población. Todo lo contrario: el desarrollo educativo y el tecnológico deben ir de la mano.

Es fundamental que el Estado y las empresas tecnológicas inviertan en programas educativos que permitan a los jóvenes formarse en las nuevas tecnologías. En lugar de destinar millones a la importación y desarrollo de robots que aún no tienen un impacto real en la vida cotidiana de la mayoría de los argentinos, sería más beneficioso crear programas de inclusión digital, mejorar la infraestructura escolar y garantizar el acceso a internet en todo el país.

El futuro

El avance tecnológico es inevitable y necesario, pero debe ir de la mano con una educación inclusiva y accesible. Países como Finlandia o Alemania han logrado integrar la tecnología en sus sistemas educativos sin descuidar la formación básica de sus ciudadanos. Argentina tiene el desafío de encontrar un equilibrio entre la innovación y la justicia social.

La pregunta no es si debemos invertir en robótica, sino cómo hacerlo de manera responsable. Si no garantizamos el acceso a la educación para todos, la brecha entre quienes pueden acceder a la tecnología y quienes no, se hará cada vez más profunda. En un país donde aún hay niños que van a la escuela con hambre, priorizar la educación debe ser una decisión incuestionable.

 

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