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Las Pruebas PISA (Programme for International Student Assessment) son uno de los mayores indicadores del desempeño educativo en el mundo. Este programa, organizado por la OCDE, mide cada tres años las competencias de estudiantes de 15 años en Lectura, Matemáticas y Ciencias, ofreciendo un panorama global sobre la calidad y equidad de los sistemas educativos. Los resultados de la edición 2022, publicados recientemente, presentan un diagnóstico alarmante para Argentina y otros países de América Latina.
En este artículo, analizaremos el desempeño de Argentina, identificaremos las causas subyacentes del bajo rendimiento y propondremos estrategias concretas para mejorar, no solo en los rankings internacionales, sino también en la calidad educativa de nuestros jóvenes, quienes representan el futuro del país.
Resultados en Argentina
Los resultados revelan qEue el 72,9% de los estudiantes argentinos no alcanzaron los niveles mínimos en Matemáticas, lo que significa que casi tres de cada cuatro adolescentes no logran realizar cálculos básicos o interpretar datos numéricos simples. En Lectura, cerca del 50% no alcanza los estándares mínimos, lo que implica dificultades significativas para comprender textos básicos, algo esencial en la vida cotidiana y en el ámbito laboral. En Ciencias, aunque hubo una leve mejora respecto a 2018 (dos puntos), los puntajes siguen siendo insuficientes para competir con países líderes como Singapur, Japón o Finlandia.
A nivel regional, Argentina se encuentra por detrás de países como Chile, Uruguay y México. Aunque supera a naciones como Panamá, República Dominicana y Paraguay, este posicionamiento no es alentador. En lugar de destacar como líder regional, Argentina muestra un estancamiento preocupante, especialmente en áreas críticas como Matemáticas, donde el desempeño está muy por debajo del promedio internacional.
Contexto histórico
El desempeño de Argentina en PISA no es un fenómeno aislado. Desde su primera participación en 2000, los resultados han mostrado oscilaciones y retrocesos, reflejando un sistema educativo que no ha logrado adaptarse a las demandas del siglo XXI. La comparación con países que invierten estratégicamente en educación, como Finlandia o Corea del Sur, pone de manifiesto las falencias estructurales de nuestro sistema: falta de recursos, desigualdad socioeconómica, desvalorización docente y una gestión educativa fragmentada.
En América Latina, Uruguay y Chile han implementado reformas educativas que les han permitido mejorar su desempeño en PISA. Por ejemplo, Chile ha invertido en tecnología educativa y programas de formación docente, mientras que Uruguay destaca por su Plan Ceibal, que distribuyó computadoras portátiles a todos los estudiantes y docentes de primaria y secundaria, promoviendo una alfabetización digital masiva. Estas iniciativas demuestran que, con políticas sostenidas y bien dirigidas, es posible revertir tendencias negativas y avanzar en los rankings internacionales.
¿Por qué tan bajo rendimiento?
* Desigualdad socioeconómica: La educación en Argentina está marcada por profundas brechas socioeconómicas. Las escuelas en contextos vulnerables carecen de recursos básicos, desde libros hasta infraestructura adecuada, lo que limita las oportunidades de aprendizaje de los estudiantes. Según el informe de las Pruebas PISA, incluso los estudiantes del cuartil socioeconómico más alto en Argentina obtienen resultados que los ubican en la parte baja del rendimiento global, mientras que aquellos del cuartil más bajo enfrentan barreras casi insuperables para alcanzar niveles básicos.
Impacto de la pandemia: El COVID exacerbó problemas preexistentes, afectando la continuidad educativa y profundizando las desigualdades. Las clases virtuales, implementadas de manera desigual, dejaron a millones de estudiantes sin acceso a una educación de calidad. Según UNICEF, el 63% de los niños y adolescentes argentinos no tuvo acceso regular a dispositivos electrónicos durante el confinamiento, lo que afectó especialmente a los sectores más vulnerables.
Formación y condiciones en el ejercicio de la docencia: la desvalorización de la carrera docente es un problema estructural en Argentina. Los bajos salarios, la sobrecarga laboral y la falta de formación continua limitan la capacidad de los docentes para innovar y adaptarse a las nuevas demandas educativas. Esto impacta directamente en la calidad de la enseñanza, especialmente en áreas como Matemáticas y Ciencias, que requieren habilidades pedagógicas especializadas.
Falta de innovación pedagógica: El sistema educativo argentino sigue basándose en metodologías tradicionales que no fomentan el pensamiento crítico ni la resolución de problemas, competencias clave evaluadas por PISA. Mientras otros países han adoptado enfoques más dinámicos y centrados en el estudiante, Argentina no ha logrado incorporar de manera efectiva estas prácticas innovadoras.
La secuela del estancamiento: El bajo rendimiento en las Pruebas PISA no solo afecta el prestigio internacional del sistema educativo argentino, sino que tiene repercusiones a largo plazo en el desarrollo económico y social del país. La incapacidad de formar estudiantes con competencias básicas limita su inserción en el mercado laboral, reduce la productividad y perpetúa ciclos de pobreza. Además, un sistema educativo deficiente genera ciudadanos menos informados y menos preparados para participar activamente en la vida democrática.
Cómo mejorar
Incrementar la inversión en educación: Para alcanzar los estándares internacionales, es esencial aumentar el presupuesto educativo. Esto incluye mejorar la infraestructura escolar, garantizar el acceso universal a tecnología y proporcionar materiales didácticos de calidad. También es necesario invertir en programas que reduzcan la brecha digital, asegurando que todos los estudiantes, independientemente de su contexto socioeconómico, tengan acceso a dispositivos electrónicos y conectividad.
Reformar la Formación Docente: Los docentes son el pilar fundamental de cualquier sistema educativo. Por ello, es crucial implementar programas de formación continua que actualicen sus competencias pedagógicas. Además, se deben establecer incentivos salariales y laborales que atraigan a los mejores talentos al ámbito educativo y reduzcan la alta rotación de personal en zonas rurales o desfavorecidas.
Innovar en metodologías de enseñanza: La educación tradicional debe dar paso a enfoques más dinámicos que promuevan el aprendizaje activo y el desarrollo de competencias transversales. Esto incluye la incorporación de tecnologías educativas, proyectos interdisciplinarios y actividades que fomenten el pensamiento crítico. Por ejemplo, programas como "Aprender Matemáticas Jugando" o talleres de lectura interactivos podrían mejorar significativamente el interés y el desempeño de los estudiantes.
Fortalecer la educación técnica y científica: En un mundo cada vez más tecnificado, es fundamental promover la educación en áreas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Esto puede lograrse mediante la creación de laboratorios equipados, concursos de innovación y alianzas con universidades y empresas tecnológicas que ofrezcan pasantías y mentorías a estudiantes secundarios.
Reducir la desigualdad educativa: Es necesario implementar políticas focalizadas que brinden apoyo adicional a las escuelas en contextos vulnerables. Esto incluye la contratación de personal de apoyo (psicólogos, asistentes sociales) y la provisión de recursos específicos para estudiantes con necesidades especiales. Programas como becas escolares, transporte gratuito y comedores escolares también pueden contribuir a nivelar el terreno para los estudiantes más desfavorecidos.
Evaluación y monitoreo continuos: Los sistemas de evaluación periódica permiten identificar problemas y ajustar estrategias en tiempo real. Sin embargo, estas evaluaciones deben ser utilizadas como herramientas de mejora, no como mecanismos punitivos. Es esencial promover una cultura de aprendizaje y autoevaluación tanto en las escuelas como en los organismos gubernamentales.
Fomentar la participación de la comunidad educativa: La educación no es solo responsabilidad de los docentes y el gobierno; las familias y las comunidades también tienen un rol crucial. Promover una mayor participación de los padres en la vida escolar, así como alianzas con organizaciones de la sociedad civil, puede enriquecer el proceso educativo y fortalecer los vínculos entre escuela y comunidad.
El camino hacia la excelencia
Mejorar el desempeño de Argentina en las Pruebas PISA es un desafío complejo, pero no imposible. Más allá de los rankings, el objetivo debe ser construir un sistema educativo inclusivo y de calidad que prepare a nuestros jóvenes para enfrentar los desafíos del siglo XXI. La educación es la herramienta más poderosa para transformar sociedades y romper ciclos de pobreza; por ello, invertir en ella no es solo una obligación moral, sino una estrategia clave para el desarrollo sostenible del país.
Con voluntad política, compromiso social y un enfoque integral, Argentina puede revertir la tendencia actual y volver a ser un referente regional y global en educación. Los resultados de PISA 2025 serán un termómetro del progreso logrado, pero el verdadero éxito será construir un sistema que brinde oportunidades reales a todos los niños y jóvenes del país.