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Dice el poeta inglés William Blake en "Las bodas del cielo y el infierno": "Si las puertas de la percepción se limpiaran, todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito. Pues el hombre está confinado en sí mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna". Me pregunto si a nosotros, los argentinos, no nos pasa esto. Si no nos hemos encerrado tanto dentro de nosotros mismos que sólo vemos la realidad a través de rendijas demasiado estrechas.
Tantos años de distintos peronismos obsoletos y adulterados; tantos años de radicalismos insulsos y tergiversados; tantos años de un kirchnerismo maniqueo y totalitario; tras un tiempo de una fuerza política intrascendente que nunca entendió qué era ni para qué estaba y que se auto inmola -cada vez que puede- en la hoguera de sus infinitas vanidades; y ahora, tras un tiempo de un mileísmo que sólo amplifica las maldiciones del kirchnerismo; nuestras rendijas se siguen estrechando.
Perón está muerto y su doctrina había muerto antes que él. Todos los "próceres" del radicalismo están muertos; sus doctrinas también. Néstor Kirchner está muerto y, salvo una "guerra cultural" -iniciada por él y llevada al extremo por su mujer-, con la que malversaron en provecho propio cada política de Estado, cada noción de Derecho correcta, y cada idea de sana normalidad y civilidad-; tampoco dejan doctrina ni legado alguno. Sólo una sociedad en llamas y un país en ruinas. Mientras tanto, Milei reedita la "guerra cultural" en lo que suena a "al kirchnerismo más kirchnerismo". Pero esto no es matemáticas; un rumbo equivocado multiplicado por acciones de signo contrario, no dan un curso correcto. Menos uno virtuoso. Y así, con ese amor que tienen estos nuevos y estrafalarios masones por la Roma imperial -tal vez creyéndose Escipión Emiliano-, salan las brasas humeantes, rezando para que nada vuelva a crecer de ellas.
El país está quebrado; roto. Sus instituciones también. Pero todos pretenden llevar adelante "guerras culturales" en nuestro nombre; como Cruzados en la búsqueda del Santo Grial. Toda ocasión es tomada rehén de miradas siempre sesgadas; siempre incompletas. Mientras tanto, los campesinos somos quienes financiamos cada "Santa Expedición".
La política, dice Platón, "es causa del bienestar del Estado que debe favorecer el bien público y no el bien particular, porque el interés común liga y une las partes del Estado, mientras que el interés privado las desune". Para el diccionario filosófico "la política es, de manera principal, la actividad deliberativa y argumentativa de quienes se preocupan por la vida en común". Bien público; interés común; ligar partes, no desunir; deliberar; argumentar. Preocuparse por una vida en común. La política murió.
La política ha muerto y como en las malas películas de zombis, los políticos y sus actores sociales deambulan por las calles con la cara verde, los ojos turbios y los brazos extendidos; sin entender que no encarnan nada; que representan cada vez menos. Y que, en un círculo vicioso, sólo les queda imitar a la política que se hace por internet. A esto queda reducido todo: a gritos e insultos; a afirmaciones que luego serán negadas y a negaciones que es fácil refutar. Nadie lo hace; se los deja fluir. Nada cambia. Por lo menos no para mejor.
El sistema estalla. La fragmentación alcanza al propio minúsculo, torpe y burdo oficialismo. Las esquirlas hieren a propios y a ajenos sin distinguir. La sesión del Congreso a propósito del incorrecto DNU que le permite avanzar al gobierno en un acuerdo con el FMI así lo prueba. Gritos, insultos, bravuconadas, chapucerías, patriotismo vacío; megáfonos; más insultos. Al menos, esta vez se evitaron los golpes de puño. No quiero imaginar cómo será la sesión en el Senado cuando se busque ratificar al impensable Lijo como juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Si Lijo accediera a esa posición, quizás entonces también la Justicia haya muerto. Quizás sea el verdadero final de la República. Una marcha, por más sediciosa que sea, no atenta contra la República como aseguraba el mensaje oficial; un personaje así en la Corte Suprema, sí.
Sigamos mirando por rendijas cada vez más estrechas; encerrándonos cada vez más en nuestra caverna intrascendente; viendo cada vez menos lo que nos pasa en realidad. No nos preguntemos después, a los gritos y rasgándonos las vestiduras, qué fue lo que nos pasó. Sigamos así, unos invocando a un Perón muerto, enterrado y superado; otros a otras figuras e idearios igual de muertos; otros a falsas defensas que antes no supieron o no quisieron defender; otros, falsas guerras culturales que rompen sin construir.
Dice William Blake en el mismo poema: "En tiempos de siembra aprende, en la cosecha enseña y en el invierno goza. Conduce carro y arado sobre los huecos de los muertos. La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría". Ya hemos transitado demasiado tiempo por la senda del exceso y hemos conducido muchos carros por sobre los huecos de demasiados muertos. Es hora de dejar de husmear por las rendijas de una caverna tan estrecha y de buscar el camino que nos lleve al palacio de la sabiduría. Dejar de confundir y de maridar el cielo con el infierno; y viceversa. ¿Lo habremos de hacer?