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El 1 de noviembre de 1968 entrevisté al general Perón en Puerta de Hierro para la revista Confirmado. Perón se presentó luciendo una amplia sonrisa gardeliana y me brindó su saludo cordial. Sentí una emoción inexpresable porque ante mi estaba esta esfinge viva, que tenía en lo más recóndito de su ser las claves del destino argentino. Su actitud empática favoreció el desarrollo de un dilatado y distendido diálogo sobre la situación de nuestra patria y su futuro. Vaticinó el fin de la Revolución Argentina y proclamó la victoria final del peronismo. Su fe en este éxito, lo fundó en la férrea disciplina del movimiento y en su firme "conducción vertical". Afirmó que"mis oponentes no son meros adversarios o compatriotas que piensan en forma distinta a nosotros, sino que son enemigos de la patria"(SIC).
Su posición era retórica, porque él fue un negociador nato. Ejemplos al canto: Perón negoció su exilio con Mario Amadeo y el General Leonardi para evitar el baño de sangre que le sugería el comandante Solveyra Casares para acabar con la asonada Libertadora. Convino con Rogelio Frigerio ungir a Arturo Frondizi quien en ese momento era la mejor y más brillante esperanza. No alentó el Cordobazo ni aceptó las seducciones de los golpistas. Pero su discurso confundió a sus epígonos de derecha, los sicarios de la Triplea A y también a los asesinos de izquierda, los Montoneros y la tendencia, quienes tras la matanza de Ezeiza protagonizaron la feroz guerra civil, afortunadamente breve, que derramó ríos de sangre argentina.
Un caso testigo actual es el combate por el predominio ideológico en el Congreso Nacional, que debe ser el palacio de la concordia, donde se deberían forjar los consensos para lograr que el país prospere y crezca. El peronismo abroquelado en su doctrina, en su dogmática verticalidad, impide, se abstiene, bloquea todas las iniciativas gubernativas sin siquiera analizarlas. Así ocurrió con las leyes de reforma que se aprobaron mutiladas y por milagro. Más recientemente la batalla se centró en el ámbito del Poder Judicial, donde el Senado ha pisado el acuerdo de los jueces federales que deben cubrir la gran vacancia existente. En este orden se inscribe la integración de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Recientemente juró el impecable Dr Manuel García Mansilla ante el presidente de ese tribunal, cuyo pliego fue sometido al escrutinio y aprobación del Senado de la Nación en abril de 2024. Desde entonces no fue tratada esta propuesta que cubría la vacante de Juan Carlos Maqueda, quien cesó el 29 diciembre pasado. Tampoco se trató el pliego del Ariel Lijo presentado para el acuerdo senatorial. El Poder Ejecutivo realizó escrupulosamente los procedimientos rituales previstos, se cumplieron las audiencias públicas y se completaron los requisitos legales para lograr el pronunciamiento senatorial. La bancada K invocando un verticalismo inaceptable para un senador, acató la orden de su jefa de no tratar esos pliegos a pesar de que la Corte Suprema perdió dos de sus cinco miembros. Ante este nuevo bloqueo "sine die", el presidente de la Nación ejerció la facultad prevista en el artículo 99 inciso 19 de la Constitución Nacional, que le permite nombrar en Comisión a los Jueces Federales y Jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Recordamos que cuando se aprobó la Constitución en 1853 el presidente Justo José de Urquiza, ejerció esta facultad y el 26 de agosto de 1854 designó en Comisión a todos los miembros de la primera Corte Suprema de Justicia de la Nación, a saber: los abogados Gabriel Ocampo, José Roque Funes, Martín Zapata, el salteño Facundo de Zuviría, Bernabé López, Benito Graña, Nicanor Molinas y Baldomero García. Esta práctica fue frecuente y no objetada desde 1853 hasta el presente. Evocamos al presidente Bartolomé Mitre que designó en Comisión a Francisco de las Carreras como presidente de la Corte por decreto del 6 de enero de 1863. Esta misma actitud tomó el presidente Nicolás Avellaneda quien en 1878 nombró a Usladislao Frías para integrar la Corte. Este temperamento utilizó el presidente Carlos Pellegrini para designar al juez Benjamín Paz y por José Figueroa Alcorta quien designó en comisión a Dámaso Palacios en 1910.También optaron por esta solución Juan Domingo Perón, María Estela de Perón, Raúl Alfonsin y Carlos Saul Menem
La jurisprudencia y la doctrina se han pronunciado en forma concordante, coincidente y sin divergencias sobre la constitucionalidad de esta facultad presidencial. Algunos intérpretes coyunturales de la Constitución, han afirmado que el presidente Javier Milei violó la Constitución. No hay tal cosa. La reforma de 1994 dejó incólume el texto plasmado en la reforma de 1860. El presidente eligió in extremis una solución prevista en la Constitución que le da tiempo a los senadores para que reconsideren su posición por el bien del país.
Una multitud de candidatos a jueces esperan su acuerdo desde hace más de 4 años. ¿El pueblo deberá soportar otro año que el Senado despierten de su letargo?
No hay más tiempos para chicanas, bloqueos y demoras. El país requiere una actividad parlamentaria intensa y reformadora. No es tiempo de aceptar los discursos del odio que destruye, las posiciones antagónicas e irreflexivas, que nos llevan a ser considerados un "reino dividido que será pasto de las fieras".