inicia sesión o regístrate.
Nadie discute lo que fue Román Riquelme como jugador de Boca, ni las victorias ni los títulos que le dio, pero no es lo mismo ser parte de un exitoso plantel, que armar su propia "jauría de perros " o "manada de burros" sin alma ni corazón.
Y eso es hoy Riquelme en un Boca que no existen los técnicos, el Consejo del Fútbol ni la cantera xeneize. Tampoco existen los socios ni los hinchas. El club es solo "suyo" y de "sus socios".
Malas incorporaciones, malos negocios y una inundación de soberbia y autoritarismo marcan el presente nefasto que roza los peores momentos del club más popular de la Argentina y uno de los principales del mundo.
Con un Edinson Cavani o Sergio Romero de 38 años; un Marcos Rojo, Luis Advíncula o Ander Herrera de 35, un Agustín Marchesín de 37 o un Frank Fabra de 34, quizás Riquelme buscó que la experiencia se contagie hacia abajo, pero, al margen del recién llegado Leandro Paredes, con un nivel superior y vigente, los demás solo están pintados en la cancha.
Sin Copa Libertadores, ni Sudamericana, ni Copa Argentina y luego de haber fracasado en el Mundial de Clubes y dar lástima en el torneo local, lo único que contagia el xeneize es que todos sus rivales le pierdan el respeto en cada partido.
Boca está lejos de un descenso casi imposible, de quemar su estadio o pedir a cada minuto la cabeza de sus dirigentes, pero el volcán que no tiembla y solo late está cada vez más cerca de estallar si el rumbo no marca una salida a corto plazo con los resultados en cancha.
Y la frase que se convirtió en un slogan "esto es Boca", hoy en día se transformó en "esto es bosta". No es una pena, es mucha bronca de la "mitad más uno", que no encuentran ninguna alegría ni esperanza en este grupo... "sin alma".