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Escribir es crear

Lunes, 21 de abril de 2025 01:59
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Siempre buscamos la idea genial o la inspiración mágica que nos proyecte como escritores o periodistas y esta ambición no reconoce diferencias; hay escritores consagrados que siguen buscando la inspiración superior en cada nuevo libro.

El encuentro con ella de Gabriel García Márquez en México fue un hecho puntual, en el que él se sintió transportado y desinhibido para dejar salir su imaginación, sin ponerle límites y volar por los cielos de Cien Años de Soledad.

En realidad, historias sobran, solo faltan escritores capaces de captarlas y contarlas, con argumento atrapante, suficiente misterio, pasión y buena prosa para inmortalizarlas en el papel de los tiempos, que los humanos llamamos libro y que una vez leído conservamos en estanterías de madera que pomposamente llamamos bibliotecas y son en realidad depósito de historias vividas o imaginadas por los hombres que componen el universo que hemos habitado sin permiso al leer uno de sus libros.

Allí quedan inertes los personajes que animamos al leerlos, son de alguna manera nuestros Lázaros, que inexorablemente al dejar de leerlos se transforman en tinta y papel.

En realidad, es como si cada lector reescribiera el libro al identificarse con tal o cual personaje al odiar y amar con él, Los libros tienen un solo texto, pero miles de interpretaciones. Es tan frondosa la imaginación de los lectores, que los mismos autores suelen sorprenderse de lo que los lectores ven en las conductas de sus personajes o en sus móviles, jamás imaginadas por ellos.

Después viene la inevitable metamorfosis de la historia que en el tiempo hace el lector involuntariamente.

Según la opinión de neurocientíficos a medida que alguien cuenta o recuerda una historia, su propio cerebro la modifica sin que sea un proceso consciente.

Los libros son, entonces, verdaderos documentos de historias reales o contadas, que siempre se pueden volver a constatar en su intención original.

Son, además, prueba de los aciertos o errores, y sobre todo, de la perspectiva de la escritura y el pensamiento de otros tiempos, de las proyecciones que se hacían sobre nuestro presente.

Y nos da la posibilidad de evaluar, con cierta sensación de viajar al pasado, cuan acertado o equivocado estaba aquel escritor a quien conocimos solo por su pensamiento.

Pero, escribir una historia es poner a volar la imaginación sin preconceptos, los escritores creativos luchan contra su propio conocimiento y preconceptos, que les proponen modelos y caminos repetitivos con lugares comunes.

El esfuerzo para romper las telarañas que condicionan nuestra imaginación debe ser real, consciente y voluntario. Superar el temor a escribir ideas que parezcan absurdas es parte de la elaboración final en búsqueda de una creación literaria con renovada luz y originalidad.

García Márquez solía afirmar que su obra máxima era "El amor en los tiempos del cólera" y efectivamente su prosa cuidada y exquisita la transforma en una obra maestra, sin embargo en uno solo de sus libros dejo salir de dentro suyo el torrente imaginativo que lo habitaba, sabía que Remedios la Bella no podía ser etérea y elevarse con las sábanas de Fernanda, que el olvido de los nombres de las cosas, rayaba en la locura, que la fertilidad que Aureliano Segundo le infundía a sus conejos y ganado era sobrenatural y mágica, pero no le importó y nació Cien Años de Soledad una obra maestra de la humanidad en la que había que explicar las irracionalidades y la magia que la animan y entonces surgió la justificación de la obra maestra; precisamente se trataba del "realismo mágico". Lo bueno siempre se puede explicar.

Escribir es crear y toda creación tiene, al nacer, vida propia y su camino será el que el lector decida.

 

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