Parábola de los Puercoespines: "En un crudo invierno, los puercoespines de una manada se apretaron unos contra otros para prestarse mutuo calor. Para hacer así se hirieron recíprocamente con sus púas y hubieron de separarse. Obligados de nuevo a juntarse por el frio, volvieron a pincharse y a distanciarse. Estas alternativas de aproximación y alejamiento duraron hasta que les fue dado hallar una distancia media en la que ambos males resultaban mitigados". (Arthur Schopenhauer)
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Parábola de los Puercoespines: "En un crudo invierno, los puercoespines de una manada se apretaron unos contra otros para prestarse mutuo calor. Para hacer así se hirieron recíprocamente con sus púas y hubieron de separarse. Obligados de nuevo a juntarse por el frio, volvieron a pincharse y a distanciarse. Estas alternativas de aproximación y alejamiento duraron hasta que les fue dado hallar una distancia media en la que ambos males resultaban mitigados". (Arthur Schopenhauer)
El hecho de violencia extrema vivido en la escuela de Villa Esmeralda conmociona a toda la provincia. Pero este caso de un alumno adolescente armado con un machete no es aislado. Es paradigma de la violencia escolar.
Las dificultades para la convivencia escolar exigen respuestas tanto a los docentes como a las familias en su rol de adultos que acompañan la educación de niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Estas dificultades se producen tanto por lo que acontece dentro de las escuelas, como por todo aquello que ocurre por fuera de ellas y que, de algún modo, directo o indirecto, las implica y afecta. En ocasiones, las respuestas que se han venido dando a las diversas situaciones conflictivas que se presentan en las escuelas no tienen en cuenta los problemas sociales y culturales que hoy nos enfrentan a nuevos desafíos. Por ello, resulta fundamental revisar las prácticas pedagógicas y acompañar las trayectorias de los y las estudiantes para intervenir de una manera integral y humanizadora en la realidad escolar y comunitaria.
La vida cotidiana de las escuelas está inserta en una trama conformada por variables sociales, políticas, culturales, económicas y geográficas.
La intención de esta nota es poner a disposición de los educadores diversos criterios para orientar la intervención educativa institucional ante sucesos puntuales que se precipitan en la escuela, entendida esta en un sentido que abarca a toda la comunidad educativa y comprometiendo el cuidado de alumnas y alumnos o de personas adultas que allí se desempeñan. Entendemos que la convivencia en la escuela debe ser abordada mediante programas que promuevan la inclusión en términos de ingreso, permanencia y egreso, como la Mediación Educativa, tal como lo sostiene y que fomenten acciones de carácter participativo y estrategias de reparación del daño si lo hubiere.
Una mirada atenta
Una mirada adulta posibilita la intervención temprana y evita la escalada de los conflictos y su posible agravamiento. La negación del conflicto es tan perjudicial como su "no gestión". Es igual de importante trabajar con los estudiantes, a través de la reflexión sobre casos concretos y el debate de argumentos racionales, la construcción de una perspectiva ética sobre la violencia en todas sus formas.
Debe existir un correlato entre la ampliación y efectivización de derechos, con la educación para el ejercicio de esos derechos, poniendo énfasis en las responsabilidades y obligaciones que conllevan.
Se propone pensar la generación y desarrollo de vínculos en las escuelas a partir de la construcción de una autoridad pedagógica democrática, construida a partir del diálogo, el reconocimiento del otro y una asimetría entre personas adultas y jóvenes que posibilita asumir el rol desde una posición de responsabilidad y cuidado.
Los conflictos son inherentes a la vida de las personas; por lo tanto, lo son también a la vida escolar. Desde esta perspectiva, la escuela debe asumir el conflicto y trabajar en su resolución a través de la palabra puesta en juego, del diálogo y de la participación.
El conflicto es una oportunidad para el crecimiento y el desarrollo de las personas involucradas, en lo que se refiere a dos dimensiones que se consideran fundamentales para la vida en sociedad: la revalorización propia y el reconocimiento del otro. La primera supone desarrollar y fortalecer la capacidad para afrontar las dificultades comprometiéndose en la reflexión, la decisión y la acción como actos conscientes e intencionales. La segunda implica desarrollar y fortalecer la capacidad para sentir y expresar preocupación y consideración por los otros, especialmente por esos otros cuya situación es distinta de la propia. El rol de la persona adulta en esta situación es, como en otras ocasiones, fundamental no sólo en la generación de condiciones facilitadoras sino en la intervención estimulante.
Ya sea en la cotidianeidad de la escuela o ante la emergencia de conflictos particulares, las acciones de niños, niñas y adolescentes deben nombrarse de modo que no estigmaticen ni rotulen la identidad de los involucrados, tal como está estipulado legalmente.
La educación es un derecho social y niños, niñas y adolescentes son sujetos de derecho. Es la perspectiva que se conoce como "Doctrina de Protección Integral de la Infancia"
Las instituciones del Estado, la comunidad y en general la sociedad civil deben y tienen la responsabilidad de garantizar los derechos de la infancia y la adolescencia.
Comprender y prevenir
En este marco, se prefiere hablar de roles y no de perfiles. Mientras que los perfiles son fijos, y se definen en relación con la identidad o esencia de la persona; los roles son contingentes, es decir, no tienen por qué ser necesariamente "así", pueden ser de ese modo, pero también de otro. Y ahí es donde se abre el abanico de posibilidades de la intervención educativa.
No es lo mismo decir: "Sos desobediente", que "Estás desobediente". O sea: "Hoy estás... así" y no "Sos... así"); lo que permite intervenir a fin de ayudar a la alumna o el alumno a modificar sus conductas.
Autoestima
Las respuestas violentas de alumnas y alumnos se producen en muchas ocasiones frente a la falta de reconocimiento de las posibilidades del estudiante, es decir, cuando no se fortalece su autoestima.
Es importante no minimizar los pedidos de ayuda; por el contrario, demostrar una actitud activa y de escucha tranquiliza a quien la solicitó y posibilita el uso de la palabra y de los criterios de las personas adultas en la resolución de los conflictos.
Intervenir con rapidez puede prevenir situaciones de agresiones físicas o verbales más graves.
Se sugiere repensar la vida institucional y los vínculos que allí se dan. Crear en la escuela un "clima de valores" que permita comprender que el verdadero crecimiento se da en el intercambio con los otros, "los diferentes".
Un pluralismo razonable enmarcado por la ley es el camino propicio para la creación, el pensamiento y el enriquecimiento mutuo.
En la homogeneidad sólo encontraremos disciplina, rutina y ausencia de respuestas a lo inesperado.
La intervención adulta
Es necesario que cualquier persona adulta de la escuela que presencie situaciones de conflicto entre alumnos intervenga con el fin de disminuir la carga emocional, intentando apaciguar cualquier episodio de agresión física o verbal. Frente a determinadas situaciones, es aconsejable intervenir en compañía de otra persona adulta. Es importante que quien haya recibido una agresión encuentre en un adulto la posibilidad de contención necesaria, y que pueda percibir una actitud de empatía, se sienta comprendido y tranquilizado por personas adultas que se harán cargo de la situación.
Luego, para intervenir:
- Involucrar al grupo, y no suponer que el problema es sólo "de algunos", es necesario que el grupo colabore para que no haya malos tratos.
Esto no significa culpabilizar al grupo, a la clase, ni desconocer la responsabilidad del docente en la tarea de tomar y trabajar la situación.
- Proponer espacios de diálogo
- Generar acuerdos y compromisos para la convivencia posterior.
- Realizar siempre un registro escrito de la situación, detallando las intervenciones realizadas y los acuerdos convenidos.
- Se debe sostener una actitud de escucha que propicie un espacio para que la alumna o el alumno diga cómo se siente, qué le ocurrió y qué necesita.
-Por lo general, el momento posterior al conflicto no es el adecuado para aconsejar ni para formular señalamientos, porque la receptividad está siendo interferida por la necesidad de dar curso a las emociones contenidas.
La familia
Es muy importante profundizar y fortalecer el lazo entre las familias y la escuela para la educación de las nuevas generaciones, por lo que resulta clave convocar a los adultos responsables de los alumnos involucrados en el conflicto con el objeto de acordar una acción inmediata que evite situaciones de riesgo ulteriores.
Conviene reunirse con cada familia por separado y, de ser posible, que las personas adultas responsables retiren ese día a las alumnas o alumnos involucrados, como una medida de carácter preventivo.
Es aconsejable no realizar análisis prematuros ni difundir la identidad de las personas involucradas en la situación y evitar el contacto de la prensa con ellas, para proteger su identidad y privacidad y evitar la revictimización.