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Una guerra en la que pierde la gente

Viernes, 11 de julio de 2025 01:41
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La jornada de ayer, en el Senado, ofreció la escenificación más descriptiva de un país cuyo pueblo está divorciado de la política, no cree en ella, y está convencido de que la dirigencia va hacia donde sopla el viento.

Quizá con ese descreimiento juegue sus cartas el presidente Javier Milei, que ayer vivió todos los golpes que sufrió en las votaciones de los senadores como una victoria. O, al menos, eso pareció.

Está convencido de que, si la inflación se mantiene dentro de los actuales límites, la elección de octubre le dará un espaldarazo. No parece creíble que vaya a arrasar, pero lo cierto es que el kirchnerismo no muestra fuerza ni siquiera en las elecciones bonaerenses donde no encuentra un candidato para presentar en la sección electoral que abarca La Matanza y otros distritos del conurbano sur donde creen sentir que tienen un voto cautivo. Incluso, inhabilitada Cristina Kirchner, su hijo Máximo no garantiza un triunfo y se habla hasta del pintoresco "justiciero" Juan Grabois para esa "barricada electoral" bonaerense.

Si las ideologías no están muertas, se encuentran en estado de coma, al menos, en lo que atañe a la construcción de poder.

Las peleas internas son tan duras como los enfrentamientos con la oposición. Incluso, el enfrentamiento agónico entre Milei, su gabinete y sus operadores digitales contra la vicepresidenta Victoria Villarruel superan a muchos antecedentes históricos de este tipo de rupturas.

La deshumanización

En su discurso en el templo evangélico de Chaco, Milei volvió a definir su objetivo de una revolución cultural que termine con la "cultura comunista dominante" en la cual incluyó "la idea de la Justicia social". Sus lecturas bíblicas parecen un poco precarias. Los libros sagrados, leídos por creyentes o agnósticos no dan lugar a dogmas comunistas ni libertarios.

Pero, si se piensa la política más allá de las elecciones, que imponen horizontes y plazos esencialmente mezquinos, todos los temas que se abordaron ayer en el Senado debieron tener un tratamiento profundo, minucioso y responsable a lo largo de todo el año. Porque son temas que interesan a las personas, aunque se pierdan en las discusiones de elites, a uno y otro lado de la grieta.

"Milei piensa que tiene la coraza preparada para las 'puñaladas' y no acepta disidencias ni acuerdos"

Y no se trata de cuestiones triviales. El aumento que se aprobó para los jubilados no les va a cambiar la vida, pero llevaría un poco de oxígeno. La prórroga para aquellos a los que les faltan años de aportes también es razonable, porque cuando la gente no consigue trabajo en blanco, trabaja en negro. Y esa gente no es culpable de esa falta de aportes.

Claro que se trata de un problema político muy serio. El sistema jubilatorio, como el estado de bienestar, están en crisis en todo el mundo. El kirchnerismo sabe, perfectamente, que sus gobiernos fundieron a la ANSES al incorporar millones de beneficiarios sin aportes, congelando las jubilaciones anteriores durante años y utilizando los fondos del organismo como fuente de financiamiento de iniciativas políticas ajenas a los jubilados. Y Milei, lo mismo que Luis Caputo y Federico Sturzenegger, sabe, también, que resolverlo es un mandato que les impone la Constitución, pero lo deben hacer preservando el equilibrio fiscal y la dignidad humana.

Por eso, la gente se divorcia de la política. Porque es incapaz de hacerse cargo de los grandes problemas. Ningún jubilado puede engañarse con lo ocurrido ayer, ni tampoco si hubiera ocurrido lo contrario.

"Para el electorado, divorciado de la política, en el Senado no hubo ganadores ni perdedores"

Lo mismo sucede con la emergencia en discapacidad. Para la política, es un tema de conveniencia. Por eso, por décadas, en todo el país se distribuyeron pensiones por discapacidad a personas sin discapacidad. Pero el mal no se corrige descuidando a los discapacitados reales. Si hay pensiones mal asignadas, se retiran y se investiga a los responsables.

El superávit fiscal es una meta que interesa a todo el país, y es el punto de apoyo del presidente. Pero el déficit social, heredado, por cierto, no puede descuidarse. Evitar que los sectores más vulnerables paguen costos inhumanos es una obligación del gobernante, que no solo debe cumplir con el FMI sino también con la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Hoy, la política está planteada como batalla. El enfrentamiento con los gobernadores puede costarle muy caro a Milei en el futuro. El ajuste de gastos y la transparencia de la administración es obligación de todos, pero todos tienen la obligación de construir acuerdos. Coparticipar los fondos destinados a ATN y el Impuesto a los Combustibles no es disparatado. Verificar que ese impuesto se asigne al destino establecido por ley, tampoco.

La de ayer no fue una buena jornada para la democracia, porque queda muy en claro que quienes ejercen el poder en representación de los ciudadanos son incapaces de acordar para construir un país un poco mejor. La política convertida en guerra por el poder no fortalece a la democracia.

 

 

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