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Las epidemias no deben volver

Miércoles, 02 de julio de 2025 02:09
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En 1796, el médico inglés Edward Jenner produjo dos hechos de alto impacto en beneficio de la Humanidad. Demostró la eficacia de la vacuna antivariólica frente a una epidemia de viruela, que fue el comienzo de la consolidación de la inmunización como freno a las pestes. A pesar del éxito probado, la resistencia de la sociedad europea fue enorme; sin embargo, el sabio genial contó con el apoyo de uno de los grandes líderes de la historia. Napoleón Bonaparte no anduvo con vueltas y ordenó vacunar a los 250.000 soldados de su ejército. Poco después, en 1803, el rey Carlos IV de España ordenó la Real Expedición Filantrópica, dirigida por el médico Francisco Balmis, para llevar la vacuna a América y Asia. La primera campaña a nivel mundial contra una pandemia.

De ese modo, al descubrir la primera vacuna observando que el suero de las ubres de las vacas inmunizaba a quienes las ordeñaban (sin guantes y con pequeñas lesiones epidérmicas en las manos, propias del trabajo rural) dejó establecido que ninguna peste se cura con pases mágicos sino descubriendo el origen biológico de cada enfermedad epidémica y generando los correspondientes anticuerpos. Hoy, la reticencia de algunos líderes políticos bastante fundamentalistas tiende a echar por tierra dos siglos de experiencia histórica.

La ciencia y la experiencia

La creación del Programa de inmunizaciones en el mundo, encabezado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF, ha sido una de las estrategias de salud pública más valorada y que contribuyen a la equidad.

Los programas de vacunación infantil han tenido una notable repercusión en las tasas de morbilidad y mortalidad en menores de 5 años en todo el mundo.

En América Latina y el Caribe, se evitaron casi 174.000 muertos entre el 2006 y el 2011, gracias a la vacunación en ese grupo etario, según estimación de la OPS.

La desconfianza que se ha generado sobre la seguridad de las vacunas data de hace al menos 20 años. Ya existían críticas hacia algunas vacunas, pero en los últimos años se ha observado un aumento progresivo en el número de personas que se niegan a vacunar a sus hijos, lo cual ha generado la disminución de las coberturas y el aumento de brotes de enfermedades que previamente estaban controladas y eliminadas.

Un buen ejemplo de lo señalado es la reemergencia del sarampión en el mundo. No se trata de casos aislados: son brotes y cuestan vidas humanas. Las militancias irracionales, muchas veces, llevan a la muerte.

Aparece el concepto de "vaccine hesitancy" o reticencia a la vacunación, que se refiere a la postergación o bien al rechazo de las vacunas, aunque ellas estén disponibles en los servicios de salud.

Un niño infectado puede contagiar a todo el grupo escolar o de amigos, que no estén inoculados.

Ceguera inexplicable

La vacuna, en la Argentina, se incorporó a la cultura. A pesar de los grupos reticentes, la realidad manda por sí sola. Las vacunas constituyen están entre las herramientas de salud pública más importantes y efectivas de la historia.

Previenen enfermedades graves como la poliomielitis, sarampión, difteria, tétanos, meningitis bacteriana, hepatitis, etc.

Generan protección comunitaria ya que cuando muchas personas están vacunadas, se reduce la circulación de virus o bacterias. Esto protege también a quienes no pueden vacunarse (por ejemplo, pacientes inmunocomprometidos). Ni hablar de la erradicación de enfermedades como la viruela (1980). Hay que buscar estrategias que motiven a la población a protegerse contra enfermedades prevenibles mediante la vacunación. Por ejemplo España lanzó una campaña llamada "No queremos que vuelvan".

Hay que concientizar a la población de la importancia de vacunarse para evitar que resurjan enfermedades que ya se consideraban controladas o incluso eliminadas en nuestro país.

Nos preocupa el aumento de la incidencia de algunas enfermedades como el sarampión, ya que en los tres primeros meses del 2025 se han confirmado más de la mitad de casos que en todo el 2024.

Sabemos que desde hace años existe un espectro de aceptación de las vacunas, desde los verdaderos creyentes/aceptadores de vacunas hasta los que se sienten indecisos y los que se niegan rotundamente a vacunarse. Por eso creo que la comunicación es importante, pero no suficiente por si sola. Debemos utilizar la "arquitectura de elección" para alentar a las personas a tomar mejores decisiones sobre la vacunación.

Tenemos que reconocer que estamos en un entorno de información diferente. No es bueno dejar la "concientización" en manos de agentes anónimos (o identificados y de buena fe) que lanzan eslóganes casi esotéricos por las redes digitales.

Conviene acordar acciones urgentes para reconocer la gravedad de la información errónea y adoptar estrategias para combatirla con el fin de potenciar una cultura de credibilidad y confianza alrededor de la vacunación.

 

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