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Trump y Xi Jinping: si quieres la paz, prepárate para la guerra

Miércoles, 23 de julio de 2025 01:32
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Estados Unidos y China suscribieron un acuerdo sobre los trazos fundamentales de la relación económica entre ambas superpotencias que constituye un punto de inflexión en la situación internacional tras las semanas de incertidumbre global iniciadas con la "guerra arancelaria" desatada por Donald Trump en el inicio de su segundo mandato. Su consigna de "la paz a través de la fuerza" se verificó, no en el terreno bélico sino en el campo de la economía mundial.

Cuatro semanas después de que Trump sostuviera una conversación telefónica de más de una hora de duración con su colega chino, Xi Jinping, el Secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng, sellaron el Pacto de Ginebra, confirmado después en Londres.

Los dos principales puntos de ese acuerdo son sendas iniciativas de "creación de confianza". China se comprometió a acelerar la exportación de "tierras raras" a Estados Unidos, mientras que Estados Unidos levantaría las "medidas restrictivas" tomadas contra China referidas a la exportación de productos estadounidenses de alta tecnología.

Este entendimiento está enmarcado en un vínculo signado por un hecho estructural. El producto bruto mundial manufacturero representa el 16% del producto bruto mundial pero la producción manufacturera china asciende al 28% de ese total, mientras que la de Estados Unidos es sólo del 16%. En pocos años, Estados Unidos sería el país del G-7 con menor producción manufacturera, en tanto que China ya es la mayor potencia mundial en la elaboración de manufacturas.

En materia de consumo, un rubro que representa el 72% del producto bruto global, sucede exactamente lo contrario. En Estados Unidos, su participación trepa a 82% del producto bruto y en China sólo al 53%. El producto bruto chino asciende al 19% del producto bruto global, pero representa el 13% del consumo mundial. Estados Unidos tiene el 26% de producto global y el 28% del consumo mundial. En esa dicotomía reside el mayor desequilibrio de la economía de nuestro tiempo.

El economista estadounidense Michael Pettis sostiene que el auge de la manufactura en un país determinado depende de la magnitud de su superávit comercial y que ese superávit está unido a su nivel de consumo. Esto implica que para revertir esa situación es preciso modificar los flujos del comercio internacional, lo que requiere transformar la ecuación entre ahorro e inversión entre las dos mayores economías del mundo. China tiene un extraordinario superávit comercial, que asciende al 13% del producto bruto interno.

Para establecer un nuevo equilibrio, China tiene que reducir su superávit comercial, disminuir el peso de las exportaciones en su economía e incrementar fuertemente su nivel de consumo. Significativamente, con Xi Jinping la superpotencia asiática avanza en esa dirección, en búsqueda de reducir su nivel de ahorro y aumentar el consumo interno para seguir elevando el nivel de vida de su población.

Estados Unidos, a la inversa, tiene que aumentar sus exportaciones, reducir sus importaciones e incrementar su tasa de inversión. Esa es la orientación trazada por Trump para impulsar una reindustrialización de la economía norteamericana fundada en el despliegue de las nuevas tecnologías. Esa convergencia estratégica entre Washington y Beijing es la base posible para un entendimiento perdurable que alejaría los temores existentes sobre la posibilidad de una nueva guerra mundial.

La destrucción mutua asegurada

Poco antes de cumplir cien años, Henry Kissinger concedió un reportaje a la revista "The Economist", en la que fue una de sus últimas apariciones públicas. En la ocasión señaló que el presidente estadounidense tendría que reunirse con su par chino y decirle: "Sr. Presidente: los dos mayores peligros para la paz mundial en estos momentos, somos nosotros dos, en el sentido de que tenemos la capacidad de destruir a la Humanidad".

Si existe hoy un tema favorito en la literatura mundial, tanto de ensayo como de ficción, es la naturaleza del conflicto entre Estados Unidos y China. La mayoría de las obras anticipan pronósticos inquietantes. Tiene cierta lógica: las historias de las guerras suelen ser más atractivas que las historias de la paz y las advertencias de guerras venideras concitan más atención que las hipótesis de entendimiento entre los antagonistas.

En el terreno del ensayo, casi todos los especialistas hacen referencia a "Destinados a la guerra: pueden los Estados Unidos y China escapar a la trampa de Tucídides", publicado en 2017 por Graham Allison, un destacado politólogo de la Universidad de Harvard, quien analizó la guerra entre la ascendente Atenas y la entonces dominante Esparta en el siglo V A.C. y se hace eco de Tucídides, el antiguo historiador y general ateniense, quien argumentó que "fue el ascenso de Atenas y el miedo que esto infundió en Esparta lo que hizo inevitable la guerra". Si se coloca a China en el lugar de Atenas y a Estados Unidos en el de Esparta, estaría todo dicho.

Aunque Allison no estima inevitable una guerra entre Estados Unidos y China, sostiene que "cuando una potencia emergente amenaza con desplazar a una potencia dominante, la tensión estructural resultante hace que un choque violento sea la norma, no la excepción". Revisa dieciséis episodios históricos de potencias dominantes y ascendentes y descubre que en doce el resultado fue la guerra.

Kevin Rudd, ex primer ministro de Australia y estudioso de China, en su libro "La guerra evitable: los peligros de un conflicto catastrófico entre Estados Unidos y la China de Xi Jiping", imagina diez escenarios de guerra distintos, muchos de los cuales giran en torno a Taiwán. Rudd plantea la posibilidad de que China intente anexar Taiwán por la fuerza y Estados Unidos optara por no responder. Esa hipótesis representaría el "momento Munich" de Estados Unidos, en alusión al consentimiento que en 1936 otorgaron Gran Bretaña y Francia a la anexión alemana de Checoslovaquia, con el objetivo de evitar el estallido de lo que después fue la segunda guerra mundial.

Para Rudd, una manifestación de debilidad semejante liquidaría la autoridad mundial de Estados Unidos. Puntualiza que por supuesto sería peor si Estados Unidos reaccionara por la fuerza, pero no pudiera evitar la ocupación china.

Advierte también que existen circunstancias en que los incentivos para que Washington y Beijing profundicen las hostilidades recíprocas "pueden ser irresistibles".

En su libro "Party of One. The rise of Xi Jinping and China´s Superpower Future" ("Juego de Uno. El ascenso de Xi Jinping y China superpotencia del futuro"), Chun Han Wong, corresponsal de The Wall Street Journal, señala que el presidente chino tiene una enorme admiración por Estados Unidos y hasta siente cierto afecto por la cultura estadounidense. Recuerda que cuando era vicepresidente Xi envió a su hija a estudiar a Harvard y compartió su predilección por películas norteamericanas.

Wong aclara empero que Xi Jinping es un "ardiente nacionalista", que está "avivando orgullo civilizatorio chino" y convirtió a las Fuerzas Amadas en una pieza central de su sueño chino, exigiendo que estén preparadas para luchar y ganar guerras. Subraya que "no hace falta ser muy perspicaz para imaginar quién podría ser el adversario en esas guerras".

Como contrapartida, en un polémico ensayo publicado en Foreign Affairs, titulado "La trampa de China", Jessica Chen Weiss, ex asesora del gobierno de Joe Biden, sostiene que la "trampa" residiría que, frente a la creciente polarización de la sociedad estadounidense, el conflicto con China, más necesario que inevitable, se convirtiera en la única bandera de unidad nacional.

Lo cierto es que el conflicto y la cooperación son las dos caras de la moneda de la relación entre Estados Unidos y China. La interdependencia económica entre ambas superpotencias pone un límite a la disputa por el liderazgo global, focalizada ahora en la competencia por la supremacía tecnológica, en especial en el ámbito de la inteligencia artificial.

Más allá de Tucídides, la evolución de los acontecimientos mundiales tiende entonces a estar determinada por el "G-2", una mesa con dos asientos, uno para Estados Unidos y otro para China. A principios de 2026 Trump visitaría China y en el segundo semestre Xi Jinping visitaría Estados Unidos.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico.

 

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