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4 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Animémonos y vamos

Viernes, 04 de julio de 2025 01:26
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El aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón, el martes, invita a pensar seriamente si es posible que alguna vez la esencia del peronismo muera. Hoy vemos un movimiento híbrido, donde algunos dibujan a Perón "a su imagen y semejanza"; es decir, se lo acomoda a modelos del presente y, sobre todo, a las urgencias de los dirigentes.

El peronismo fue un movimiento surgido en los años '40 del siglo pasado y fue el fruto de una demanda social perentoria, que superaba el cambio de la vida política generado por Leandro Alem e Hipólito Yrigoyen (Justamente, ayer se cumplieron 92 años del fallecimiento del primer presidente elegido por el voto ciudadano y universal). El peronismo confrontó con los conservadores, pero jamás fue un movimiento clasista.

Tampoco fue utópico, como el marxismo y, como ahora lo estamos viendo, el ultraliberalismo. El peronismo se gestó en medio de una cultura popular fraguada en el espíritu de la Doctrina Social de la Iglesia, como se refleja en el inolvidable discurso filosófico de La comunidad organizada.

El siglo XXI nos muestra otro mundo, pero habitado por los mismos seres humanos. El peronismo venía cargado de semillas, como decía Marechal, y esas semillas están vivas. Y están vivas a pesar de las derrotas, las tergiversaciones y el ventajismo de una dirigencia que desconoce la esencia peronista y que se limita a tratar de ganar elecciones a través de la dádiva y el autoritarismo.

Creo que la reconstrucción del peronismo, de la democracia y del país depende de que la narrativa y la epopeya llena de fantasías que prevalece en los discursos sea reemplazada por el sentido común y el compromiso. Dejar de lado el "animémonos y vayan", característico de los generales que mandan al frente a los soldados mientras ellos, en los salones, meditan. Y lucran.

Los argentinos tenemos una gran tarea por delante, pero será exitosa si la planificamos solidariamente entre todos y la desarrollamos con todos. No es la tarea de uno o unos pocos, sino la sociedad organizada y comprometida con el bien, la verdad, la justicia y la solidaridad.

Es el camino que trazó el Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti. Es grande, interesante, valiosa la tarea

Comprometámonos con una educación en los valores del respeto, la solidaridad y el compromiso. Con decisiones de Estado, tal como lo hizo Sarmiento y como lo hacen los países con excelencia educativa: jerarquizando a los educadores.

Comprometámonos con la salud pública, con la excelencia de los hospitales del Estado y con la eficiencia y accesibilidad de las obras sociales.

Comprometámonos con la creación de empleo, con el poder adquisitivo del salario, con el trabajo genuino como fuente estable y garantía de la calidad de vida.

La reconstrucción de las instituciones de la república y la democracia, que son el único camino conocido y posible para el desarrollo social, es una meta a la que nada aportan las peleas bochornosas, con insultos agraviantes, ataques escatológicos y hasta conatos de golpes entre legisladoras de distintos partidos. El Congreso no puede ser un corral para riña de gallos.

La democracia es pluralidad, la disidencia es normal entre personas racionales, Los golpes son propios de los animales y los déspotas. Nuestra democracia está en riesgo. No por la amenaza de un golpe de Estado sino por la impericia de algunos aventureros y la irresponsabilidad de cincuentones que solo han vivido de la política y se presentan como la alternativa de cambio.

Estamos a tiempo; animémonos y vamos.

 

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