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7 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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La urgencia del cambio educativo

Lunes, 07 de julio de 2025 01:25
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Las aulas están llenas, pero los cuadernos están vacíos. Chicos que asisten a la escuela todos los días no saben leer ni escribir. La crisis educativa en Argentina no es nueva, pero la pandemia terminó de desnudar su peor rostro: niños y adolescentes que avanzan de grado sin comprender lo que leen, sin poder realizar operaciones matemáticas básicas, sin herramientas para enfrentar un mundo que les exige cada vez más. El sistema educativo, diseñado hace más de un siglo para una sociedad que ya no existe, no solo está obsoleto: está colapsado. El problema no es solo pedagógico, es estructural. Las pruebas PISA y Aprender lo confirman año tras año: nuestros estudiantes están muy por debajo de los niveles esperados en lectura, matemática y ciencias. La escuela dejó de ser un espacio de conocimiento para convertirse en un sistema de contención, un lugar donde los chicos van porque no hay otro sitio adónde ir, pero donde aprender se ha vuelto una hazaña. Un maestro frente a 30, 40 o más alumnos, con pocos recursos, con un sueldo que no le alcanza y con una lista interminable de problemas que van más allá de su rol docente: hambre, violencia, desnutrición, falta de estímulos en casa.

Los números hablan por sí solos. Según UNICEF, 1 de cada 2 niños en Argentina es pobre. ¿Cómo puede un chico concentrarse si tiene hambre? ¿Cómo aprende si en su casa no hay libros, si no hay adultos que puedan ayudarlo, si la escuela no logra compensar esas desigualdades? Los chicos llegan a la secundaria sin saber leer bien, repiten o abandonan, y el sistema sigue como si nada. Se gradúan con enormes déficits de aprendizaje y salen al mundo laboral con herramientas precarias. El círculo de la pobreza se perpetúa.

El problema no es solo de los alumnos, también de los docentes. La vocación ya no alcanza cuando el sistema los ahoga. Maestros que trabajan doble turno para llegar a fin de mes, que deben actualizarse en su tiempo libre porque la formación docente es insuficiente, que no pueden dar clases porque tienen que lidiar con problemas de conducta, con escuelas que se caen a pedazos, con programas que cambian cada gobierno sin una visión de futuro.

La pandemia expuso otro problema: la brecha digital. En 2020, miles de chicos quedaron afuera del sistema educativo porque no tenían internet, computadoras o siquiera un celular para conectarse a las clases virtuales. La educación a distancia no fue una solución, fue una sentencia. Hoy, en pleno 2025, muchos de esos chicos nunca recuperaron lo que perdieron. Y sin embargo, seguimos sin un plan serio para evitar que vuelva a ocurrir.

El mundo avanza, pero nuestro sistema educativo sigue igual. Se siguen enseñando los mismos contenidos de hace 50 años como si nada hubiera cambiado. Mientras en otros países los chicos aprenden programación, pensamiento crítico y resolución de problemas, acá siguen memorizando fechas y repitiendo fórmulas sin comprenderlas. Finlandia, Singapur, Estonia han reformado su educación con modelos innovadores. En Argentina, cualquier intento de cambio choca con un sistema burocrático, desactualizado y lleno de trabas.

¿Es posible una transformación real? Sí, pero requiere decisiones políticas y compromiso social. La inversión en educación debe ser prioridad. No alcanza con aumentar el presupuesto si los recursos no llegan a las aulas. Se necesita formación docente continua y bien paga, infraestructura adecuada, acceso a tecnología, un currículo flexible que responda a las necesidades actuales. La educación no puede seguir siendo un espacio de resistencia, tiene que ser un motor de cambio. No hay futuro sin educación. No hay desarrollo sin conocimiento. No hay país posible si seguimos condenando a generaciones enteras a una escuela que no les enseña. No basta con discutirlo en foros o escribirlo en columnas de opinión. Es momento de actuar. Porque cada niño que no aprende es un país que se pierde.

 

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