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India, con una población de 1450 millones de habitantes, superó a China como el país más poblado del mundo. En 2023, por su producto bruto interno, desplazó a Gran Bretaña, su antigua metrópoli, como la quinta potencia económica mundial. Es también la cuarta potencia militar, integra el selecto club de las potencias nucleares y posee el tercer presupuesto de defensa a nivel global, lo que le permite sostener un ejército de tres millones de soldados, que es el tercero en el mundo por su cantidad de efectivos. Con una de las tasas de crecimiento más elevadas del mundo, las consultoras internacionales pronostican que en el 2025 será la tercera potencia planetaria, después de China y Estados Unidos. Para cerrar la lista de récords, acaba de consagrarse como la primera potencia ajedrecística mundial, un rol que había ostentado la Unión Soviética en el siglo XX, algo que no debería extrañar si se tiene en cuenta que la primera versión de ese juego ciencia se inventó en la India en el siglo VI.
¿Puede un país con una performance tan exitosa cambiar de nombre? El proyecto impulsado por el primer ministro Narendra Modi, del gobernante Partido Janata, propone adoptar el nombre de "Bharat". Palabra de origen sánscrito, Bharat es la denominación de "India" en el idioma hindi y en otras de las veintidós lenguas oficiales del país. Reconoce sus raíces en el nombre del emperador Bharata, quien según la mitología hindú conquistó todo el territorio donde se encuentra hoy la República de la India. Para Modi, el término "India" es un símbolo del pasado colonial. Alega que fue la denominación impuesta durante el dominio británico, entre 1757 y 1947.
La propuesta de Modi levantó fuertes resistencias. La oposición más encarnizada provino de los indios de origen dravidiano, una civilización históricamente previa a la indoaria que hoy habita principalmente el extremo meridional del país y constituye una minoría étnica de 250 millones de personas y de la que derivan a su vez varias lenguas, como el tamil, el telegu y el mayalan, cuyas raíces nada tienen que ver con el hindi. Esta diferencia de origen hizo que los dravidianos prefirieran siempre el inglés como idioma común del Estado. En los primeros tiempos posteriores a la independencia, durante los gobiernos de Jawaharlal Nehru y de Indira Gandhi, del Partido del Congreso, esa oposición hizo que el inglés fuera aceptado, junto al hindi, como lengua oficial "transitoria".
También hay resistencias fundadas en motivos religiosos, que denuncian la intención de pretender borrar de la historia nacional a los mogoles, de religión musulmana, que dominaron la mayor parte de la India durante 300 años, una pretensión extremadamente conflictiva en un país habitado por 200 millones de musulmanes, que representan la comunidad más numerosa del mundo islámico. Críticos más pragmáticos, como el escritor Shashi Tharoor, del Partido del Congreso, sugieren que no resulta conveniente abandonar un nombre que alcanza hoy características de una prestigiosa marca mundial construida a través de siglos.
A pesar de todas estas objeciones, para Modi la cuestión es parte de una verdadera "batalla cultural" que procura nada menos que una redefinición de la identidad nacional. Las invitaciones oficiales para la reunión del G-20, realizada en India en septiembre de 2023, provinieron del "presidente de Bharat" y el canciller S. Jaishankar, autor de un exitoso libro publicado en 2020 con el título de "The Indian way", en 2024 presentó otra obra titulada "Por qué Bharat importa".
Modi enfatiza la reivindicación a ultranza de un nacionalismo cultural "hinduista", que entre otras consecuencias provoca tensiones con las minorías religiosas, en especial con la musulmana, que comprende al 14% de la población, descendiente de aquéllos que no aceptaron la partición de 1947, cuando como parte de las negociaciones para la independencia de la India Gran Bretaña propició la migración masiva de la población islámica hacia la frontera norte para dar lugar a la creación de Pakistán.
Quienes conocen la historia política de la India no pueden sorprenderse por la energía puesta por Modi en una iniciativa que a ojos occidentales puede resultar absolutamente secundaria. Pero el Partido Janata tiene desde su nacimiento una ideología nacionalista religiosa centrada en la identidad hindú. Esa visión contrasta abiertamente con la idea pluralista de la "indianidad", inspirada en el ideario de Mahatma Ghandi y preconizada por el Partido del Congreso, que conservó la hegemonía política desde la independencia hasta el ascenso de Modi, quien impulsó una síntesis entre el hinduismo tradicional de su partido y una visión audazmente modernizadora en el campo económico y social.
Una revolución social
Modi es un líder carismático proveniente de una familia humilde. Suele sorprender con golpes de efecto de alto impacto. Apareció con una escoba en la mano para lanzar un programa de limpieza urbana. Para la cultura india, un primer ministro con una escoba encarnaba una transformación social. Modi asumió la cuestión de la limpieza de las ciudades, un problema gravísimo que afecta a decenas de millones de personas, y desafió un arraigado prejuicio cultural: en el estratificado sistema social indio ésa era una tarea subalterna que sólo competía a la casta inferior de los intocables.
En línea con el objetivo de mejorar los bajos índices de salubridad en un país donde una parte significativa de su población no tiene baño en sus casas, Modi construyó 110 millones de retretes para reducir la defecación al aire libre e instaló 243 millones de canillas. Modi utiliza la potencialidad digital de la India para su política social. A tal efecto, impulsa un plan para conectar su territorio con un abanico de aplicaciones, que incluyen la educación, la telemedicina y la facilitación de los trámites ante las oficinas gubernamentales. Procura que a través de los celulares una gran mayoría tenga acceso a los bienes. La transferencia directa de los subsidios sociales a través de los celulares disminuyó drásticamente el clientelismo político. Esas políticas sociales 4.0 se complementan con una estrategia de apertura económica orientada a promover la iniciativa privada y el emprendedurismo de la franja más humilde de la sociedad. En un sistema asfixiado por el reglamentarismo burocrático, los empresarios pueden utilizar el portal "Make India.com" para obtener licencias para el funcionamiento de sus negocios.
Con Modi, una sociedad signada por enormes desigualdades protagoniza un desarrollo tecnológico que le permitió colocar un satélite artificial en Marte y lo posiciona como el primer exportador mundial de software y el principal proveedor de talentos extranjeros de Silicon Valley. Es la nación con mayor cantidad de ingenieros. Una encuesta reveló que el 70% de los adolescentes indios quieren ser ingenieros, lo que implica el porcentaje más elevado a nivel mundial.
En materia de política exterior Modi asume la continuidad del tradicional pragmatismo de la India. Económicamente India es parte del grupo BRICS, junto a China, Rusia, Brasil y Sudáfrica, pero a la vez integra la Quad, una alianza cuadrilateral de seguridad conformada por Estados Unidos, Australia y Japón, a la que Beijing define como "una versión asiática de la OTAN".
El Corredor Económico India-Oriente Medio- Europa (IMEC por sus siglas en inglés), lanzado para reforzar los enlaces de transportes y comunicaciones entre Europa y Asia, a través de redes ferroviarias y marítimas, es un proyecto de la India con financiación de las monarquías del Golfo Pérsico y el respaldo de Estados Unidos, interesado en alentar una alternativa a la Iniciativa de la Franja y la Ruta impulsada por China.
Pero Modi introdujo otra innovación, inspirada en el ejemplo de Israel y de la comunidad judía de la Diáspora: la organización de la "India global", a través de las colectividades diseminadas por todo el mundo para configurar un auténtico "lobby indio". India es el país que tiene mayor número de sus connacionales en el exterior. Con una particularidad: por su elevado nivel educativo, los indios son el grupo étnico de mayores ingresos de la sociedad estadounidense. El 70% de sus miembros tiene un título universitario contra un 28% del promedio norteamericano. Con esos antecedentes, nadie los puede expulsar.
Llámese India o Bharat lo que allí ocurre es uno de los fenómenos políticos más exitosos de la época.