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22 de Septiembre,  Salta, Centro, Argentina
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El viajero alemán August Kahl y su paso por Salta

Un científico que se maravilló con la provincia e hizo una minuciosa descripción de la ciudad, además de descubrir con admiración los paisajes, los pueblos y las costumbres en los valles, la cordillera y las selvas de la región.
Lunes, 22 de septiembre de 2025 01:47
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Entre la pléyade de viajeros que cruzaron la República Argentina en el siglo XIX aparece un alemán prácticamente desconocido: August Kahl. No solo importa por la calidad de sus observaciones, sino por los años en que fueron realizadas; esto es a comienzos de la década de 1860.

Recordemos rápidamente a viajeros anteriores como el checo Tadeo Haenke a fines del siglo XVIII, el francés Alcides D'Orbigny en la década de 1820, el inglés Charles Darwin en la década de 1830, los franceses August Bravard, Víctor Martin De Moussy y Alfred Marbais Du Gratty en la década de 1850, Germán Burmeister y los alemanes de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba a partir de la década de 1860 (Stelzner, Brackebusch, Lorentz, Hieronymus). A ellos habría que sumar al suizo Jakob von Tschudi y en la década de 1880 a Karl Oenike, y a los ingleses William White y Henry Durnford, fallecidos ambos muy jóvenes.

Solo algunos de los mencionados incluyeron en sus largos viajes la región del norte argentino y en su mayoría eran científicos o naturalistas viajeros.

2.000 km. a lomo de mula

El caso de August Kahl es algo diferente ya que, si bien se reconoce un aficionado a las ciencias naturales y admirador de su compatriota Alexander von Humboldt, se dedicó a observar los pueblos y sus costumbres en un recorrido que abarcó unos dos mil kilómetros a lomo de mula. Solo los viajeros del siglo XIX podrían atreverse a estos extensos recorridos por caminos peligrosos de montaña, sin rutas ni ferrocarriles, afrontando toda clase de peligros.

Kahl, de quién desconocemos mayores datos biográficos, desembarcó en Valparaíso en Chile, cruzó la Cordillera de los Andes hasta Mendoza y luego a través de San Juan, La Rioja y Catamarca llegó hasta Salta, para finalmente hacer el mismo recorrido inverso hasta las provincias cuyanas. Con muchos meses de viajes y observaciones que le llevaron a escribir un libro que salió publicado en alemán y el que nunca fue traducido al español, aún a pesar del enorme valor historiográfico que tiene para los argentinos. La obra, de 394 páginas, fue terminada en 1863 en Montevideo y enviada a publicar en Alemania donde salió a la luz en 1866 con el título (en alemán) de: "Viajes por Chile y las provincias occidentales de Argentina. Descripciones de la naturaleza y las costumbres, con especial referencia a la vida económica de esas naciones" (Editorial R. Gaertner; Imprenta de Gustav Lange. Berlín).

La fascinación de un científico

Allí Kahl anticipa que esa es la primera parte de su viaje y que luego va a continuar un segundo volumen por las provincias argentinas de San Luis, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires y la Banda Oriental del Uruguay. Hasta donde sabemos sólo publicó en Uruguay un libro relacionado con el ganado lanar titulado "Observaciones sobre la cría de ovejas" (Imprenta de la Reforma Pacífica, 110 págs., 1865, Montevideo). En su libro de viajes, Kahl describe de primera mano las costumbres y el modo de vida del pueblo, el comercio, la industria y la economía popular. Señala que "Una buena memoria, cierta habilidad para expresar con claridad lo captado por los sentidos y la capacidad de juzgar con imparcialidad son las principales cualidades que debe poseer un escritor de viajes y costumbres".

Reconoce que a pesar de querer atenerse en lo posible a datos técnicos y estadísticos a veces la pluma se le escapa para describir la belleza y poesía que encierran los paisajes. Como sostiene Lamartine "cuando el corazón dicta, la pluma se mueve con una rapidez inusual". Y ello le lleva a señalar que: "Al describir aquellos países, los enormes Andes coronados de nieves, la inmensa estepa, la salvaje vegetación de los valles de Tucumán y Salta, en una palabra, las imágenes de una naturaleza grandiosa en todos los sentidos que permanecerán inolvidables en mi mente, olvidé muy pronto mi decisión".

"Un gran país"

Kahl que recorre la cordillera reconoce el enorme valor minero que encierran las montañas desde Mendoza a Salta, pero aclara que están en zonas remotas sin infraestructura ni comunicaciones y lejos de los puertos. Por ello enfatiza que más allá de las riquezas minerales el país se puede convertir en una gran nación y tal vez la primera del orbe. Y ello gracias a pilares fundamentales como "la ganadería, la agricultura, la industria y el comercio". Y vuelve a remarcar que: "el predominio de la minería solo es posible en las provincias andinas" y que sólo el descubrimiento de minas muy ricas podría atraer la inmigración hacia el eje andino.

Kahl ingresó a Salta por el sur del Valle Calchaquí. Aquí se detiene a hablar largamente sobre la historia de los calchaquíes y sus guerras con los españoles. Luego atraviesa por la actual Quebrada de las Conchas y hace referencia a Las Curtiembres. Desde allí llega a lo que llama "Paso de las Lechuzas" que es la boca de la quebrada en Quitilipi antes de llegar a la actual Alemanía.

Queda sorprendido por el fuerte cambio en la vegetación que pasa desde plantas cactáceas y espinudas a una "selva tropical". Le llama la atención la vista que se tiene desde allí del Valle de Salta (Lerma) y la abundancia de fincas y cultivos. Luego de sortear Puerta de Díaz y los Bañados de Figueroa, continúa por los pueblitos del valle hasta llegar a Cerrillos e ingresar a la ciudad de Salta. Se detiene largamente a comentar sobre los indígenas que llegaban a trabajar en los cultivos, especialmente de la región del río Bermejo, en su mayoría matacos (Wichis) y Chiriguanos. Realiza observaciones sociológicas y antropológicas sobre sus formas de vida, peleas entre ellos, vestimenta, el uso aún del arco y flecha que manejaban con destreza, la paga que recibían, relación con los patrones y estancieros, entre múltiples aspectos dignos de una lectura moderna y desapasionada.

También menciona el intenso tránsito por el interior del Valle de Lerma con decenas de carretones circulando en distintas direcciones, arreos de ganado y cultivos varios que lo impresionan por la pujanza económica de la región.

La Salta de entonces

Dice de la ciudad: "Salta ofrece pocos edificios interesantes: el Cabildo o Casa de Gobierno, la gran Catedral, la Aduana (establecida para el comercio con Bolivia) y el hospital, dirigido por las Hermanas de la Caridad, son los edificios públicos más destacables. Fuera de la ciudad hay una gran cantidad de bonitas villas, a veces con edificios palaciegos, que hacen honor a Salta. El gran convento fue casi completamente destruido en 1844 por el terremoto, que también derribó una gran cantidad de edificios antiguos y ruinosos. El terremoto más reciente, ocurrido en 1858, fue de mucha menor intensidad; estos terremotos y los temblores de tierra más frecuentes pueden ser la razón por la que los salteños rara vez construyen casas de más de una planta". Y comenta: "Las calles de la ciudad son generalmente estrechas, un gran error en este clima cálido, sucias, un error aún mayor, y mal pavimentadas; sin embargo, me dijeron que el ayuntamiento se está tomando muy en serio la tarea de remediar estos dos últimos defectos".

Luego habla de las acequias que distribuyen agua dulce para los sembradíos y el consumo humano, las zanjas (tagaretes) y sus puentes de madera o piedras para vadearlos, las inundaciones en el verano, las vendedoras de comida, yuyos medicinales y trampas para vicuñas, las charcas de aguas estancadas y sus efluvios pestilentes, la enfermedad del chucho y temas varios. Comenta Kahl: "Hay varios mercados en Salta, pero solo visité uno, y este ofrecía una imagen diferente a todo lo que había visto anteriormente en locales con este fin en Argentina. Bajo tiendas bajas y semiabiertas y cabañas ligeras, compuestas por ramas apiladas y cubiertas de paja, a cuyos lados arden grandes fuegos ardientes, se asoman las mujeres mulatas y zambas, delante de ellas sus grandes cestas de naranjas y verduras, pero sobre todo un buen número de cubetas de estaño, llenas de comida cocinada de todo tipo. Las criadas, en su mayoría "cholas", las mujeres de los salteños, los troperos, los indios, los gauchos con cientos y cientos de trajes diferentes, compran, venden, comen, beben, discuten en un caos tan colorido que al forastero casi se le nublan los sentidos y tiene que esforzarse por captar algunas escenas características".

Luego elogia la hospitalidad de los salteños, las riquezas mineras de la región, viaja por la Quebrada de Escoipe donde socorrieron providencialmente con alimentos y medicinas a una familia completa enferma, moribunda y en inanición, desamparados de cualquier auxilio en un relato verdaderamente estremecedor. Realiza una excursión al Nevado de Cachi y comenta: "Necesité una semana completa para hacer una excursión al pie del Nevado de Cachi, de 18.000 pies de altura, que se eleva como un gigante poderoso sobre la pared occidental de granito del valle de Salta".

Señala que: "Salta es la sede del obispo, cuya diócesis comprende las provincias de Tucumán, Salta, Santiago del Estero, Catamarca y Jujuy. También tiene su sede el Tribunal de Justicia de Salta, Jujuy y Tucumán que está compuesto por tres jueces y un fiscal".

El largo relato de Kahl merecería su traducción completa al español o al menos en su descripción del noroeste argentino por tratarse de la mirada fresca de un forastero a comienzos de la década de 1860.

 

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