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Arabia Saudita - Pakistán: religión, dólares y bomba atómica

Unidos por lazos históricos, y un clima de violencia religiosa como se vive en Asia, ambas naciones con mayoría sunita, celebraron un acuerdo de defensa mutua ante la amenaza chiita de Irán, del hinduismo de India, eterno enemigo de Pakistán, y de Israel.
Miércoles, 24 de septiembre de 2025 01:40
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Arabia Saudita, con su formidable poderío económico, y Pakistán, un país pobre con armas nucleares que es el quinto en el mundo por su población de 250 millones de habitantes, sellaron un pacto de defensa recíproca que redefine el mapa de alianzas en Medio Oriente y el continente asiático, en medio de las pretensiones atómicas de Irán y de la ofensiva antiterrorista israelí en respuesta a la agresión de Hamas, que incluyó operaciones militares en El Líbano, Siria, Yemen y Qatar. El acuerdo, suscripto por príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, y el primer ministro pakistaní, Shehbaz Sharif, estipula que "cualquier agresión contra cualquiera de los países será considerada una agresión contra ambos".

El comunicado conjunto subraya también que el pacto "tiene como objetivo desarrollar aspectos de la cooperación en materia de defensa entre los dos países y fortalecer la discusión conjunta contra cualquier agresión". En diversas oportunidades funcionarios pakistaníes habían sugerido que Arabia Saudita podría quedar protegida bajo el paraguas atómico de Islamabad. Un cable diplomático estadunidense de 2007, publicado por WikiLeaks, señalaba que emisarios de Islamabad habían planteado en Riad la posibilidad de que Arabia Saudita compartiera el programa de armas nucleares pakistaní para convertirse en el "protector físico" de Medio Oriente.

El brigadier pakistaní Feroz Hassan Khan, en su libro "Comiendo hierba: la fabricación de la bomba pakistaní", reveló que Arabia Saudita brindó "un generoso apoyo financiero a Pakistán que permitió que el programa nuclear continuara, especialmente cuando el país se encontraba bajo sanciones".

Pakistán desarrolló su programa nuclear para contrarrestar el poderío atómico de la India, con quien mantiene permanentes enfrentamientos. El episodio más relevante de esos conflictos, ocurrido en 1971, fue el apoyo de la India a la secesión de Bangladesh, una provincia desprendida de Pakistán y transformada en un país independiente. En abril pasado los dos países estuvieron a punto de entrar en una guerra abierta tras un ataque a turistas perpetrado por un comando terrorista islámico en Cachemira, una región en disputa de población musulmana controlada por la India.

Mientras el programa nuclear de la India fue tolerado silenciosamente en la guerra fría por Estados Unidos para contrarrestar la expansión regional de la Unión Soviética y después la influencia de China, la ambición nuclear pakistaní chocó con una fuerte resistencia de Washington que provocó la aplicación de sanciones económicas occidentales. En esas circunstancias difíciles Islamabad gestionó y obtuvo la colaboración financiera de Riad.

Pero esa cooperación binacional es producto de una larga historia que tuvo un punto de inflexión a partir de la década del 80 con la invasión soviética a Afganistán. Pakistán se erigió en la retaguardia de la resistencia afgana y en ese marco recibió una generosa colaboración económica y militar estadounidense para ayudar a los combatientes musulmanes.

Las "madrazas", escuelas religiosas coránicas de tinte marcadamente fundamentalista, proliferaron en territorio pakistaní a lo largo de la frontera afgana para la educación de los hijos de los soldados islámicos y de las familias de los refugiados que huían de la guerra. Paradójicamente, en esos centros de adoctrinamiento se incubó el movimiento talibán, que varios años después, tras la retirada soviética y el colapso del comunismo, enfrentó y derrotó militarmente a Estados Unidos.

En ese contexto, el respaldo financiero de Arabia Saudita a la resistencia islámica fue el otro gran soporte de Pakistán. Las armas estadounidenses y los petrodólares saudíes alimentaron la resistencia de los "muyahidines" al Ejército Soviético. Esa convergencia entre Riad y Washington fue el origen de otra paradoja: los futuros milicianos de Al Qaeda, incluido el propio Osama bin Laden, que habían viajado desde Arabia Saudita para participar como voluntarios en la "guerra santa" contra los invasores, recibieron entrenamiento militar estadounidense. Bin Laden era el "hijo rebelde" de una adinerada familia vinculada a la monarquía saudí. Esa colaboración entre Pakistán y Arabia Saudita en materia de defensa tenía antecedentes. En 1947 Arabia Saudita fue de los primeros países en reconocer a Pakistán, cuyas raíces panislámicas incluyen su disposición a contribuir a la protección de los lugares sagrados del Islam, como La Meca y Medina. En 1951 ambas naciones firmaron un Tratado de Paz y Amistad. En 1969 pilotos de la Fuerza Aérea pakistaní pilotearon aviones de caza saudíes en la guerra entre Arabia Saudita y Yemen del Sur. En esa oportunidad, el Cuerpo de Ingenieros de Pakistán construyó fortificaciones saudíes a lo largo de la frontera con Yemen.

Entre 1982 y 1987, durante la sangrienta guerra entre Irak e Irán, y mientras Arabia Saudita colaboraba con Pakistán y Estados Unidos en la financiación de la resistencia islámica en Afganistán, 20.000 soldados pakistaníes permanecieron estacionados en el reino para su protección. Arabia Saudita negoció la adquisición de misiles balísticos pakistaníes capaces de transportar ojivas nucleares. Esos vínculos bilaterales se intensificaron después de la revolución iraní de 1979 a raíz de los temores de Riad de una confrontación con el nuevo régimen chiita de Teherán. Esa instauración de una teocracia chiita en un país vecino también impactó sensiblemente en Pakistán, una república islámica integrada por una amplia mayoría sunnita que convive trabajosamente con una significativa y beligerante minoría chiita, que abarca aproximadamente al 20% de su población y por su importancia numérica constituye la segunda después de Irán.

La influencia del régimen iraní agravó esas tensiones religiosas y provocó un distanciamiento entre Pakistán e Irán y abrió un nuevo punto de encuentro con Arabia Saudita.

Pero este acercamiento de Pakistán con Arabia Saudita, tradicional custodia de la fe sunita, mayoritaria en el mundo islámico, obedece también a otras motivaciones económicas. Las inversiones sauditas en la minería permitieron el desenvolvimiento de su economía. Alrededor de 2.300.000 pakistaníes trabajan temporariamente en el reino saudí y las remesa que envían a sus familiares ayudan a mantener a sus familias.

Mientras Arabia Saudita está obligada a prevenirse contra eventuales ataques de Irán, y hasta de una eventual operación militar israelí contra el terrorismo islámico como la ejecutada recientemente en Qatar, Pakistán experimenta también un paulatino agravamiento de su litigio histórico con India. El eclipse del Partido del Congreso fundado por Mahatma Ghandi, cuyo nacionalismo laicista pretende colocarse por encima de los conflictos religiosos, y el correlativo ascenso al gobierno de sus antiguos rivales del Partido Janata, una formación nacionalista "hinduista", liderado por Narendra Modi, hizo más necesario que nunca un sistema de alianzas que garantice su supervivencia. La impronta antislámica del nacionalismo hinduista adquiere mayor relevancia si se tiene en cuenta que India alberga hoy a la población musulmana más numerosa del mundo.  

El enfrentamiento entre India y Pakistán y el conflicto de Medio Oriente guardan un notable paralelismo histórico. Ambos comenzaron en la segunda postguerra como consecuencia del desmembramiento del imperio británico, antes hegemónico en ambas regiones. Arabia Saudita es para la comunidad musulmana un equivalente al Estado del Vaticano para los católicos. Pakistán fue fundado en 1947 por iniciativa del imperio británico para albergar a la población musulmana expulsada de la India, en lo que constituyó el éxodo más numeroso de la historia. Fue la primera república islámica, 32 años antes que Irán. Ese mismo año nació el Estado de Israel, con Jerusalén con un "status" especial debido a su condición de lugar sagrado de las tres religiones del Libro.

Lo que a veces aparece como una extraña ironía de la historia, más que causalidades accidentales, suele reconocer causalidades profundas. Este acuerdo entre Arabia Saudita y Pakistán, que apunta a la constitución de una suerte de "OTAN sunita", orientada a la defensa común ante posibles agresiones del Irán chiita, del Estado judío y del nacionalismo hinduista antislámico, pone de manifiesto la dimensión religiosa de la mayoría de los conflictos internacionales de nuestra época.

 

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