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Como todos los 2 de abril, Aurelia González de Casimiro honrará a la Patria recordando la gesta de Malvinas.
En el frente de su casa de Salta, en Rivadavia al 1900, Aurelia coloca la bandera argentina y desde hace un tiempo le sumó la foto de su hijo Fidel Casimiro. Él ya es una leyenda de la guerra por Malvinas porque estuvo prisionero y logró escaparse de los ingleses.
En un reportaje que realiza el periodista Vicente Arias, para La Unión de los Andes, nos deja un material que es un documento de enorme valor histórico.
Fidel Casimiro fue el soldado de la Puna salteña que participó del conflicto bélico del Atlántico Sur contra Inglaterra y que, tras la retirada de las tropas argentinas, fue tomado prisionero por los ingleses.
Fidel nació un 8 de diciembre de 1963, en la localidad puneña de San Antonio de Los Cobres y falleció en 2009, en un trágico siniestro automovilístico.
"Sin lugar a dudas que, para Aurelia, como para muchos familiares de ex combatientes de Malvinas, el 2 de Abril tiene una mezcla de tristeza, dolor y orgullo", dijo Vicente Arias.
Su relato, comienza en el año 1981, cuando Fidel es llamado al Servicio Militar Obligatorio, cumpliendo esa tarea en la Armada Argentina por dos años. En este lugar recibió instrucción en Enfermería, pasando a pertenecer a la Cruz Roja de la Marina.
Al momento de la recuperación de las islas Malvinas, la mujer cuenta: "Cuando todos festejaban en la plaza que habían tomado las Islas, a mí me vino una enorme tristeza; algo me decía esto no estaba bien".
Doña Aurelia aclara: "Lo que sucedió es que Fidel, por cartas, mucho antes del conflicto, ya me decía que se estaban preparando para una guerra y que no sentía miedo. Yo pensaba que era una de sus locuras o bromas al hablar así, por eso pienso que los militares planificaron el ataque a Malvinas mucho antes". Luego, cuenta que el 4 abril, de ese año, Fidel llama al teléfono de un vecino para comunicarle su situación. "Mamá quédate tranquila, yo no tengo miedo de ir a la guerra, estamos por salir a Malvinas en el rompehielos Almirante Irízar", le dijo. Su tarea durante la guerra fue la de atender a soldados heridos, tanto argentinos como ingleses.
Su relato continúa con los días que duró la guerra. "Pasaron los días y no sabíamos nada de mi hijo, terminó todo y nos preocupamos al saber que estaba en la lista de desaparecidos; había registros de su partida pero no de su regreso. Preguntábamos a mis hermanos que también eran militares en la base aquí en Salta, y nada; empezamos a pensar en lo peor. Fue entonces que apareció un soldado que conocía a mi hijo, que nos vino a ver y nos comentó que Fidel había quedado prisionero tras la rendición de las tropas argentinas".
Su hijo fue uno de los últimos soldados en dejar las Malvinas, ya que al estar en la sección de Enfermería tenía que atender hasta el último de sus compañeros, incluso estando prisionero.
Aurelia, con la voz entrecortada por el dolor, comenta que a Fidel no le gustaba mucho recordar los momentos vividos en la guerra. Pero rescata algunas de las tristes anécdotas contadas por él. "Mi hijito me contó que en la retirada, sacando sus últimas fuerzas y casi desfalleciendo de sed, hambre y frío, tuvo que ayudar y cargar a un compañero que fue herido. Fue entonces que apareció un soldado inglés que los salvó de una muerte segura, lo ayudó a cargar al compañero herido y les brindó agua y comida. Siempre estaré agradecido a ese hombre y a Dios por haber aparecido en esos momentos tan terribles", relató Aurelia.
La fuga
La mujer dice que su hijo también le contó cómo pudieron escapar del cautiverio. "Un periodista argentino que estaba preso con él, en uno de los galpones, le propuso escapar por que se enteró que los iban a llevar a Inglaterra. Así fue que, camuflados con ropas de los ingleses y entre las cargas, lograron embarcarse en una de las últimas flotas que volvían a Puerto Argentino y de allí a Buenos Aires, donde le dieron una licencia, ya que tenía que volver a terminar su Servicio Militar en Ushuaia", contó.
Otro de los momentos más emotivos fue el relato de la vuelta a casa. "Fidel me contó que se vino en tren hasta Tucumán y desde ahí en colectivo hasta Salta. Mi hijo me comentaba que cuando lo veían como un soldadito, la gente le regalaba alimentos y golosinas. Él los iba juntando en bolsas y se transformaron en un gran equipaje. Al llegar a Salta fue a buscarme a mi lugar de trabajo, en el Hogar Escuela, que está frente a la Terminal, pero yo ya me había retirado". Luego indicó que, "ese día llegué del trabajo, y me disponía a descansar un poco y siento como que alguien tira unas bolsas y estalla unos alaridos de mis otros hijos menores al grito de ¡¡¡Fidel, Fidel!!!, salgo a ver y ahí estaba él. Lo desconocí, lo vi como un viejito, flaquito, con la piel quemada, todo sucio y dolorido", dijo llorando. Se emociona al contarlo y agrega, "yo despedí a mi hijito, jovencito casi un niño y la guerra me lo devolvió así, me dio mucha lástima y una gran emoción de volver a tenerlo, que me largué a llorar".