PUBLICIDAD

¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
23°
24 de Octubre,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Argentina, el país más predecible del mundo: un lugar donde lo imprevisible es lo único que no cambia

Viernes, 24 de octubre de 2025 09:29

Aunque suene a ironía o a título de humor político, la afirmación tiene más de verdad que de sarcasmo. Argentina es uno de los países más previsibles del mundo. Sí, previsible. Pero no por su estabilidad, sino por su inquebrantable capacidad de repetir los mismos errores una y otra vez, con una precisión que envidiarían los relojes suizos. En este país, lo imprevisible sería que las cosas funcionen como deberían.

La historia nacional es un largo y entretenido guion de vaivenes (obviando los periodos de terror). Desde una guerra civil que se extendió por 65 años (1815-1880), la más larga del planeta, hasta las crisis económicas que se renuevan con la misma puntualidad con la que cambian los ministros de Economía. Si uno se toma el trabajo de revisar los últimos 150 años, por hacer un corte en el tiempo, el libreto se repite: auge, ilusión, caída, crisis, promesa de cambio y nuevo ciclo de desencanto. Es casi poético, si no fuera tan doloroso.

Ya lo decía Tato Bores, con su humor filoso y su frac de burócrata eterno: “Tuve el presentimiento de que estudiar Instrucción Cívica no iba a servir para nada”. Lo dijo hace más de medio siglo, y sigue siendo una radiografía perfecta del país. Cambian los nombres, cambian los colores, cambian las excusas. Pero el fondo permanece casi igual. A veces parece que los argentinos tenemos un pacto silencioso con la desorganización y un amor irracional por el caos.

La economía, por supuesto, es el espejo más fiel de esta previsibilidad del desconcierto. “Cuando Boca pierde, sube el dólar. Cuando gana, también. Si renuncia un ministro, sube el dólar. Si llega uno nuevo, sube más. Y si nadie renuncia, igual sube por las dudas”, explicaba Tato en la década del 60. En ningún otro lugar del mundo los precios se mueven tanto al ritmo de los rumores. Acá, cualquier noticia puede alterar el humor financiero del país.

Y en la política, ni hablar. Los legisladores se renuevan, los presidentes cambian, los partidos se reinventan, pero el fondo es el mismo, es una sucesión infinita de planes que no prosperan y discursos que solo cambian de envoltorio. Lo que no cambia, decía Tato, “es la gente del populorium”. Porque tal vez, y sin ánimo de culpas colectivas, la previsibilidad argentina está también en nuestra manera de votar, de esperar milagros y de indignarnos con lo que ya sabíamos que iba a pasar.

El inversor extranjero que busca estabilidad se asusta, pero el que estudia la historia argentina debería encontrar una certeza casi matemática, nada se mantiene quieto, salvo la inestabilidad misma. Cada década tiene su crisis, su salvador de turno, su epopeya y su caída. Es un loop histórico que se repite con tanta disciplina que hasta podría enseñarse como modelo de constancia en la universidad.

Por eso, tal vez el problema no esté en el país, sino en la mirada de quienes esperan otra cosa. Argentina no es un terreno fértil para la previsibilidad institucional ni económica -al menos es lo que ha expresado hasta el momento-. Lo es, en cambio, para el ingenio, la supervivencia y la capacidad de reinventarse después de cada golpe. Si los que planifican inversiones, políticas o reformas entendieran que aquí la normalidad es el cambio permanente, podrían diseñar estrategias más realistas.

Porque si algo ha demostrado este país es que lo imprevisible es lo que no cambia. Y quizás, en esa paradoja, se encuentre la verdadera esencia argentina, un lugar donde la estabilidad se mide por la duración de la próxima crisis, y donde, como diría el viejo refrán, “lo que natura no da, Salamanca non presta”.

Argentina es, sin duda, el país más previsible del mundo. Siempre logra sorprendernos... haciendo exactamente lo mismo.

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD