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Hay historiadores que sostienen que con la revolución de Chuquisaca, ocurrida el 25 de mayo de 1809, comenzó el movimiento independentista en el Virreinato del Río de la Plata. Para otros, comenzó el 9 de julio de 1809, día de la revolución de La Paz y como hoy no hay espacio para recodar ambas fechas, hoy nos ocuparemos de lo ocurrido en Chuquisaca.
La noticia del cautiverio del rey de España en manos de los franceses llegó a Chuquisaca el 17 de septiembre de 1808, pero fueron pocos los funcionarios locales de la corona que le dieron crédito a la mala nueva. Solo el paso del tiempo y el arribo de documentación oficial de España les convencieron sobre el confinamiento de Fernando VII.
Para los súbditos del rey la noticia fue terriblemente impactante, pues llegaron a creer que todo el andamiaje institucional del Estado español se derrumbaba. Por el contrario, los nativos, criollos y especialmente los intelectuales de la Universidad de Chuquisaca, creyeron que por fin había llegado la oportunidad de sacudir el yugo que desde hacía años los oprimía.
La ciudad de Chuquisaca, con poco menos de 20.000 habitantes, era por entonces uno de los centros intelectuales más importante de Hispanoamérica. A la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca, acudían a estudiar humanidades y leyes jóvenes de Lima, Cuzco, el Tucumán, Córdoba y Buenos Aires. Allí se empapaban de las ideas políticas muy en boga en Europa y aunque sea a hurtadillas podían acceder a los pensamientos de Montesquieu, Rousseau, Voltaire (Francois –Marie Arouet) y otros. Sin dudas, Chuquisaca era un laboratorio de ideas libertarias donde todo se discutía y además, se aprendía a pensar y polemizar.
El arribo de Goyeneche
El 11 de noviembre de 1808, es decir, a dos meses del cautiverio de Fernando VII, arribó a Chuquisaca el Comisionado Especial de la Junta de Sevilla, brigadier José Manuel de Goyeneche, americano de Arequipa. Portaba precisas instrucciones de aquella Junta, órgano supremo del poder en España. Su misión era asegurar la proclamación del rey Fernando VII en los virreinatos del Río de la Plata y del Perú, y además, lograr el reconocimiento a esa Junta de gobernar en nombre del monarca cautivo.
Pero a poco de llegar se supo que Goyeneche se traía bajo el poncho otra propuesta. Era la que en Brasil, en su viaje de España a Buenos Aires, le había entregado doña Carlota Joaquina de Borbón, hermana del cautivo, reina de Portugal y de Brasil, por ser esposa de Juan VI. La propuesta consistía en establecer una monarquía independiente en el Río de la Plata y con Carlota como reina. Es decir que desconocía la autoridad de su hermano el rey y de la Junta de Sevilla.
El hecho es que Goyeneche fue recibido en Chuquisaca con grandes manifestaciones y a poco comenzó a reunirse en forma reservadas con Benito María Moxo, arzobispo de Charcas, con el presidente de Charcas, don Ramón García de León y Pizarro –fundador de San Ramón de la Nueva Oran en Salta- y el Regente de Charcas, oidor Antonio Boero. Fue en el transcurso de estas reuniones que Goyeneche expuso el "plan carlotista", propuesta que pronto llegó a conocimiento de una población sensible que aun recordaba las invasiones a la provincia de Chiquito por parte de los "bandeirantes" brasileños a mediados del siglo XVIII, con la pretensión de esclavizar a los aborígenes.
De todos modos, la propuesta "carlotista" al principio tuvo aceptación por parte del arzobispo Moxo y del presidente de Charcas García y Pizarro pero no así del oidor Boero, quien, en plena discusión con Goyeneche sobre tan delicado proyecto cayó como fulminado por un rayo. Y murió.
Descontento
El 17 de noviembre Goyeneche abandonó Chuquisaca rumbo a La Paz, mientras en la ciudad, que ya estaba al tanto de la "misión carlotista" del arequipeño, crecía el descontento, alentado especialmente por los jóvenes y los doctores de la universidad. Sobresalían entre ellos los hermanos Zudáñez, el tucumano Bernardo de Monteagudo, Joaquín Lemoine, los Mercado, Caravajal y Prudencio entre muchos otros.
Y así fue que ante el cariz que tomaba la cuestión, el arzobispo Moxo resolvió hacer lo de Pilato y puso los pliegos de Carlota a consideración de la Universidad y sus Doctores, y pidiendo pareceres. La respuesta no se hizo esperar y en ella los "doctos varones" no solo reconocieron en forma contundente la autoridad de Fernando VII sino que además, calificaron a la propuesta de doña Carlota como "proposición subversiva que excita la noble indignación y horror de los dignos vasallos de Fernando Séptimo".
El extenso documento (acta) de la Universidad, redactada por el Dr. Jaime de Zudáñez, luego de aprobado y rubricado por todos los doctores, fue elevada al gobernador Pizarro y al virrey del Río de la Plata Santiago de Liniers y Bremond quien, al leer el uso del término "traición" –al referirse a Carlota- ordenó que se destruyera el documento. En consonancia, Pizarro dispuso que ante su presencia, el escribano de gobierno arrancase las hojas y destruyese el acta. Y por supuesto, tal proceder no hizo más que incrementar en los ámbitos más influyentes de Chuquisaca, las dudas sobre la conducta de las autoridades ante la propuesta de Carlota, razón por la cual, el descontento, alentado por los universitarios y el pueblo, fue subiendo de tono a lo largo de cinco meses.
Finalmente, Pizarro, viendo que la situación se le iba de las manos, resolvió cortar por lo sano y, el 25 de mayo de 1809, ordenó detener a los más revoltosos y entre ellos a los hermanos Zudáñez. Estos, al enterarse de la orden, resolvieron que uno de ellos se dejase prender de intento para así tener pretexto e iniciar una rebelión popular. Al atardecer, uno de ellos fue detenido y cuando los soldados lo llevaban por la calle, Zudáñez comenzó a chillar como marrano hasta que logró armar un gran escándalo y para lo cual contó con la colaboración convenida previamente con sus compañeros. Y cuando las calles se poblaban de gente, un grupo de los alborotadores fue por las torres de las iglesias para echar a vuelo las campanas, y otro a encender fogatas hasta las entonces desiertas calles a las que de inmediato acudió una verdadera multitud.
Pizarro intentó reprender con disparos al aire de un cañón y de fusiles, pero eso no amedrentó a la multitud que con palos, piedras, cuchillos y algún viejo fusil, tomó la Audiencia con el objeto de detener a Pizarro.
Y así fue. A poco, el Presidente Gobernador Pizarro salió de la Audiencia escoltado por el pueblo para ser conducido prisionero a la Universidad. Eran las doce de la noche del 25 de mayo de 1809 y la primera vez que un alto funcionario en la jurisdicción del Virreinato del Río de la Plata, a la fuerza era desalojado del poder. Fue entonces que el tan ilustre detenido dijo: "Con un Pizarro comenzó la dominación de España; con otro Pizarro principia la separación".
Al día siguiente, el 26 de mayo, los revolucionarios, creyendo que su misión en Chuquisaca había concluido, resolvieron iniciar una campaña de concientización en el resto de las ciudades de la Audiencia. El tucumano Bernardo de Monteagudo tomó camino a Potosí; los doctores Pulido y Alcérreca rumbearon para Cochabamba; y los doctores Michel y Mercado fueron a La Paz, donde el 16 de julio de ese mismo año, para el día de la Virgen del Carmen, se produjo un levantamiento con gravísimas consecuencias y del cual nos ocuparemos en otra oportunidad.