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Mañana se celebrará el Día del Niño, una fecha que suele asociarse a festejos, juegos y sonrisas. Pero para muchas infancias salteñas la realidad es muy distinta. En el barrio Juan Manuel de Rosas, dos niñas cargan sobre sus espaldas una historia de dolor, abandono y carencias, aunque también de lucha y de sueños que se niegan a soltar.
Nayara, de 11 años, cursa quinto grado en la escuela y cuenta con orgullo que tiene “muy buenas notas” en todas las materias. Jocelyn, de 14, obtuvo una beca para estudiar en una institución privada de zona norte, donde suele sentirse discriminada por algunos compañeros, por no tener el mismo nivel económico que los demás. “Me critican porque no soy como ellos, pero sigo adelante”, confiesa. Quiere ser abogada: “Me gusta defender a la gente y pedir justicia”.
Su hermana menor, Nayara, sueña con ser policía. “Desde chica cuidaba que no se lleven cosas de mi casa, por eso quiero proteger a la gente”, dice con una madurez poco común para su edad. Ambas coinciden en algo: saben que el único camino para cambiar su destino es estudiar, aunque muchas veces les falte hasta lo más básico para hacerlo.
Una infancia marcada por el dolor
Las hermanitas crecieron sin la presencia de su madre, quien cayó en las drogas tras una separación y las abandonó. “Tengo fe y esperanza de que se cure y vuelva a ser como antes”, confiesa Jocelyn con la voz entrecortada y con lágrimas. Esa ausencia marcó sus vidas, pero encontraron en su abuela y su tía el sostén diario para continuar.
La vivienda que habitan es una casilla de madera levantada hace años y sostenida con parches. Cada vez que llueve, el agua ingresa por las paredes rotas y el techo deteriorado, empapando la ropa y los colchones donde duermen los cuatro hermanos juntos. “Cuando corre mucho viento, los techos se vuelan y mi hermano mayor tiene que salir a buscarlos para volver a ponerlos”, relata Nayara.
El pedido de las niñas es tan simple como urgente: materiales como chapas y bloques para reforzar la casilla, colchones y ropa de abrigo para no pasar frío, calzados y mercadería para poder alimentarse. “Yo uso talle 32 o 33 y ella 39 o 40, porque tenemos que lavar todos los días las mismas zapatillas para ir a la escuela”, explican con timidez.
Sueños en medio de la adversidad
El próximo deseo de Jocelyn es celebrar sus 15 años. “Me gustaría tener una fiesta, aunque sea sencilla”, dice con una sonrisa tímida. Para Nayara, el sueño inmediato es tener ropa y zapatos para poder seguir yendo a la escuela. “Lo más importante es que quiero ser alguien en la vida y no caer como mi mamá”, afirma.
Ambas agradecen a los vecinos y a referentes solidarios que las ayudan día a día, como “Doña María”, quien las acompaña con consejos, útiles y palabras de aliento. “Ella me dice que siga por el camino bueno y que no me caiga atrás como mi mamá”, cuenta Jocelyn.
Una historia que representa a muchas
La vida de Nayara y Jocelyn refleja la de cientos de niños salteños que, en silencio y sin visibilidad, crecen en condiciones de extrema vulnerabilidad. Realidades que se multiplican en barrios periféricos y que, muchas veces, pasan desapercibidas en una sociedad donde la niñez debería ser sinónimo de juego, cuidado y oportunidades.
En la víspera del Día del Niño, su testimonio es un recordatorio de que aún en medio de la pobreza y el abandono, hay sueños que resisten. Y que detrás de cada sonrisa infantil, puede esconderse una lucha silenciosa que merece ser vista.
Solidaridad
A pesar de todas las dificultades, las niñas mantienen intactos sus sueños de estudiar y salir adelante. Cada gesto de apoyo significa una oportunidad más para que puedan seguir construyendo un futuro distinto. Quienes quieran tender una mano solidaria pueden comunicarse con su tía, Antonella, al teléfono 3874695334.