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En el corazón de la zona norte de la ciudad, el Día del Niño fue celebrado con ternura, compromiso y un enorme gesto de amor colectivo. El barrio Juan Manuel de Rosas se vistió de fiesta gracias al esfuerzo del Centro Vecinal y el merendero "Divino Niño Jesús", con una propuesta integral que incluyó chocolatada, juguetes, juegos, pintacaritas, un ropero solidario para las familias y, sobre todo, un sinfín de emociones.
Desde las 15:30, cuando el sol empezaba a calentar tímidamente la jornada, el barrio comenzó a llenarse de vida. Niños y niñas, acompañados por sus familias, se acercaban con ilusión a la calle principal, donde todo estaba listo para celebrar una tarde única. El solcito de agosto acompañó todo el evento, regalando una temperatura ideal para estar al aire libre, y las caritas de emoción de los chicos fueron la postal constante del día.
“Estoy feliz porque me pintaron de mariposa y me dieron un globo rosa”, contó con timidez Guadalupe, de 8 años, que también se animó a probar uno de los juegos de ingenio.
Un ropero que abriga
Uno de los espacios más concurridos fue la inauguración del Ropero Solidario, donde muchas mamás del barrio pudieron elegir prendas, calzado y mochilas para sus hijos. “Es una gran ayuda, hay muchas mamás que no pueden comprar ropa nueva. Acá hay de todo: camperitas, zapatitos, mochilas, hasta medias. Estoy eligiendo algo para mi nena, y estoy agradecida de corazón”, compartió Patricia, mientras recorría con emoción las mesas colmadas de donaciones.
Fernanda Mamani, referente del merendero y organizadora principal de la jornada, expresó con orgullo: “Esto no se logra solo. Hay voluntarios que vienen todos los días, vecinos que donan ropa, gente de otros barrios que colabora. Es un trabajo de hormiga, pero cuando ves la sonrisa de un chico, sabés que vale la pena”.
Juegos, color y chocolatada
En otro sector, los más chicos se sumergieron en un mundo de juego y alegría. Peloteros, pintacaritas, disfraces, bolos, juegos de bolsa, juegos de ingenio y hasta personajes disfrazados como la famosa gallina Turuleta animaron la tarde.
“¡Hoy gané una golosina adivinando los colores!”, contó entusiasmado Juan, de 6 años, con la cara pintada de león y las manos llenas de confites.
El sol acompañaba y también lo hacía el aroma dulce de la chocolatada caliente, servida con masitas por los propios voluntarios. “Es una merienda que se hace con lo que se puede, pero cuando se hace con cariño, alcanza para todos”, comentó Fernanda con una sonrisa, mientras servía tazas y llenaba jarras y recipientes con los que llegaba cada familia.
Juguetes que dejan huella
Pero el momento más esperado fue el reparto de juguetes. Los niños, organizados por número, ingresaban emocionados y salían con un paquete en las manos y una sonrisa que conmovía.
“Me regalaron una muñeca y una bolsita de caramelos. ¡Estoy re contenta!”, dijo Ayelén, de 7 años, abrazando fuerte su nuevo juguete.
“Yo tengo tres añitos. Me tocó un auto”, dijo Gabriel. “Estamos muy agradecidos”, agregó su mamá, ayudándolo a abrir su regalo.
Muchos de esos juguetes fueron recolectados durante todo el año por corazones solidarios salteños. Algunos eran nuevos, otros fueron restaurados con dedicación y cuidado por los propios voluntarios.
“Estos juguetes se juntaron durante meses”, explicó Leandro, uno de los voluntarios. “Los limpiamos, los arreglamos, los envolvimos. Todo fue hecho con mucho amor. No hay nada más lindo que ver a los chicos salir con una sonrisa”.
“Esto es esperanza”, agregó Iván Silva, vecino del barrio. “A veces uno no puede comprar un regalo, pero ver a tus hijos felices, eso no tiene precio”.
Fundación del Alma: sostener la infancia
El evento también contó con la presencia de la Fundación del Alma, una organización que trabaja desde hace años en la contención de niños y niñas en contextos vulnerables.
“Creemos firmemente que los niños deben estar en estos espacios: de juego, de amor, de contención. No en contextos de maltrato o trabajo. Por eso celebramos estos encuentros. Son espacios que transforman vidas”, expresó una de sus integrantes.
Valentina, una joven voluntaria de la fundación, compartió su experiencia entre lágrimas y risas: “Pintar caritas, charlar con ellos, ver cómo se acercan solo por un abrazo, por una palabra es algo que te llena el alma. Los chicos no te piden nada, solo te dan amor”.
Un homenaje que emocionó
En medio de tanta alegría, también hubo un momento de recogimiento. Durante la jornada se rindió un cálido homenaje a un colaborador del merendero que falleció recientemente. Su hermana, Celeste, hoy voluntaria activa, contó: “Mi hermano venía siempre a cortar el pelo a los chicos. Lo querían mucho. Hoy, estar acá es mi forma de seguir lo que él hacía. Sé que estaría feliz de ver esto”.
Una comunidad unida por el amor
El cierre fue con música, baile, sorteos, y fotos con personajes animados. Cada niño se llevó un juguete, pero también el recuerdo de un día donde fueron protagonistas, donde se sintieron amados y valorados.
“La sonrisa de un chico en estos tiempos vale muchísimo”, resumió una voluntaria mientras seguía repartiendo globos. “Por más infancias felices”, gritó la gallina Turuleta antes de unirse al baile colectivo.
Una jornada que deja huella
Así se vivió el Día del Niño en el barrio Juan Manuel de Rosas. Entre chocolate, juguetes, caritas pintadas y emoción, la solidaridad volvió a ser el hilo invisible que une, sostiene y transforma.
Porque cuando el amor se organiza, los niños sonríen y la esperanza crece.