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14 de Septiembre,  Salta, Centro, Argentina
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La milagrosa donación del primer Obispo del Tucumán

Hechos que marcaron la identidad de Salta.
Domingo, 14 de septiembre de 2025 00:41
Fray Francisco de Victoria.
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Septiembre es tiempo de azahares, novenas, peregrinaciones y procesión con la majestuosa presencia del Señor y la Virgen del Milagro. Pero se ha de recordar que el Salvador nos ha sido obsequiado a los salteños por el primer Obispo del Tucumán, Francisco de Victoria, nacido en el reino de Portugal en 1540, que pasó su infancia en España.

En su juventud como muchos de sus contemporáneos, decidió pasar al Nuevo Mundo para probar fortuna. Se avecindó en el Virreinato del Perú, lugar donde se dedicó al comercio, pero no logró éxitos en esta actividad.

En 1560 recibió el llamado del Altísimo e ingresó a la Orden de Predicadores donde cursó sus estudios y se ordenó como fraile dominico, obteniendo el título de maestro en Teología. Su dedicación al trabajo y estudio le valió diversos reconocimientos: los dominicos de Perú lo enviaron a Madrid y a Roma como su representante legal ante la Curia Romana

El 13 de setiembre de 1577, el Consejo de Indias propuso al Rey los méritos de Fray Francisco de Victoria, los que motivaron su promoción. Era nuestro fray Francisco "muy buen letrado y predicador regente de la universidad de la ciudad de los Reyes (Lima), y consultor del Santo Oficio".

Constituyó mérito de relevancia su prolongada actuación en Indias: "Ha residido allí muchos años, enseñando y predicando y leyendo teología", reza la documentación del Archivo General de Indias.

El Rey fue expeditivo en el trámite, el 23 de setiembre enviaba dos cédulas a Roma desde San Lorenzo del Escorial: la una, al embajador don Juan de Zúñiga, y la otra a Gregorio XIII, con la presentación de fray Francisco de Victoria para obispo de Tucumán.

Ilustración Señor del Milagro en Perú.

Remitía Su Majestad el mismo día otra real cédula al Deán y Cabildo de la diócesis vacante, para que recibiesen al nuevo Prelado, con los poderes de jurisdicción, mientras se despachaban las bulas.

El lunes 13 de enero de 1578 proveyó Gregorio XIII en San Pedro la sede del Tucumán, en tanto que el 31 de julio siguiente firmó Felipe II en Madrid las ejecutoriales, lo mismo que otras tres cédulas que facultaban al Pastor para llevar consigo cuatro religiosos de su Orden, doce criados y tres negros.

En 1° de febrero de 1580 el obispo Victoria entraba en los Reyes, según escribía a Hernando de Lerma, gobernador del Tucumán, y se prometía llegar a Charcas el próximo septiembre, "que nos dicen es el tiempo más cómodo para poder entrar". El obispo debió consagrarse en Lima.

Cuando Victoria llegó a los Reyes, se iniciaba la celebración del tercer concilio limense. El virrey don Francisco de Toledo estaba en ello, y rogó al recién llegado que postergase su toma de posesión de la diócesis, a los fines de aportar su experiencia personal a la asamblea de obispos: "piensa el Virrey que para hallarme en el concilio provincial será bien que yo vea las necesidades de mi obispado, de manera que a lo que puedo colegir de Su Excelencia es que quiere que parta desta ciudad dentro de dos meses y medio".

La documentación existente evidencia las preocupaciones del pastor ordenadas a socorrer a las paupérrimas iglesias de la provincia. Nuestro obispo conocía la pobreza general de estas tierras y no quería traer solamente buenos deseos; ello le lleva a proyectar. Así, desde Potosí, el 6 de febrero de 1581 le comunica al gobernador: "Yo escribo a Juan de Garay (…) que me haga merced de buscar ocasión como nos dé pasaje para el Brasil, de manera que podamos proveer a las iglesias de esa provincia de campana, imágenes de Nuestra Señora, e ornamentos, y otras cosas para el culto de Dios Nuestro Señor".

El Señor del Milagro por las calles de Salta.

En otra misiva expresa: "Pido socorro de ropa para adornar esas iglesias (…) de misales y breviarios, del rezador, que para mi es vergüenza que vamos a obispado con tanta penuria de cosas tan necesarias para el culto de Dios Nuestro Señor, Su Señoría ayude en esto como es razón".

Expresa el deseo de hallarse en el valle de Salta para asistir a la fundación de la ciudad. Entre tanto no ha perdido el tiempo, ya que llega "muy bien pertrechado de cosas para la iglesia, de que se servirá mucho Nuestro Señor".

En los comienzos de 1582 tomaba posesión el señor Victoria del obispado en Talina, pueblo de indios chichas. Por los mismos días el gobernador Hernando de Lerma llegaba al norte de la gobernación, donde el 16 de abril fundaba la ciudad de Lerma en el valle de Salta, provincia del Tucumán. Allí se verificó el encuentro del obispo Victoria con el Gobernador. Las relaciones entre ambos distaron mucho de pasar por la cordialidad.

"La tradición cuenta que los cajones con las imágenes fueron vistos flotando juntos en el mar del Callao, como guiados por una sola mano"

Francisco de Victoria se hizo cargo de la diócesis en 1582. La misma comprendía la totalidad de la gobernación del Tucumán que por entonces incluía a las actuales provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja y Córdoba. Empero, fue siempre preocupación del prelado poder surtir convenientemente a los oficios de la Iglesia en tiempos y territorios de notable escasez. De allí que no es de extrañar que póstumamente dotara a Salta con magnífica donación.

Obsequio Sagrado

Trascurrieron diez años desde la fundación de Salta cuando sobre las aguas del océano Pacífico, según manifiesta el Vicario J. Toscano: "en donde una innumerable muchedumbre de gente avistó dos bultos que se dirigían al puerto del Callao, los dos cajones que contenían el Cristo para la ciudad de Salta y la Virgen del Rosario para la de Córdoba; los dos caminando a la par como si una sola mano los condujera a un punto o sitio determinado con anterioridad".

Los cajones quedaron esa noche en la orilla del mar, velados por una guardia de ciudadanos que espontáneamente se ofrecieron a desempeñar aquella función. Y no era para menos: en la tapa de cada cajón se leía: "Un Señor Crucificado para la Iglesia Matriz de la ciudad de Salta, Provincia del Tucumán, remitido por Fr. Francisco de Victoria, Obispo del Tucumán". El rótulo del otro cajón rezaba: "Una Señora del Rosario para el convento de Predicadores de la ciudad de Córdoba, Provincia del Tucumán, remitido por Fr. Francisco de Victoria, Obispo del Tucumán".

El notable contenido de los cajones justifica las pompas que siguieron para la apertura del tesoro que encerraban tales cofres. La instrucción del Virrey fue que las corporaciones eclesiástica, civil y militar de Lima, asistiesen al Callao en traje de etiqueta, junto al cuerpo del ejército y con todo el Estado Mayor vestidos de gran parada.

La población de Lima, por la que se difundió la noticia, atraída por su espíritu religioso y por la natural curiosidad, concurrió a la augusta ceremonia. Lo más lucido y poderoso de las familias de Lima aguardaban inquietas. Una gran comitiva acompañaba a García Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, Virrey del Perú y vasallo fiel de S.M. Felipe II, Rey de España y de las Indias. Con disparo de artillería y repiques de campanas, preludió el momento en que hizo levantar las tapas y mostrarlas al pueblo, cayendo este de hinojos ante el Salvador del Mundo y de su Madre Santísima bajo la Advocación del Rosario.

Ilustración de antaño de la procesión del Milagro.

En los días siguientes el pueblo del Callao acompañó en cortejo a las imágenes para su recepción en Lima, encontrando en la población vestida de gala, la predisposición para los actos litúrgicos que se sucedieron en la Catedral.

Se ha de considerar que, según la tradición, la imagen del Señor del Milagro fue venerada en Lima por cinco santos americanos, según creencia muy probable: las fechas de los años en que vivieron son el fundamento de esta opinión, que coinciden perfectamente con la llegada del Cristo a la ciudad de los Reyes.

De San Francisco Solano y Santo Toribio no hay duda alguna: el primero llegó a las playas de América en 1589, juntamente con elMarqués de Cañete. En cuanto a Toribio de Mogrovejo gobernaba el arzobispado, encontrándose en Lima.

Santa Rosa había nacido en 1586, tenía por consiguiente seis años, San Martín de Porres y el Beato Juan Masías habían nacido en 1579 y 1585 respectivamente

Cumplidas estas celebraciones un escuadrón de caballería acompañó a las sagradas imágenes hasta Potosí, lugar en el que fueron recibidas y adoradas con gran devoción. Por orden del virrey, los más ricos propietarios en número de cincuenta habrían de conducirlas hasta Salta, orden que fue cumplida con la más escrupulosa exactitud.

El 13 de agosto salió de la ciudad de Potosí la gran comitiva. Después de treinta y tres días, el Gobernador con la poca tropa que aquí había y con lo más notable del vecindario salió a encontrarlas. Con aquel lucido acompañamiento entró el milagroso Señor para ser el más celoso guardián, el único y verdadero Salvador de este pueblo que lo recibió un día 15 de septiembre de 1592 para colocarlo en el sagrado templo de la Matriz, donde debía permanecer para consuelo de muchas generaciones.

Una solemne misa se celebró aquel día, y el pueblo todo, corrió presuroso a postrarse a los pies de su Redentor y de su Madre Santísima. La comitiva que vino desde Potosí debía conducir a la Virgen del Rosario hasta la ciudad de Córdoba, pocos días después continuó su marcha.

De tal suerte y luego de los fastos ceremoniales, quedó entronizado nuestro Señor del Milagro. Un siglo después su presencia habría de evitar la catástrofe, la destrucción de la ciudad. Desde entonces, se reedita cada año los ritos sagrados que renuevan la promesa de fidelidad a los Santos Patronos, largamente augustos protectores de la muy noble y leal ciudad de Salta y de sus fieles habitantes. Cabe recordar y agradecer al primer obispo del Tucumán, Fr. Francisco de Victoria por el sagrado obsequio con el que honró a la feligresía salteña.

 

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