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Sarmiento, 200 años de controvertida gloria

Sabado, 10 de septiembre de 2011 20:08

“Sarmiento... ancho y feo; la gran cabeza hombruna bien clavada en las espaldas recias; largo el mirar, como hecho para medir ultrahorizontes; igualmente propicio el entrecejo al gesto de imperio y de meditación... duras las líneas, como creadas para facilitar el símil en bronce; almenado de altiveces, impetuoso, huraño, dominante...”*

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“Sarmiento... ancho y feo; la gran cabeza hombruna bien clavada en las espaldas recias; largo el mirar, como hecho para medir ultrahorizontes; igualmente propicio el entrecejo al gesto de imperio y de meditación... duras las líneas, como creadas para facilitar el símil en bronce; almenado de altiveces, impetuoso, huraño, dominante...”*

Es imposible referirse a Sarmiento sin controversias. Para hablar de este cuyano, “sanjuanino alborotador”, de cuyo nacimiento se cumplieron ya 200 años, se necesita espacio y tiempo. Sobre todo para entender su complejidad sin perder de vista la riqueza de su legado, especialmente significativo en el campo de la educación. Ni ángel ni demonio. Vehemente, racista, republicano y progresista. Un hombre de grandes contrastes que sigue proponiendo encendidos debates. Conocer su genio requiere una lectura abierta, capaz de unir los retazos de su herencia, apreciar sus ideas más valiosas y contextualizar aquello que dijo o hizo en su tiempo, y que parece un improperio en esta época.

Sarmiento se expresó sin tapujos en contra de indígenas y gauchos, españoles, el clero y los héroes de la revolución. Pero es clave destacar que su actuación en el ámbito educativo, lejos de causar discriminación, se caracterizó por un despliegue fenomenal de medidas inclusivas. Admitiendo la ambigedad, la figura de Sarmiento concita un acuerdo básico: su lucha por la educación masiva. Jamás propuso escuelas diferenciales para mujeres y varones, negros y blancos, ricos y pobres. Su lucha fue por la creación y expansión de la escuela común. Su fe estaba puesta en que “sólo a los pueblos cultos y educados los aguarda un destino de grandeza”.

Por las ambigedades de su partida de nacimiento, los historiadores no se ponen de acuerdo si nació el 14 de febrero de 1811, día de la partida, o fue inscripto en la parroquia un día después. Era hijo de José Clemente Sarmiento y Paula Albarracín, de familias ligadas a la antigua aristocracia cuyana. A los 5 años de edad, Domingo ya sabía leer y escribir. Entre 1816 y 1824 recibió su primera y única instrucción escolar en la Escuela de la Patria, que reemplazó a la muy española Escuela del Rey a fines de 1815. A los 15 años Sarmiento fundó con su tío, José de Oro, una escuela en el exilio puntano donde impartía enseñanza básica a jóvenes. Autodidacta, Domingo leía todo lo que caía en sus manos y, poco a poco, comenzó a politizarse y se identificó con la causa unitaria. En 1831 se exilió en Chile, donde trabajó como comerciante, maestro y minero. Cinco año más tarde retornó enfermo a su San Juan natal.

“Fue a Chile con su pluma como San Martín con su espada: a libertar; y cuando volvió, fogueado ya en las luchas contra el despotismo y magnífico de rebelión, no era un hombre el que volvía, era un torrente que bajaba de la cumbre saltando de peñasco en peñasco para derramarse sobre el caro suelo nativo como un limo fecundador y bendito...”*

En 1839, Sarmiento abrió una escuela para señoritas en San Juan y fundó el periódico El Zonda, presa de la censura oficial. Volvió a exiliarse en Chile y aceptó un cargo de redactor en El Mercurio, ligado al gobierno conservador y adversario de la oposición liberal con la que simpatizaba Sarmiento.

En 1845 escribió Facundo. Civilización y Barbarie, su obra más reconocida, y luego hizo un largo viaje por Europa, Africa y Estados Unidos. Sarmiento fue elegido gobernador de San Juan en 1862 y en 1864 fue nombrado embajador en Estados Unidos. Cuatro años después asumiría como Presidente.

Fue un hombre que se iba de boca fácilmente y, al mismo tiempo, era democrático en la imposición de la enseñanza (aunque su plan de una Argentina alfabetizada pudo cumplirse recién en la década de 1960). Esto equiparó a todos los argentinos creando entonces el país más brillante del mundo, que al imperio le costó todas estas décadas desarmar.

“... Actuó en plena selva virgen y a puro golpe de hacha, a medida que se abaten las últimas marañas, se destaca más entera la silueta del leñador”.*

* Belisario Roldán - Discursos completos. 1922

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