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16 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El maestro de los artesanos de los valles

Sabado, 13 de octubre de 2012 22:25

Felipe Guaymás hace un alto en su taller, les dice a los niños que se detengan, y recibe al embajador de Japón, Masashi Mizukami, y al presidente de Mitsubishi Corporation Argentina, Hiroyuki Kono, en su taller del Centro de Interpretación de Molinos.

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Felipe Guaymás hace un alto en su taller, les dice a los niños que se detengan, y recibe al embajador de Japón, Masashi Mizukami, y al presidente de Mitsubishi Corporation Argentina, Hiroyuki Kono, en su taller del Centro de Interpretación de Molinos.

Las potencias se saludan, el respeto tiene antecedentes ancestrales y la admiración es mutua.

Sucede que los nipones, que no son improvisados, llegaron a los Valles Calchaquíes a fines de agosto pasado, sabiendo del significativo trascender de la vida de este vallisto.

La martingala de su vida hizo que Felipe naciera hace 67 años en Luracatao, departamento Molinos.

La mirada se le vuelve tiempo y sus primeros recuerdos lo llevan a su vieja escuela rural. Como siempre ocurre, lo significativo no pasa por los contenidos sino por los indelebles recuerdos del día a día.

El hombre conserva en su memoria sus ojotas y los 6 kilómetros que debía recorrer para llegar a la escuela, aunque hiciera frío.

En ese cuadro figuran Juan Guaymás y Florencia López, quienes fueron sus padres, y sus diez hermanos.

Por los años '60 su familia trabajaba en la finca de la familia Patrón Costas. En 1964 llegó José D'Hont como administrador de la finca y le dio un fuerte impulso a los trabajos de artesanías.

D'Hont era francés y comenzó a desarrollar un trabajo sistemático en la elaboración de artesanías en Luracatao; para 1968 ya exportaba tejidos a Europa.

Felipe tenía una ventaja enorme pues su papá, Juan, era profesor y ya por esos tiempos sabía cuatro puntos de barracán: el espigado, rombo, escocés y cuadros.

Pero D'Hont tenía muestras de 90 tipos de puntos.

No se sabe muy bien, pero aseguran que entonces la gente temía vender por cuenta propia sus trabajos.

Cuando se hizo mayor prestó el servicio militar obligatorio en Jujuy y al finalizar llegó a Salta capital para trabajar con María Antonia Díaz en una finca donde actualmente se encuentra la planta editorial de El Tribuno.

Cuidaba el alfa, plantaba tabaco y ordeñaba las vacas.

Resulta que en un baile de Año Nuevo se fue, después de la medianoche, al “Baile de Ale”, en la intersección de las calles Olavarría y La Rioja.

Allí, casualmente, conoció a María Elena Casimiro, quien entre baile y baile se enteró que ­también era de Luracatao!

María Elena trabajaba como empleada doméstica en San Lorenzo.

Muy rápido estuvo Felipe y al tiempo se casaron. El se hizo policía y, cuando tenían 27 años, volvieron a vivir a Molinos. Luego de formar una familia numerosa enviudó.

Tuvieron 10 hijos, pero todos se fueron de Molinos y ninguno fue artesano.

Tiene la esperanza de que algún nieto lo siga, mientras tanto sigue enseñando su arte a los niños.

Recomendable es para cualquiera que pase por Molinos parar y llegarse al Centro de Interpretaciones donde seguro encontrará a Felipe rodeado de chicos aprendiendo el sano arte del telar.

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