¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

15°
26 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La sandalia, la noche y la bruja

Domingo, 14 de octubre de 2012 21:26

 Los otros días subí al auto para ir al centro y encontré un par de sandalias de las chicas de casa. Ahí me acordé de una anécdota que contó el Flaco Pailos, algo que le sucedió a su compadre y que relató en el programa Cordialmente, por AM 840.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

 Los otros días subí al auto para ir al centro y encontré un par de sandalias de las chicas de casa. Ahí me acordé de una anécdota que contó el Flaco Pailos, algo que le sucedió a su compadre y que relató en el programa Cordialmente, por AM 840.

Dice el Flaco que una noche su compadre se había enfiestado con la tropa de vagos y anduvieron de joda toda la noche, por supu, con algunas chifladas, como le dicen ellos. Aclaro de lo de chifladas, no es en tono despectivo, sino en el vocabulario de la noche. El hecho es que el vago, entre piripipí...piripipí... baile y salud viene, salud va, apareció en su casa a las 8 de la mañana. Apenas quiso abrir la puerta, la bruja (o la señora para que no se enojen), se le anticipó y lo recibió con un rosario de puteadas: “Infeliz, sabías que hoy bautizábamos a la nena y mirá la hora que llegás”. Y sin descansar siguió: “¡Te das un baño yaaaa y vamos a la iglesia!”. El salidor, muy obediente, hizo todo al pie de la letra y en el camino, en el auto, lo seguían puteando, su señora desde un costado y su suegra, que viajaba atrás, le daba unos cocachos. En lo mejor que iba manejando, cuenta Pailos, al compadre lo para un semáforo y el vago siente que algo lo molestaba en la pedalera del freno. Mira y... ¡horror!, era una sandalia de mujer. El vago se quería morir. Si lo descubrían la golpiza iba a ser peor. Miraba la sandalia y le daba ganas de volver a la joda. La miraba a la bruja y sufría metro a metro. En una esquina, cuando las señoras se distrajeron mirando a una vecina, el vago aprovechó y revoleó la sandalia a los yuyos. “Salvado el hombre”, dijo, y llegaron apurados, sobre la hora, a la iglesia. Bajaron corriendo a formar fila para el bautismo y, cuando se dieron cuenta, faltaba la suegra. La señora que estaba enojada lo mandó al marido que la busque. Cuando llegó el vago a la vereda la vio a su suegra de cuatro patas dentro del auto y le preguntó: “Suegra, ¿qué hace que no baja? La estamos esperando”. Y la mujer le gritó: “Se me perdió una sandalia, desgraciao”. El Flaco dice que su amigo cada vez que se acordaba lloraba de la risa. ¿Churo no?, decía mi amigo César Fermín Perdiguero.
PUBLICIDAD