La novedad no es que la Iglesia haya cuestionado tantos elementos de la vida política, sino el tono y el contexto en el que lo hizo. Los prelados hablaron de libertad de expresión a una semana del 7D y mencionaron el riesgo de “bandos irreconciliables” a días del 8N y el 20N. Además, fustigaron la politización en las escuelas a menos de un mes de la aprobación del voto joven y denostaron el excesivo “caudillismo” mientras el kirchnerismo sigue instalando una re-reelección. Se detuvieron punto por punto.
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La novedad no es que la Iglesia haya cuestionado tantos elementos de la vida política, sino el tono y el contexto en el que lo hizo. Los prelados hablaron de libertad de expresión a una semana del 7D y mencionaron el riesgo de “bandos irreconciliables” a días del 8N y el 20N. Además, fustigaron la politización en las escuelas a menos de un mes de la aprobación del voto joven y denostaron el excesivo “caudillismo” mientras el kirchnerismo sigue instalando una re-reelección. Se detuvieron punto por punto.
La gran mayoría de esas consignas, aparte de ser repetidas por el grueso de la oposición, formaron parte central de la agenda de los caceroleros que salieron a la calle el 13S y el 8N. Es evidente que la Iglesia buscó marcar sus diferencias con el Gobierno en pleno auge de las protestas sociales en la Argentina, quizás tratando de alcanzar un mayor impacto en la opinión pública.
La relación entre el kirchnerismo y los obispos es tirante desde hace años, pero actualmente esas diferencias parecen profundizarse con la eventual aprobación del nuevo Código Civil y el presunto tratamiento de la despenalización del aborto que podría abordar el Congreso en un mediano plazo.
Sin dudas, el primer documento sobre la realidad social que firma Arancedo como jefe de la Iglesia no avizora un período de ablandamiento en las relaciones