El Ministerio de Defensa informó que al menos 28 presuntos terroristas perecieron en la ofensiva militar contra Zara.
Al menos 42 personas, en su mayoría militantes del grupo radical islámico Ansar al Sharía, murieron ayer en una ofensiva del Ejército yemení en la provincia meridional de Abian, escenario durante la última semana de cruentos combates entre ambos bandos.
En un comunicado, el Ministerio de Defensa yemení informó que al menos 28 presuntos terroristas perecieron en la ofensiva militar contra la zona de Zara, mientras que fuentes castrenses señalaron que otros diez radicales islámicos y cuatro soldados perdieron la vida en el cercano pueblo de Um Ein.
Tanto Zara como Un Ein se encuentran próximos a la localidad de Lauder, que ha sufrido en los últimos días los ataques de Ansar al Sharía (“Seguidores de la ley islámica”), grupo vinculado ideológicamente con la red terrorista internacional Al Qaeda.
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El Ministerio de Defensa informó que al menos 28 presuntos terroristas perecieron en la ofensiva militar contra Zara.
Al menos 42 personas, en su mayoría militantes del grupo radical islámico Ansar al Sharía, murieron ayer en una ofensiva del Ejército yemení en la provincia meridional de Abian, escenario durante la última semana de cruentos combates entre ambos bandos.
En un comunicado, el Ministerio de Defensa yemení informó que al menos 28 presuntos terroristas perecieron en la ofensiva militar contra la zona de Zara, mientras que fuentes castrenses señalaron que otros diez radicales islámicos y cuatro soldados perdieron la vida en el cercano pueblo de Um Ein.
Tanto Zara como Un Ein se encuentran próximos a la localidad de Lauder, que ha sufrido en los últimos días los ataques de Ansar al Sharía (“Seguidores de la ley islámica”), grupo vinculado ideológicamente con la red terrorista internacional Al Qaeda.
Durante un año, en la estela de la primavera árabe, los yemeníes ganaron las calles por decenas de miles. En noviembre pasado, la presión combinada de Arabia Saudí, los países del Golfo y Estados Unidos consiguió que Saleh aceptara finalmente dejar el poder, una vez elegido su sucesor. El relevo en Yemen, según este plan, incluye la redacción de una nueva constitución, la reorganización de las Fuerzas Armadas y la preparación de elecciones multipartidistas en dos años. Pero poner estas intenciones en pie es lo más parecido a una misión imposible. Saleh, cuarto déspota árabe defenestrado en un año por sus compatriotas -tras los de Túnez, Egipto y Libia- deja una economía feudal, un imparable separatismo en el sur (que se siente disminuido tras perder la guerra civil de 1994, que siguió a la unificación del país) y una enraizada rebelión chiíta en el norte. A los agravios étnicos y religiosos, se suma la expansión territorial de Al Qaeda en Yemen.