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Paraguay, un traspié de la democracia

Sabado, 23 de junio de 2012 20:18

Si en un futuro próximo o lejano, o ya mismo si se quiere, alguien solicita un ejemplo de ejecutividad, no tendrá más que fijarse en lo que sucedió en el Paraguay: en solamente 24 horas, los legisladores acusaron, le hicieron juicio político y destituyeron al presidente Fernando Lugo.

Si se busca ejemplos de anomalía institucional y farsa legal, lo mejor es buscarlos en los lamentables sucesos que comentamos: la acusación contra el presidente Lugo se presentó en el Poder Legislativo sin prueba alguna que la fundamentara. Los denunciantes dijeron que las causas “son de pública notoriedad, motivo por el cual no necesitan ser probadas”.

El jueves, en Diputados, con 76 votos a favor y uno en contra, se aprobó una iniciativa, impulsada por la derecha y por el Partido Colorado, para juzgar a Lugo.
El viernes 39 senadores votaron por el juicio político. Hubo 4 senadores que se opusieron, y 2 se ausentaron del recinto.

En el Orden del Día del Senado estaba establecido, como punto final, que se “declarará culpable a Fernando Lugo, y luego “se lo separará de pleno derecho de su cargo”. No se le permitió ejercer su defensa.
Como se nota, se trató de un golpe de Estado, mentidamente institucional, concretado en tiempo récord, e impulsado por la derecha y por el Partido Colorado, el mismo que sirvió de soporte a la cruenta dictadura (1954/1989) de Alfredo Stroessner.

Pero, ¿cuál fue el detonante de esta acción golpista? Muchos observadores del clima político paraguayo coinciden en que el pretexto pudo ser el confuso enfrentamiento ocurrido en Curuguaty, hace una semana, entre pobladores nativos y policías. Murieron 11 campesinos y 6 policías. También se señala que sería la disposición al diálogo de Lugo, y su reconocimiento de las demandas campesinas. Por supuesto que no se descarta que cualquier otra excusa resultaría válida para la ambición de poder de la derecha guaraní.

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Si en un futuro próximo o lejano, o ya mismo si se quiere, alguien solicita un ejemplo de ejecutividad, no tendrá más que fijarse en lo que sucedió en el Paraguay: en solamente 24 horas, los legisladores acusaron, le hicieron juicio político y destituyeron al presidente Fernando Lugo.

Si se busca ejemplos de anomalía institucional y farsa legal, lo mejor es buscarlos en los lamentables sucesos que comentamos: la acusación contra el presidente Lugo se presentó en el Poder Legislativo sin prueba alguna que la fundamentara. Los denunciantes dijeron que las causas “son de pública notoriedad, motivo por el cual no necesitan ser probadas”.

El jueves, en Diputados, con 76 votos a favor y uno en contra, se aprobó una iniciativa, impulsada por la derecha y por el Partido Colorado, para juzgar a Lugo.
El viernes 39 senadores votaron por el juicio político. Hubo 4 senadores que se opusieron, y 2 se ausentaron del recinto.

En el Orden del Día del Senado estaba establecido, como punto final, que se “declarará culpable a Fernando Lugo, y luego “se lo separará de pleno derecho de su cargo”. No se le permitió ejercer su defensa.
Como se nota, se trató de un golpe de Estado, mentidamente institucional, concretado en tiempo récord, e impulsado por la derecha y por el Partido Colorado, el mismo que sirvió de soporte a la cruenta dictadura (1954/1989) de Alfredo Stroessner.

Pero, ¿cuál fue el detonante de esta acción golpista? Muchos observadores del clima político paraguayo coinciden en que el pretexto pudo ser el confuso enfrentamiento ocurrido en Curuguaty, hace una semana, entre pobladores nativos y policías. Murieron 11 campesinos y 6 policías. También se señala que sería la disposición al diálogo de Lugo, y su reconocimiento de las demandas campesinas. Por supuesto que no se descarta que cualquier otra excusa resultaría válida para la ambición de poder de la derecha guaraní.

Voces condenatorias

Consumado el golpe de Estado y el alejamiento forzoso de Fernando Lugo, se levantaron en varios países de la región voces condenatorias. Los presidentes de Brasil, Uruguay, la Argentina, Venezuela, Bolivia, República Dominicana, El Salvador y Ecuador, repudiaron el bochornoso suceso. Y la mandataria brasileña reclamó expulsar a Paraguay de la Unasur y del Mercosur. Se espera que este mal ejemplo, por decirlo suavemente, que dio la reacción paraguaya se agote en sí mismo.

Sin embargo, no podemos omitir el hecho que cosechó unos pocos tristes apoyos. Mencionaremos dos. Uno, el de la jerarquía católica del Paraguay. El sucesor de Lugo, su ex vicepresidente Federico Franco, recibió en su despacho el respaldo del nuncio apostólico, Eliseo Ariotti. Y dos, el de José Luis Chilavert. El ex arquero de Vélez Sarsfield y de la selección de su país, afirmó que no fue un golpe de Estado, y criticó feamente a las mandatarias de Brasil y de la Argentina, Dilma Rousseff y Cristina Fernández, respectivamente. Les aconsejó que “cuiden sus palabras”.

Y bien, orsai para todos ellos, desde los legisladores al Partido Colorado, y desde Chilavert al nuncio Ariotti. ¡No fue gol!
 

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