Marina Puca vive en Solís Pizarro hace 12 años. Tiene cuatro chicos menores de edad y cobra la asignación universal por hijo. Su marido hace changas. Todos viven en una habitación de bloques sobrepuestos. Hasta la convocatoria de Techo, veían borroso un cambio en su realidad.
Ayer temprano una cuadrilla compuesta por 14 voluntarios (10 del Banco Patagonia y 4 de la ONG) se presentaron para construirles un módulo de madera de 18 m2, formado por dos paneles de piso, seis paneles laterales, una puerta, dos ventanas, vigas de madera y techo de chapas de zinc. Los Puca lo destinarán a habitación de sus niños.
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Marina Puca vive en Solís Pizarro hace 12 años. Tiene cuatro chicos menores de edad y cobra la asignación universal por hijo. Su marido hace changas. Todos viven en una habitación de bloques sobrepuestos. Hasta la convocatoria de Techo, veían borroso un cambio en su realidad.
Ayer temprano una cuadrilla compuesta por 14 voluntarios (10 del Banco Patagonia y 4 de la ONG) se presentaron para construirles un módulo de madera de 18 m2, formado por dos paneles de piso, seis paneles laterales, una puerta, dos ventanas, vigas de madera y techo de chapas de zinc. Los Puca lo destinarán a habitación de sus niños.
Cada vivienda tiene un valor comercial de $11.000, de los cuales los beneficiarios deben abonar un valor simbólico cercano al 6% de ese monto, casi $700, además de colaborar en la construcción. David Villarroel, director comercial de Techo, explicó cómo es el trabajo en el marco de proyectos de responsabilidad social y voluntariado corporativo.
“La empresa aporta $21.000 por casa. Lo bueno es que no solo hace un aporte económico, sino que se involucra con las realidades de los barrios. Vemos a los empleados trabajando en otra órbita”, expresó. Añadió que con lo obtenido en la última colecta de la ONG se podrán financiar 18 viviendas. Juan Pablo Díaz, oficial de Agronegocios del Patagonia, expresó que la experiencia para él y sus compañeros “fue increíble”.