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¿Qué implica que una mujer y un hombre se casen?

Sabado, 05 de octubre de 2013 02:41

El profesor Pedro Viladrich, Director del Instituto de Ciencias de la Familia de España, explora el sentido de una realidad que cuesta delinear, tal vez porque no se analiza la motivación última del comportamiento de las personas.

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El profesor Pedro Viladrich, Director del Instituto de Ciencias de la Familia de España, explora el sentido de una realidad que cuesta delinear, tal vez porque no se analiza la motivación última del comportamiento de las personas.

Podría definirse al matrimonio como una fase del desarrollo del amor entre el hombre y la mujer. Según Viladrich, el cariño entre el hombre y la mujer se manifiesta en tendencias que son generales y transversales a toda sociedad.

El profesor se pregunta si, más allá de los hábitos, las costumbres y leyes humanas, es posible identificar movimientos del corazón que sean estables y universales, aplicables a las personas.

La primera de las mencionadas tendencias, es a “estar con”. Si Juan, por ejemplo, tiene la posibilidad de un trabajo en el exterior, deliberará la decisión y buscará con Ana, la manera de distanciarse el menor tiempo posible.

De esa manera, Juan y Ana desean estar juntos, y por ello, responden a la “tendencia a la unidad”, aunque no la elaboren racionalmente. Todo aquello que intente separar a los enamorados, es visto como una amenaza.

La segunda tendencia, se resume en la expresión “sólo con vos” y significa que los terceros sobran y hasta molestan. Cuando Juan se enamora de Ana, excluye la posibilidad de querer a Paula o a Inés. Esta tendencia es la llamada “a la exclusividad”.

La tercera, caracterizada por la frase “siempre con vos”, indica que, pase lo que pase, Ana se compromete a estar con Juan y viceversa. Com- pro- miso significa “meterse en el futuro con el otro”.

La última tendencia, se explica en la expresión “dar lo mejor del mí para vos”. El amor tiene la capacidad de renovar la realidad. Para los enamorados, el banco de la plaza, es “su” banco, a pesar de que se sienten en él miles de personas. La calle por la que caminan a menudo o el lugar donde se conocieron, también les pertenece. El verbo preferido de quienes se aman, es “haremos”. Proyectar de a dos, es un modo de recrear la realidad, de reestrenar el mundo, como si se lo descubriera por primera vez. El hijo, es en este sentido, el máximo paradigma del amor.

En resumen, al casarse, Juan decide estar junto a Ana, sólo con ella, para siempre con Ana y resuelve darle lo mejor de sí. Casarse es, por consiguiente, elegir estas cuatro tendencias; tomarlas y debérselas. Implica pactar entre ambos, que deberán ocurrir. ¿Qué sucede cuando se deterioran las relaciones? Las fallas de la conducta humana no son atribuibles a fenómenos accidentales, porque no son casuales. El comportamiento de al menos uno, puede provocar que el deseo original de una vida en común, se transforme luego en la vivencia de un verdadero infierno.

Deberíamos preguntarnos con sinceridad, en qué medida contribuimos a la creación de aquel malestar que mata las dinámicas positivas del enamoramiento. Estar casados, además, confiere a los cónyuges una identidad profunda. Fundar una familia, desarrollarla, y conservarla convierte a sus miembros en deudores. Juan y Ana hacen, por ejemplo, lo posible para llegar a tiempo a su casa, porque se deben el tiempo para estar juntos.

Con frecuencia se hace referencia al matrimonio desde aspectos negativos. Sin embargo, cuando se interroga a las personas acerca de sus preocupaciones, confiesan estar interesados en que el cónyuge se sepa querido, o en aprender una buena comunicación para una mayor comprensión mutua. Cuando se hace referencia a la crisis matrimonial, se hace indispensable formular preguntas más agudas, tales como ¿qué significa quererse? ¿comprometerse de por vida con alguien? ¿tener un hijo?

Es en las dificultades donde redescubrimos niveles muy profundos, quizás desconocidos, de unión. Ellas ponen a prueba cuánto grado de unidad somos capaces de expresar; hasta qué punto estamos decididos a ser “uno” ante los obstáculos.

Sabido es que el compromiso de acompañar al otro, no asegura una relación cómoda y que aprender a ser solidarios, es una conquista. Prometerle permanecer unidos a pesar de los problemas, desafía a nuestro más arraigado egoísmo.

Para concluir, creo que ser madre, esposo, hijo, abuelo, tía, es parte de la identidad de la persona, aquélla que la redime de las grandes carencias y una honda soledad.

 

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