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15 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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La salud de los gobernantes y de las instituciones

Martes, 08 de octubre de 2013 01:55

La evolución del estado de salud de la señora Presidenta de la República provoca inquietud, incertidumbre y, cómo no, sentimientos de pesar y de humana solidaridad.

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La evolución del estado de salud de la señora Presidenta de la República provoca inquietud, incertidumbre y, cómo no, sentimientos de pesar y de humana solidaridad.

Que el más alto magistrado de la Nación esté en condiciones suficientes para ejercer su cargo, es una necesidad del buen gobierno, en estrecha relación con la ciencia médica y con la capacidad del gobernante de cuidar su salud.

Sin embargo, el deterioro de la salud de los gobernantes pone a prueba también la solidez de las instituciones, la prudencia de la clase política y el buen sentido de los gobernados.

Como es obvio, ninguna persona, por poderosa que sea, está exenta de enfermar y experimentar altibajos en las aptitudes imprescindibles para ejercer altas responsabilidades políticas.

Cuando surgen enfermedades, mientras los médicos y la providencia hacen su tarea, el derrotero de las naciones depende sobremanera de los comportamientos de la sociedad y de sus miembros; siendo de especial relieve las decisiones y conductas de quienes están investidos de liderazgos partidistas o de opinión.

Nada haría más daño a la democracia argentina que maniobras orientadas a aprovechar el estado de salud de doña Cristina Fernández de Kirchner para llevar agua a los molinos singulares y egoístas.

Y no me refiero solo a aquellas maniobras hipotéticas que pudieran intentarse desde la oposición, sino también a las querellas intestinas; vale decir, a las luchas de sectores del Gobierno para incidir en el futuro político del país.

La Argentina de los años de 1970 (donde proliferaron los malos ejemplos institucionales y sociales) fue víctima de estas luchas en el seno mismo de los grupos gobernantes.

El descabezamiento de figuras “incómodas” para colocar en la cima del poder a agentes dóciles (fue el caso de los relevos de Vicente Solano Lima y de Alejandro Díaz Bialet), o las maniobras de palacio teñidas de sorda violencia para impedir la designación de Italo Argentino Lúder, muestran itinerarios en los que conviene no reincidir.

La resolución de los problemas que plantea la salud de nuestra Presidenta depende también y de alguna manera, del entramado de poder construido por el matrimonio presidencial. Una trama en la que imperan el personalismo, el verticalismo y el centralismo no siempre democrático.

En este sentido, muy otra sería la situación si detrás y al lado de doña Cristina Fernández de Kirchner existiera un partido político suficientemente organizado y representativo.

El reemplazo del sistema de partidos por el actual diseño tiene, entre otros inconvenientes, este de limitar el repertorio de soluciones de transición o de emergencia. También el de alentar maniobras subalternas con las que algunos pretendan aprovechar la enfermedad para despejar el terreno y adueñarse de lo que solo pertenece al pueblo y a las instituciones de la Constitución.

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