¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

11°
4 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

?La de las drogas es una lucha que nunca se hizo?

Martes, 23 de abril de 2013 12:13

Para el padre Pepe, esresponsabilidad del Estado involucrarse en la lucha contra el narcotráfico.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Para el padre Pepe, esresponsabilidad del Estado involucrarse en la lucha contra el narcotráfico.

Entiende la fe en Dios como acción. El padre Pepe Di Paola es un “cura villero”, un referente en los barrios marginales de Buenos Aires. Y actuar es involucrarse. El lo hizo, durante mucho tiempo, desde la Villa 21 - 24 de Barracas. Es que, además, el contacto permanente con la gente más humilde es su bandera. Su misión.

El padre Pepe estuvo ayer en Salta. Lo hizo para participar, en barrio El Pilar, de la inauguración de un centro para personas con adicciones que lleva su nombre, en Balcarce 1.315.

Allí, 27 jóvenes recibirán atención y orientación y realizarán tareas recreativas. La iniciativa tiene su origen en trabajos de integrantes de Militancia e Inclusión Social, de la Municipalidad de Salta. El padre Nicolás Angolotti, miembro del proyecto “Hogar de Cristo”, será el coordinador del proyecto en la capital salteña.

Bajo una parra, en el patio de este nuevo centro, habló con El Tribuno.

¿Qué significa para usted ser partícipe de este tipo de actividades?

Es una gran emoción. Conocí a un grupo de amigos de Salta hace unos años. Ellos me pidieron que ayude con esta iniciativa para delimitar caminos para acercarnos al drogadicto y a esta realidad del paco que está tan presente aquí en Salta y que para mí era una novedad. Empezamos de esa manera y hoy se cristaliza en esta inauguración. Pienso que estos centros barriales son aplicables en todos lados porque se pueden adaptar. En cada lugar se puede hacer de acuerdo a la situación que allí se vive, a su realidad, a la idiosincrasia de su gente, a sus recursos...

¿Qué piensa de esta lucha contra las drogas?

Creo que es una lucha que nunca se hizo. Algunos hablan de una guerra perdida. Un amigo cordobés me dijo que en realidad acá jamás hubo tal guerra. Yo particularmente creo que debemos abandonar ese término porque en realidad lo que se busca es llegar a dos responsabilidades grandes: una es la que tiene el Estado frente al tema del narcotráfico, el responsable elemental, y otra la que tiene la sociedad toda, ya que todos tenemos una gran responsabilidad con respecto a hacer cosas para que los chicos no caigan en el mundo de la droga y también ayudar a aquellos que ya cayeron a recuperarse.

Usted está en permanente contacto con personas de bajos recursos, que viven en contextos muy difíciles. ¿Cuáles cree que son los mayores flagelos que tenemos como sociedad?

Muchas veces hay una pérdida del sentido de la vida que puede tocar a cualquier joven, de cualquier capa social. Lo que sucede es que un joven de un barrio marginal tiene menos recursos, menos posibilidades, menos apoyo, lo que hace que la droga, en su vida, pueda causar estragos. Esa es una realidad que nosotros vemos todos los días en las villas de Buenos Aires.

En ese sentido, ¿cuál es el rol o cómo pueden ayudar la Iglesia y la fe en Dios?

Es fundamental. El Sedronar (Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico), en informes publicados con estadísticas hace varios años, mostraba que los jóvenes cuando tienen problemas de adicción se acercaban muchas veces a una iglesia a pedir ayuda. Partimos de que es un hecho de fe y de que son personas que se sienten destruidas, se sienten abandonadas por la sociedad, entonces de pronto confían en Dios más que en cualquiera. Me parece que la parte espiritual es muy importante y que no hay que hacer un fanatismo de esto. Es muy malo cuando el fanatismo te hace pensar que se puede recuperar a alguien lavándole la cabeza. Hablamos de una fe que tiene que ver con una espiritualidad serena, que quizás le fue enseñada en su familia o que tiene que ver con la religión que el chico ya tiene... Es acompañarlo, más, en recobrar el sentido de la vida.

Es decir que tiene una postura optimista. ¿Qué les diría a quienes hablan de que son realmente muy bajos los porcentajes de personas que logran una recuperación?

Coincido en que es bajo ese porcentaje. Pero eso ocurre porque somos pocos los que estamos trabajando en esto. A mí me alegra muchísimo estar aquí inaugurando este centro, por ejemplo. Pero creo que las estadísticas de chicos rehabilitados son bajas porque es una tarea difícil pero, sobre todo, porque la sociedad no ha puesto el tema en el lugar que corresponde. Más bien se está en la postura de ver qué hace el Estado, cuando todos podemos hacer algo.

¿Cierta resignación?

Sí, puede ser. Hay gente que piensa que no se puede hacer nada y te dicen “mientras vos sacás a uno, hay diez que entran”. Y sí, pero si ese que me lo dice me ayudara, capaz que sacaríamos a dos, y si otro que piensa igual también se sumara sacaríamos a tres y así. Entonces creo que tenemos que atender mucho a la implicancia que tiene la sociedad. En la Villa 21, en Buenos Aires, tenemos altos índices de chicos recuperados porque la comunidad se involucró. Allí, por ejemplo, los hombres construyeron la granjita de recuperación, las señoras ayudan cocinando, los otros jóvenes del barrio los visitan y juegan al fútbol con ellos. La mejor forma es esa: que toda la gente se involucre y partici pe.

Temas de la nota

PUBLICIDAD