Veamos algunas medidas adoptadas por la Secretaría de Tránsito y Seguridad Vial en el marco del pretendido “ordenamiento del tránsito”.
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Veamos algunas medidas adoptadas por la Secretaría de Tránsito y Seguridad Vial en el marco del pretendido “ordenamiento del tránsito”.
Con la restricción de giro a la izquierda y los semáforos en “onda roja” -hay que parar en todas las esquinas- anularon prácticamente la avenida Entre Ríos en su función de colectora y distribuidora del tráfico que viene de este-oeste-este y que pretende volcar al norte o sur.
La consecuencia directa de esto es la saturación de calles como Rivadavia, Zuviría y Puerredón, ni hablemos de Alsina y 25 de Mayo! Un verdadero atentado al sentido común y a la fluidez de tránsito de la que tanto se jactan algunos funcionarios.
Me pregunto, ¿en qué marco jurídico se basan para tomar estas medidas restrictivas del uso de la vía pública?, ¿en qué conceptos técnicos se fundan? ¿O es que simplemente el funcionario de turno toma discrecionalmente las medidas que quiere? ¿No debería haber ordenanzas que reglamenten y autoricen medidas de esta naturaleza y en las que se consideren los estudios técnicos de cada caso? Y si no hay un marco legal que avale estas medidas, ¿hasta qué punto está obligado un conductor a obedecer la señalizaciones “impuestas a dirección”?
Hay muchas otras medidas, muy discutibles por cierto, como los semáforos inteligentes de la avenida Virrey Toledo, cuando en realidad deberían ser secuenciales para garantizar una onda verde y no como ahora, que muchas veces toca parar en todas las esquina por estar en luz roja.
El resultado de esto es que mucho tráfico se vuelca sobre Vicente López y avenida Uruguay. ¿Dónde está la fluidez que pregonan los letreros? ¿Dónde quedan las avenidas colectoras y distribuidoras que tanto necesita la ciudad?
El “ordenamiento” de la circulación en Tres Cerritos, que genera, entre otros puntos de fricción, en la calle Las Palmeras -esquina de la Shell- una espera de dos y tres turnos de semáforo para poder salir de la misma, situación que antes no existía; la rotonda angosta y semaforizada del Gran Bourg, que debe ser única en el mundo porque no creo que ninguna ciudad medianamente planificada y organizada caiga en tal aberración urbanística; las limitaciones de la avenida San Martín para el tránsito particular y varias otras situaciones puntuales constituyen un compendio de desaciertos que se materializa en el caos del tránsito vehicular que vivimos a diario.
Lo curioso, y porque no gracioso, es que frente a este caos no falta el funcionario que le echa la culpa al crecimiento del parque automotor, cuando en realidad el problema se debe a las medidas restrictivas a la fluidez. A menor fluidez, mayor cantidad de vehículos en circulación en forma simultánea, es decir cantidad de vehículos en la calle. Son conceptos elementales que no son tenidos debidamente en cuenta.
Pareciera que, y a juzgar por todo lo antedicho, que la atención está puesta -difrazada de “ordenamiento de tránsito”-
en implementar mecanismos que generen infracciones con el consiguiente cobro de multas. Todo pasa por recaudar.
Ing. Carlos D. Solá, Ciudad