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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Marginalidad, pobreza y olvido en el barrio Unión

Domingo, 19 de mayo de 2013 23:38

El barrio Unión, ubicado en la zona norte de la capital salteña, conocido comúnmente por albergar peligrosas patotas y ser el escenario de interminables conflictos, atraviesa por una profunda crisis social. Y esta es pasada por aquellos que lo señalan como uno de los barrios más peligrosos de la ciudad.

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El barrio Unión, ubicado en la zona norte de la capital salteña, conocido comúnmente por albergar peligrosas patotas y ser el escenario de interminables conflictos, atraviesa por una profunda crisis social. Y esta es pasada por aquellos que lo señalan como uno de los barrios más peligrosos de la ciudad.

Tras la noticia de un lamentable hecho que se cobró la vida del joven Daniel Figueroa, de 17 años, un equipo periodístico de El Tribuno recorrió la zona y dialogó con los vecinos de mayor influencia.

“El consumo de drogas tiene atrapado a nuestro jóvenes”, señalaron.

Las calles sin asfaltar y la falta de alumbrado público muestran el abandono del vecindario, que tiene más de 25 años.

Lía Macías, la directora del Centro Integrador Comunitario (CIC), ubicado en la entrada del barrio, expresó que alrededor del 60% de la población está compuesta por niños y adolescentes, por lo cual trabajan en conjunto con el centro de salud 55 del barrio 17 de Octubre. La tarea se concentra en orientar a los menores sobre el uso de métodos anticonceptivos, planificación familiar, psicólogas y consultorios adolescentes.

La venta desmedida de estupefacientes y la falta de leyes para enfrentar esta problemática convierten al barrio en tierra de nadie, donde un alto porcentaje de los jóvenes está sumido en el mundo de las adicciones, la violencia y la inseguridad.

Así, la vida cotidiana se torna trágica. “Nosotros denunciamos las bocas de expendio, la Policía viene, allana las casas, realiza el secuestro y detiene a los dealers, pero están presos no más de 48 horas y vuelven a instalarse en el barrio”, aseguró Lía.

“Es una cosa de locos; los papás ya no sabemos qué hacer, luchamos contra este flagelo día y noche pero no tenemos resultados. Los chicos están perdidos en la droga y el alcohol”, señaló la mujer.

Durante el diálogo, los delegados del barrio hicieron pública una situación que muestra el grado de impunidad que reina en el lugar: “Hay vecinos que no tienen negocios, ni almacenes, pero venden bebidas alcohólicas en sus casas. Lo hacen a toda hora y así están perjudicando a los chicos. También denunciamos eso pero nadie nos dio respuestas”.

Una vecina que participó del velatorio de Daniel Figueroa, producto de una crisis de nervios y desconsolada con lo sucedido exclamó: “Tenemos vecinos que son policías y en sus casas venden alcohol. Esto es una vergenza, la droga corre como agua y nadie hace nada. Nuestros chicos están fuera del sistema, a todos los califican como delincuentes, pero nadie viene a ver cómo vivimos y cómo siembran las adicciones día a día en las calles de Unión”.

El consumo creció a pasos agigantados en los últimos años, sobre todo entre los jóvenes, muchos de los cuales han perdido incluso el sentido de la vida. Dejan los estudios, no quieren trabajar y esto los termina arrastrando hacia la delincuencia.

En la mayoría de los casos comienzan a roban en sus casas y terminan delinquiendo en la calle. Necesitan dinero para comprar más droga. Son presos de una adicción que controla su voluntad.

Si bien los esfuerzos son grandes y las denuncias recurrentes, nada parecer ser suficiente para erradicar la droga y el alcohol de la zona.

Crisis familiar y conflicto social

Rodolfo Madregal, el coordinador de los 40 delegados que trabajan en el barrio Unión expresó: “Hay muy poca contención de los padres a los hijos. Sinceramente no les prestan nada de atención. La mayoría de ellos deja el colegio y lo único que hacen es estar sentados en las esquinas”.

“Hay mucha vida nocturna en el barrio. Chicos de hasta 13 años están deambulando a altas horas de la madrugada; y nosotros nos preguntamos dónde están sus padres”.
“Junto a varios vecinos tomamos la iniciativa de organizar un campeonato de fútbol, fuimos a buscar a los chicos y planteamos reglas claras. Nuestro objetivo es contenerlos, potenciar el deporte y la vida sana y con esto intentar rescatarlos de las adicciones y los vicios”, dijo Madregal.

“Llevamos 1.800 partidos y nos sentimos muy orgullosos del resultado. El campeonato tiene como cláusula que si algún equipo llega tomado y consumió drogas no puede participar y es sancionado. Los partidos se juegan todos los domingos y, de a poco, tratamos de que los chicos no pasen toda la madrugada en las calles”, contó.
Pero como siempre, no todo es color de rosa. Y el torneo barrial que se propone recuperar a los jóvenes tiene su competencia. Hombres y jóvenes que se niegan a cambiar sus malos hábitos buscaron una vecina que les organice un campeonato paralelo, con menos restricciones.

Estos partidos se desarrollan los sábados y los vecinos ajenos al torneo denuncian el consumo, venta de estupefacientes y alcohol durante su desarrollo.

“Los sábados son una verdadera batalla campal, los chicos pelean por los resultados de los partidos y se trenzan a golpes sin medir consecuencias. Lamentamos mucho que una persona se haya prestado para convocar algo así y en vez de ayudarlos, los sigue perjudicando”, comentó una vecina.

Piden más presencia institucional

Para referentes barriales y vecinos de los barrios del extremo sur capitalino, la presencia institucional es estratégica para llevar más seguridad y contención social al lugar. Mayor presencia de la iglesia, como así también de los colegios y centros de salud son remarcados por quienes conviven con las adicciones y la violencia.

Ante emergencias médicas los vecinos deben ir a los centros médicos aledaños, y lo mismo sucede a quienes van estudiar en escuelas y colegios de barrios cercanos.

En el lugar todos piden contención y apoyo de las autoridades, que -aseguran- hoy están ausentes.
En la zona también se denuncian muchos casos de violencia intrafamiliar que gran parte se generan cuando un integrante del núcleo sufre algún tipo de adicción.

Finalmente las autoridades del barrio señalaron: “Trabajamos mucho y se ven resultados pero hay mucho por hacer, principalmente lograr erradicar definitivamente las bocas de expendio de drogas y alcohol; como así también trabajar con las familias para aprender a contener a los chicos y motivarlos a estudiar, trabajar y formar sus familias”.

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