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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Ezequiel Llauro Nougués, de millonario a indigente en un día

Jueves, 02 de mayo de 2013 10:25

Increíble odisea la de un hombre que se volvió inmune al infierno. Ezequiel Llauro Nougués, de 57 años, es un sobreviviente. Su historia es tan insólita que roza lo fantástico. Nació el 17 de octubre de 1956 en Buenos Aires. En 1982 obtuvo el título de licenciado en Administración de Empresas. Trabajó y prosperó. La muerte de su madre, en septiembre de 2011, lo hizo vender sus propiedades y, junto a una herencia familiar, reunió 800 mil dólares. Decidió venir a Salta para invertirlos en proyectos mineros y agrarios, y empezar una nueva vida. La desgracia lo aplastó el 20 de diciembre de 2011 cuando depositó toda su fortuna en una caja fuerte blindada de la sede del Ministerio de Trabajo en Salta, por recomendación del abogado Facundo Monzo, entonces funcionario de ese ministerio.

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Increíble odisea la de un hombre que se volvió inmune al infierno. Ezequiel Llauro Nougués, de 57 años, es un sobreviviente. Su historia es tan insólita que roza lo fantástico. Nació el 17 de octubre de 1956 en Buenos Aires. En 1982 obtuvo el título de licenciado en Administración de Empresas. Trabajó y prosperó. La muerte de su madre, en septiembre de 2011, lo hizo vender sus propiedades y, junto a una herencia familiar, reunió 800 mil dólares. Decidió venir a Salta para invertirlos en proyectos mineros y agrarios, y empezar una nueva vida. La desgracia lo aplastó el 20 de diciembre de 2011 cuando depositó toda su fortuna en una caja fuerte blindada de la sede del Ministerio de Trabajo en Salta, por recomendación del abogado Facundo Monzo, entonces funcionario de ese ministerio.

El dinero desapareció, Monzo está detenido hasta el juicio oral, y Ezequiel Llauro se ha convertido en un indigente, un hombre en situación de calle que viste ropa que no le pertenece, tiene un solo par de zapatos, come una vez al día, y recibe tratamiento médico para sus problemas óseos, coronarios y la diabetes en el hospital público. Casi a diario aborda colectivos rumbo a la Ciudad Judicial en búsqueda de respuestas para su causa. “De la plata olvidate”, le dijeron, pero él resiste y jura que recuperará cada billete. “Por ahora mi vida es un desastre. Monzo preso la pasa mucho mejor que yo, lo sé. Recibe visitas de abogados que son parte de la mafia”, asegura el licenciado, víctima de la gran estafa en Salta.

En sus ojos se perfila el sueño descubriendo su derrota. El escarnio le apretó el corazón y aguzó el cerebro. Desde aquel día de diciembre, desde esa bisagra de puerta al abismo, atraviesa sus horas más amargas. Abstraído y verborrágico, sin una sola sonrisa de franca alegría. Pálido y atónito, como en el primer retrato después del latrocinio. “Vivo en un hostal a cambio de alguna ayuda que doy. Pero recibo mucho más que lo que puedo dar. El 20 de diciembre de 2011 pasé de ser millonario a indigente. Tanto que el juez Farah, el 4 de abril de 2012, más de un año después de la estafa, ordenó que me dieran alojamiento, vestimenta y alimento hasta la resolución de la causa, cosa que no se cumple. Soy diabético, tengo problemas coronarios, artritis, artrosis y osteoporosis, estoy operado de la columna”, dijo y recordó: “estuve internado en el San Bernardo porque Monzo me atacó cuando le fui a reclamar mi dinero. Me rompió la cadera en tres partes y me dio un puñetazo en la cara y me hicieron seis puntos. Pasé una situación tremenda. No me podían operar porque soy diabético y estuve un mes en un hostal con muletas, sobre dos colchones”. Ezequiel sabe lo que es dormir en la Plaza Belgrano y pedir prestado el baño en los hoteles de la zona. Sabe de soledad. “No tengo a quién recurrir. Los parientes no siempre son familia”. “He llorado mucho, veo al padre José María de la Iglesia de la Santa Cruz y me quiebro. El me dice que me perdone, que actué de buena fe”. ¿Tiene pesadillas?, y Llauro contesta con otra pregunta: “¿Usted cree que puede dormir en paz alguien que vive un infierno? Sueño con mi vida y me despierto acá, en situación de calle”. Quizás esté convencido de que todos los hombres son canallas. No quiere desahogo ni consuelo. Quiere justicia.

“Me hicieron el cuento del tío en el Ministerio de Trabajo”

La historia de Ezequiel Llauro es el relato de un desgarrador proceso de deterioro físico y psicológico: “Estoy mal del estómago, de la cabeza. Me robaron la vida, me dejaron en bolas, ni la ropa que tengo puesta es mía. Siempre fui austero. Sabía que el país iba a reventar. Por eso junté dólares en 2011 y me vine a Salta a invertir. Soy economista, no como vidrio”. De la estafa recuerda cada detalle. “A Salta me trajo Rubén Cirilo Cantero, haciendo alarde de sus amistades con el poder. En 2011, decido venirme, con Cantero como contacto, para invertir en Salta. La plata era toda blanca, provenía de bienes personales, la venta del departamento de mi madre y un legado de una tía abuela, de 186 hectáreas en Roque Pérez. Esos 786.000 dólares eran todo lo que yo tenía”. Y continuó: “A Cantero le pagué hasta las cuentas del almacén en Cabra Corral cuando llegué de Buenos Aires. El tipo estaba armado con una 9mm, y no para protegerme, sino para que no me escape con mi dinero. El me lo presenta a Monzo y a su madre en Cabra Corral. Después, juntos, me hicieron el cuento del tío en la sede del Ministerio de Trabajo de la Nación”.

Recordó que “el 20 de diciembre de 2011 tenía que viajar a Buenos Aires y no había caja de seguridad en los bancos, así que Monzo me ofreció dejar mi dinero en su oficina en el Ministerio de Trabajo de la Nación, adentro de un armario metálico. Me hizo un recibo y confié en él. El 8 de enero de 2012 vuelvo a Salta y Monzo no estaba en el aeropuerto. Desapareció. Ahí me dí cuenta de la estafa”. Llauro piensa en que el dólar ahora superó los $9 pesos y cuando se los robaron estaba en poco más de $4. “Me tienen que devolver dólares y 65 kilos de documentación. Que los saquen del Fondo de Reparación Histórica y reparen mi historia”.

 

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