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Los desafíos de la monarquía

Jueves, 02 de mayo de 2013 12:28

No todo es color de rosa para los recién asumidos monarcas de los Países Bajos, ya que Holanda no es ajena al contexto general de crisis que aqueja a Europa. Guillermo Alejandro se ha convertido en rey de un país multicultural y tocado por la recesión. La ceremonia de su entronización, celebrada el martes en la Iglesia Nueva de Amsterdam, fue impecable en lo protocolario, acorde a la Constitución respecto al juramento mutuo de lealtad sellado entre el monarca y sus súbditos, y festiva y glamorosa. Un escenario bien distinto al de la llegada al trono de su madre, Beatriz, en 1980. Entonces la crisis era mucho peor, y la especulación inmobiliaria desató violentas protestas. Las fotos de la represión a los okupas de la época enturbiaron la investidura de una soberana que, tres décadas después, ha cedido el trono con un 73% de popularidad.

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No todo es color de rosa para los recién asumidos monarcas de los Países Bajos, ya que Holanda no es ajena al contexto general de crisis que aqueja a Europa. Guillermo Alejandro se ha convertido en rey de un país multicultural y tocado por la recesión. La ceremonia de su entronización, celebrada el martes en la Iglesia Nueva de Amsterdam, fue impecable en lo protocolario, acorde a la Constitución respecto al juramento mutuo de lealtad sellado entre el monarca y sus súbditos, y festiva y glamorosa. Un escenario bien distinto al de la llegada al trono de su madre, Beatriz, en 1980. Entonces la crisis era mucho peor, y la especulación inmobiliaria desató violentas protestas. Las fotos de la represión a los okupas de la época enturbiaron la investidura de una soberana que, tres décadas después, ha cedido el trono con un 73% de popularidad.

Guillermo Alejandro recibe un país en recesión, pero que mantiene intacta la triple A de calificación crediticia. Con una burbuja inmobiliaria derivada de las desgravaciones fiscales por las hipotecas, y una tasa de desempleo del 8,1% (sobre 16,7 millones de habitantes y centrada en la franja entre 25 y 45 años). Un país rico, que es también uno de los más multiculturales de Europa. En suma, una realidad compleja que el nuevo soberano de 46 años abordó de frente en su discurso de aceptación de la corona. “Mi asunción se produce en un periodo en el que muchas personas del reino se sienten frágiles e inseguras. Frágiles por su situación laboral o por su estado de salud. Inseguras por sus ingresos o por el entorno que les rodea. Ya no es como antes, cuando se daba por descontado que los hijos vivirían mejor que sus padres”, dijo, envuelto en la capa de armiño de sus antecesores.

Guillermo quiere ser un rey con estilo propio “porque la monarquía es un símbolo de continuidad y unidad. Representa un vínculo directo con nuestro pasado como nación y en la historia encontramos los cimientos de los valores que compartimos”, declaró.

El resto de su discurso, pronunciado frente al arco político nacional y el resto de las monarquías mundiales, no difiere mucho de lo que se espera de un monarca constitucional. Pero ha subrayado el aspecto social de su labor. “Quiero alentar al pueblo a utilizar activamente los recursos con que cuenta. Por muy diversos que sean nuestros sueños y convicciones, cualquiera que sea la cuna en que nacimos, en el reino de los Países Bajos todos pueden hacer oír su voz en pie de igualdad”, dijo.

Sin citarla, la tolerancia vertebró el mensaje a una nación que ha descubierto que no es tan impecable como creía. Su dureza con los refugiados ha sido criticada por la ONU. Holanda tampoco tenía resuelto el problema de la integración de los inmigrantes. Todo ello fue explicado por un Guillermo Alejandro alejado de su imagen de jovencito díscolo. Ahora es un monarca que espera estar a la altura de las circunstancias.Tiene ante sí la dura tarea de dotar de un nuevo sentido a la monarquía para justificar que siga existiendo. En las calles de Amsterdam hubo gritos de júbilo pero también de protesta. Algunas llegaron desde el propio Parlamento, en el que dieciséis de sus integrantes se negaron a jurarle lealtad.

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