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Cuando una irrupcion cambia radicalmente una elección

Sabado, 22 de junio de 2013 20:58

Hay noticias que cambian el mapa político de un plumazo, y ayer se dio una de ellas. Sergio Massa será candidato bonaerense y el kirchnerismo puede llegar a perder la única provincia grande que aspiraba a ganar. Una derrota en ese distrito será, en los hechos, un punto final al debate por la reforma constitucional y la eventual re-reelección de la Presidenta.

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Hay noticias que cambian el mapa político de un plumazo, y ayer se dio una de ellas. Sergio Massa será candidato bonaerense y el kirchnerismo puede llegar a perder la única provincia grande que aspiraba a ganar. Una derrota en ese distrito será, en los hechos, un punto final al debate por la reforma constitucional y la eventual re-reelección de la Presidenta.

El escenario electoral de cara a las primarias de agosto giró drásticamente en Buenos Aires, convirtiéndose en real uno de los temores más fuertes que tenía el kirchnerismo. La confirmación del tigrense, primero según todas las encuestas, obliga al Gobierno a un fuerte replanteo en la campaña que deberá afrontar.

El intendente de Tigre le quitará votos a todos. Se los quitará al oficialismo, al que evita confrontar directamente, y a la oposición, ya que ante los ojos de la opinión pública está instalado más cerca del antikirchnerismo que del kirchnerismo.

Massa es un dirigente muy parecido a Daniel Scioli en su forma de hacer política y de no meterse en el barro, pero tiene más carisma que el exmotonauta, un atributo que no es para nada menor en estos tiempos. Su pasado como exjefe de Gabinete de Cristina obviamente no le será gratis: muchos recordarán cómo defendió los números del Indec y cómo evitó cuestionar duramente en su momento la falta de seguridad de la Argentina. Pero la gente olvida rápido, eso no es novedad en la Argentina. La postulación de Massa transforma a las elecciones de octubre en mucho más que un debate sobre una eventual reforma constitucional: adelanta la carrera por la sucesión, una competencia que lo tiene a Daniel Scioli plantado desde hace rato.

Las dificultades

Al kirchnerismo le costó mucho armar sus listas en casi todo el país. ¿Por qué pasa eso si Cristina es una de las dirigentes más populares del territorio? Porque los postulantes que ofrece el espacio, con la única excepción de la Presidenta, no terminan de convencer en casi ninguna provincia.

Salta, en ese sentido, es un caso paradigmático: Rodolfo Urtubey será el candidato a primer senador por el Frente para la Victoria, sin ser del todo kirchnerista y con baja intención de voto. El hermano del gobernador comparte ese atributo con muchos de los primeros candidatos oficialistas en el país para las elecciones que vienen, solo que en otros distritos no tienen oponentes fuertes que pongan esas falencias a la luz pública.

El mapa se repite en otras provincias chicas como Salta, aunque en la mayoría de ellas el peso de los aparatos partidarios termina imponiéndose al poco conocimiento de los candidatos. Chaco, Entre Ríos, Río Negro, Jujuy, Formosa, Misiones y San Juan son provincias donde el kirchnerismo ganaría con relativa comodidad en agosto y octubre.

Las casi seguras derrotas del Gobierno en Capital (a manos del Pro), en Santa Fe (a manos de Hermes Binner) en Córdoba (a manos del delasotismo, el juecismo o el radicalismo) y la probable en Mendoza (a manos de Julio Cobos), vuelven a convertir a Buenos Aires en la madre de todas las batallas si el kirchnerismo quiere seguir teniendo la hegemonía que ostenta hace una década.

Las reacciones

En la Casa Rosada se preocuparon ayer por no mostrar sorpresa ni desconcierto tras el anuncio de Massa. “Viene haciéndose el interesante desde hace meses, no podía decir que no. Si lo hacía, iba a quedar como un indeciso. Buscó claramente diferenciarse de Scioli”, reflexionó ayer un alto dirigente oficialista que pidió reserva de su identidad.

La estrategia oficialista de mostrar cautela es correcta para no parecer golpeado, pero Cristina sabe mejor que nadie que no solo está en juego el futuro del proyecto, sino también el presente. La sombra de Scioli, y ahora también de Massa, son amenazas para eventuales filtraciones de dirigentes peronistas que se vayan alejando del kirchnerismo.

¿La candidatura de Massa enterró del todo al Gobierno en Buenos Aires? Afirmar algo por el estilo sería de una brutal irresponsabilidad. La mayoría de los intendentes bonaerenses sigue apoyando a Cristina y moverá sus estructuras para que así se vea reflejado en las urnas de sus distritos.

Todos los jefes comunales del país en general y de Buenos Aires en particular se juegan buena parte de sus chances continuistas en esta elección. Cualquier derrotado en los comicios de 2013 podría ser moneda de cambio dos años después a la hora de armar las listas. Ese alineamiento es la gran apuesta oficialista en este turno electoral.

El Gobierno apostará a mostrar los logros obtenidos durante los últimos diez años y mantendrá la confrontación con la Justicia a altos niveles. Esa pelea no le será favorable ante el electorado, pero después del discurso del martes de Cristina contra la Corte será imposible que ese tema no entre en la campaña.

Los candidatos oficialistas en las provincias amigas de la Rosada recibirán la visita de funcionarios nacionales y gozarán de algunos anuncios que potencien las chances de sus postulantes. ¿Alcanzará eso para mantener latente la eventual reforma constitucional? Difícil, muy difícil.

 

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